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"Las artes ofrecen tanto en términos de recuperación del trauma…", reconoce, al otro lado del teléfono, Christopher Bailey, director del programa de Arte y Salud de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Está en la Comunidad Valenciana para dar una charla en el marco de Periscopio València, unas jornadas de la Fundación Contemporánea que la DANA estuvo a punto de cancelar.

Pero eso no sucedió precisamente porque brindaba, como cuenta Bailey, "una oportunidad para analizar las artes desde la experiencia de la recuperación, la esperanza y la solidaridad". Algo sobre lo que él, en realidad, sabe bastante, pues lleva toda una vida dedicada a la dramaturgia… pero también a las Naciones Unidas. 

Tras estudiar en Columbia, Oxford y la American Academy of Dramatics Arts, decidió sentar la cabeza y conseguir un trabajo que le diese de comer. Así llegó a ser director de investigación de la Fundación Rockefeller y fue allí donde la ONU se fijó en él. 

Más de dos décadas han pasado desde entonces, y alrededor de siete años desde que el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, hiciese un llamamiento a los trabajadores de la entidad para aportar ideas "locas y creativas". La suya fue crear un departamento de Arte y Salud para ayudar a las personas a cuidarse a través de la expresión artística, pero también para ser capaces de transitar sus duelos y traumas.

Algo que, por cierto, echando un vistazo al mundo, es más necesario que nunca. Las guerras, los desastres naturales o las epidemias están, por desgracia, a la orden del día. Y el arte, aunque parezca que no, tiene mucho que decir al respecto. 

"Cuando se produce un evento adverso extremo, en primera instancia hay que buscar refugio, asegurarse de que tú y tu familia estéis bien….", comenta Bailey. Ahí, dice, "las artes no tienen ningún papel que desempeñar". Sin embargo, tras el primer shock, entran en juego y, aunque su rol sea "mucho más modesto", se antoja vital.

Arte para sanar

"Se trata de utilizar la música o las artes visuales, por ejemplo, para crear un espacio seguro para las personas", indica Bailey. Y matiza: "Si intentas hacer algo más, puedes convertirlas en un detonante y que acaben siendo contraproducentes".

Su trabajo, precisamente, consiste en encontrar el equilibrio perfecto entre arte y desastre para conseguir sanar ya no tanto a nivel físico como emocional e, incluso, espiritual. Y esa es también su propuesta para la Valencia asolada por la DANA. 

El director de esta iniciativa de la OMS ha trabajado en muchas situaciones de emergencia y recalca que "las artes siempre son una segunda respuesta". Pero "después de cubrir las necesidades básicas y encontrar refugio y seguridad, la enormidad de lo que ha sucedido empieza a calar".

En ese momento, que está ya empezando para la población valenciana, "te obsesionas por lo que has perdido y el futuro te genera ansiedad". Esas "dos fuerzas", explica, tienden a inhabilitar la capacidad de la persona de "funcionar en el momento presente". E indica que la persona se queda anclada en el pasado, pero pensando en el futuro.

Es ahí donde entran en juego las artes, pues están "diseñadas de manera única para devolverte a ese presente, para conectarte con las personas, con la situación, para demostrarte que realmente tienes agencia o capacidad de acción". Además, "lo armonizan todo, literalmente".

Y lo explica: "Neurológicamente, las artes refuerzan esa sensación de armonía, de estar aquí y ahora". Porque, se sabe que al escuchar música se "evocan recuerdos". Además, "la música, literalmente, reconfigura nuestro cerebro".

Bailey tiene claro, tras décadas de estudio, que "este tipo de funcionamiento interno del cerebro que se produce gracias a las artes nos ayuda a hacer frente a las situaciones, a encontrar un camino y, sin duda, produce oxitocina". Eso desde el punto de vista más científico.

A título personal, reconoce que "la música nos da una sensación de conexión (o reconexión) con el otro, fomentando y apoyando nuestro sentido de comunidad, solidaridad y de cuidados". Todos estos aspectos, insiste, son "extremadamente importantes para la recuperación de un trauma".

La 'magia' de la terapia

Bailey explica el poder transformador del arte a través de su última visita a Ucrania a principios de verano, cuando estuvo trabajando con personas desplazadas del este del país. "Experimentaban muchos de los síntomas del trauma: tenían ataques de pánico, insomnio, disociaciones extremas, se desconectaban de sí mismos y del mundo que los rodeaba".

En una de las intervenciones artísticas que la OMS realizó con ellas consistía en que un músico interpretase una melodía tradicional para un público "bastante joven". "Se le dio a las personas unas instrucciones muy sencillas: observa a quien está a tu lado mientras caminas por la habitación con el grupo e intenta imitar su velocidad y movimientos".

En ese momento, cuenta Bailey, "se produce un comportamiento extraño", pues el movimiento se transforma, sin quererlo, en coreografía. O, mejor dicho, en esos "patrones que surgen cuando una bandada de pájaros cruza el cielo o un banco de peces nada en el mar". Porque, recuerda, el ser humano no deja de ser un animal, con instintos y patrones muy básicos.

"Estos jóvenes que estaban experimentando una desconexión extrema tomaron la decisión de, en ese momento de música inmersiva, prestar atención unos a otros, de conectarse. Y el resultado fueron risas y sonrisas; había alegría en la sala por el simple hecho de moverse por el espacio y reclamarlo". Ese, asegura, fue un "primer paso en el camino hacia la recuperación", que "les da una sensación de comunidad y de pertenencia".

A fin de cuentas, como explica este experto, la terapia artística no deja de consistir en "ponerse en el lugar de la otra persona". Y lo explica: "Si está triste, no le pones una música alegre, porque podría ser un detonante de ese trauma".

Lo que se pretende con este tipo de terapia es, por el contrario, "decirle a la persona que nos importa, que validamos sus sentimientos, que estamos transitando el trauma juntos". Por eso, el resultado final es "encontrar la alegría", pero "sin forzar". Y concluye: "Tienes que procesar el dolor y transitar ese viaje hasta la sanación".