8 de mayo de 2005. 6:30 de la mañana. Suena el teléfono: "¿Son ustedes los padres de Alberto Pacho? Ha tenido un accidente de moto". "¿Cómo es la gravedad?". "No se preocupe, pero vengan ustedes por aquí". Y ese día lo cambió todo.

"Iba con la moto, frené fuerte, derrapé, roté y choqué de espalda con el parachoques de un coche", cuenta Alberto Pacho (Puertollano, 1972). Aunque, asegura, podría haber sido peor: si se hubiese chocado con el cuello, por ejemplo, podría haberse quedado tetrapléjico o haber muerto. 

Él es uno de los casi 300 pacientes que recibe anualmente el Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo. Ahora, con motivo del 50 aniversario del centro, habla con ENCLAVE ODS sobre el accidente que le dejó en silla de ruedas: "Me quedé inconsciente y me despertaron los viandantes. […] Me volví a dormir y me despertó alguien. Me estaba dando con una luz, le aparté la mano porque pensaba que era 'el público' y al abrir los ojos vi que eran los médicos".

"Me quería quitar el casco, no podía respirar. Cuando fui a hacerlo me dio un tirón en la espalda. Ahí supe que me la había roto. Me quité los guantes, me toqué y vi que no sentía. […] Me metieron con cuidado en la ambulancia y cuando fue a acelerar me dio otro tirón y tuvieron que ir a 30 por hora hasta el hospital", continúa. 

A mitad del camino, preguntó si se podía dormir, porque dice: "Sabes que puede ser dormirte hasta mañana o dormirte para siempre. Y me quedé sobado hasta el día siguiente". Entonces, cuenta: "Cuando me dio un beso mi madre, noté un lagrimón y dije, está lloviendo, pero no, era ella que estaba llorando". 

Primeros momentos

En el Hospital Gregorio Marañón de Madrid le tuvieron que hacer un neumotórax; se le estaban encharcando los pulmones. "Durante 15 segundos estás rabiando", explica, "y de repente, te meten el tubo y te sacan toda la sangre".

"Lo pasé mal", recuerda su padre, Francisco Pacho. "Nos decían que estaba bien, pero el impacto que había tenido era grave. […] Cuando llegamos al hospital estaba en la camita, muy encerrado y muy bien controlado, pero tenía una avería muy grande en la espalda, en la columna vertebral. Era siempre la misma pregunta y la misma respuesta". 

Alberto Pacho durante el proceso de rehabilitación en el Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo. Cedida

Sin embargo, esta no era la primera experiencia de un accidente con impacto en la columna para la familia; ya lo habían sufrido 20 años atrás. Por eso, dice Pacho, "ese mismo día le dije a mi madre que me llevaran a Toledo, porque allí hacían todo el proceso. No hay medicación, no hay operación, no hay nada, pero se saben todas las complicaciones y es en lo que te ayudan". 

Pero al igual que haber vivido una situación similar previamente pudo 'ayudar' en cierta medida, para su madre, Lola León, que ya sabía lo que venía por delante, le pasó por la cabeza "una película de horror de todo lo que iba a ocurrir" hasta que su hijo estuviera en la silla de ruedas y "viviendo una vida normal". 

Fueron siete días de espera hasta conseguir plaza en el Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo, pero ese tiempo fue suficiente para que Pacho se diera cuenta de que todo sería distinto a partir de aquel momento: "Estaba durmiendo y se me secó la boca, no podía respirar, tienes la sensación de que te vas a ahogar. Pedí un vaso de agua y nadie me hacía caso. Empecé a gritar por ayuda y ya vino una chica. A lo mejor fue un minuto, pero para mí fue eterno. Ahí es cuando empiezas a decir: lo tengo jodido, soy dependiente". 

Hospital Nacional de Parapléjicos 

En una ambulancia a 30 por hora y escoltado por la Guardia Civil llegó a Toledo. Allí, explican desde el hospital, "dependiendo de la evolución de cada paciente y según su lesión, la estancia media está entre los tres y cinco meses, en los que se aborda la lesión medular integral". En el caso de nuestro protagonista fueron casi seis.

En ese tiempo, asegura Pacho, "hay dos fases: estás muy a gusto o lo odias. En el momento en el que lo odias es que el hospital te sobra. Tienes que irte. Al principio estás muy bien, todo es muy grande, accesible y controlado. Pero cuando empiezas a salir piensas qué hago en este sitio comiendo siempre lo mismo, con la misma gente… se te hace enano y quieres irte". 

Alberto Pacho durante el proceso de rehabilitación en el Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo, 2005. Cedida

El 70% de los pacientes de 2023 de este centro han sido hombres, frente al 30% de mujeres. En el caso de los pediátricos, tratan a una media de 40 pacientes nuevos cada año con pronóstico de lesión medular aguda o subaguda, pero, aclaran desde el hospital, también "se atiende para revisión a 150 pacientes crónicos de ingresos cortos y a otros 180 de manera ambulatoria". 

La edad media, en base con el último balance del año 2023, se encuentra en los 51 años. ¿Los motivos? En lesiones con origen traumático, las caídas casuales, accidentes de tráfico o deportivos. En aquellas de origen no traumáticas, es decir, enfermedad, los principales responsables son las causas inflamatorias, afecciones de origen vascular o patologías osteodegenerativas o complicaciones quirúrgicas. 

Proceso de aceptación

En aquellos seis meses que Pacho 'vivió' en el hospital, explica su madre, "estuvo entrando y saliendo de la UVI continuamente. Primero, para que se centrara un poco la gravedad del tema, porque venía crítico de Madrid. Y después, estuvo la operación que le hicieron en la espalda, donde le pusieron unos hierros para enderezarla, pero ya desde un principio nos dijeron que era una lesión completa y que no iba a volver a andar". 

A esto se le sumó un trombo en el pulmón y, debido "al peligro que existía de una hemorragia tremenda" por la reciente operación de espalda, dice León, "lo tuvieron inmovilizado, sin asearse siquiera, hasta que ese coágulo se hubiera disuelto o hubiera bajado a otro sitio"

Tras casi tres meses tumbado, empezó el proceso para sentarse en la silla de ruedas por primera vez. Poco a poco, con ayuda de una máquina, "te ponen unos grados de pie", explica Pacho. Y con algún mareo de por medio y varios días de intentos, finalmente, "llegas a los 90 grados y ya te puedes sentar"

Pero en ese mismo momento decidió que la silla no sería un impedimento y 'se apuntó' a todas las unidades del hospital para aprender lo máximo posible sobre lo que sería su nueva vida. Asistió a la Unidad de Terapia Ocupacional y la de Fisioterapia, donde, explican desde el centro, "se les adiestra en el manejo de la silla de ruedas como parte del tratamiento de rehabilitación integral de la lesión medular". Algo que, el propio Pacho, considera "fundamental". 

Además, se involucró en la Unidad de Sexualidad y Reproducción Asistida, en donde pudo conocer sus opciones para disfrutar de las relaciones o tener hijos. Pero estas no son las únicas 'innovaciones'; también destacan la Consulta de Enfermería de Urología para el adiestramiento en la técnica de los sondajes o la de Enfermería para el cuidado del intestino neurógeno. 

Alberto Pacho, a la derecha, en una actividad de vela en 2010. Cedida

Y es que, pese a que Pacho reconoce que hubo momentos en el proceso en los que estuvo grave, dice que no fue realmente así. Precisamente por esa percepción casi 'irreal' de lo que estaba ocurriendo, los psicólogos del centro llegaron a pensar que no era consciente de lo que había pasado, porque, cuenta su madre, "hablaba como si su vida, una vez que fuera a salir del hospital, fuera a ser la misma que tenía antes". 

Pero, efectivamente, así fue y esa actitud se convirtió en la clave para la 'recuperación' de toda la familia. "Por su forma de ser, de ver las cosas y de aceptar lo que había pasado desde el minuto uno, a nosotros nos ayudó mucho a poder soportar lo que estaba ocurriendo. Para unos padres ver a su hijo en una silla de ruedas en una de las cosas más dolorosas que puedas imaginarte, pero gracias a él salimos adelante", confiesa León. 

Deporte y superación

Al poco tiempo de dejar 'oficialmente' el hospital, le surgió la oportunidad de realizar un viaje de esquí con la Fundación También. Al inicio no le apetecía mucho, pero finalmente decidió ir, y seguro que fue algo de lo que nunca se arrepentió porque aquel momento fue el inicio de su nueva vida. 

Allí, el chico con el que compartía habitación, que también estaba en silla de ruedas desde hacía un tiempo, le fue contando "historietas de su día a día". A través de ellas, Pacho aprendió todo tipo de consejos y aventuras que le fueron animando y dando esperanzas, porque si otro lo hacía, ¿por qué él no iba a poder?

Alberto Pacho en Londres junto a su primo en 2010. Cedida

Así empezaban sus andaduras en el deporte adaptado, en el que poco a poco fue probando todo tipo de disciplinas. Esquí alpino, esquí náutico, ciclismo, piragüismo, vela —donde llegó a prepararse para las paralimpiadas—, buceo, tenis e incluso tiro con arco. 

"Como no tengo abdominales", explica, "no acompaño bien el golpe en el tenis", lo que se traducía en dolores en el hombro, cuello e, incluso, tener los dedos dormidos, por lo que terminó dejándolo. De este modo, tras dos maratones en bici en Barcelona, otro en Valencia y unos cinco Caminos de Santiago, optó por desvincularse de todo y mantenerse en el pádel, el que ya es el deporte de su vida

Alberto Pacho, a la derecha, realizando el Camino de Santiago en 2010. Cedida

En ese tiempo, hubo un momento en el que se dio cuenta de que pese a que había algunos torneos que sí estaban bien organizados, otros no. Así se convertía en presidente de la Asociación de Pádel Silla, donde, a partir de la normativa del tenis, desarollaron torneos con categorías como el carbono o aluminio, haciendo 'homenaje' a la profesión que estudió: Química. 

Junto a su equipo de trabajo, creó unos 'cromos' que se convirtieron en una especie de carta de presentación de los jugadores. "Tenía la foto del chico golpeando, una posando, la bandera autonómica y la clasificación funcional (del 1 al 4) dependiendo de tu lesión", cuenta.

Ahora, ha puesto el foco en la promoción de la asociación, donde ha centrado sus funciones en dar a conocer esta disciplina. Graba los eventos, prepara un texto y su pareja le da el sonido porque, dice, "yo tengo una voz de garrulo monstruosa, pero la suya es perfecta". 

Al mismo tiempo, pasa por universidades y colegios para, como el describe, "proyectar y hablar de la lesión medular en los distintos niveles, la diferencia entre una paraplejia y una tetraplejia, los músculos afectados o qué te produce esa lesión". Incluso, cuenta: "Enseño a los niños qué no hacer o qué tener en cuenta a la hora de lanzarse al agua. Y luego hablo de las fases de la lesión como la negación, frustración, ira y aceptación".

Y así, tras casi 20 años desde que ocurrió el accidente que le cambió la vida, Alberto Pacho ha conseguido, con mucho esfuerzo y ganas de por medio, ser independiente. Porque, como bien dice su madre, "para él no hay fronteras, no hay impedimentos. Él puede llegar a todas partes y si no llega, pide ayuda o las busca para conseguirlo".