María Moro, fundadora de Oona, en su estudio de Madrid.

María Moro, fundadora de Oona, en su estudio de Madrid. Sara Fernández

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La gemóloga que lucha contra las piedras preciosas 'de sangre': "Hay que preguntar de dónde vienen y cómo se extraen"

María Moro creó Oona después de su primer viaje a Sri Lanka, el que, dice, es el único país con un control férreo de sus minas; desde allí crea joyas únicas.

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La serendipia ha marcado, en cierta manera, la vida de María Moro. Esa idea de que hay hallazgos maravillosos que son puramente fortuitos es lo que le llevó a convertirse en gemóloga, después de trabajar toda la vida en medios de comunicación. Fue el destino, también, el que le trasladó a Sri Lanka por primera vez —y el que hizo que se enamorase por completo de un país asolado por el tsunami de 2004 y más de dos décadas de guerra civil—.

También fue esa serendipia, dice en su estudio de Madrid, la que le incitó a dejar su trabajo, mudarse al país asiático que le había robado el corazón y zambullirse de lleno en el mundo de las gemas y todo su proceso de producción: desde su extracción hasta su tallado. Así, "casi por casualidad", cuenta, fue como creó su marca de joyería artesanal, Oona.

Que, además, desde un inicio ha estado imbuida de un espíritu sostenible y ético que no suele encontrarse en el ADN de las piedras preciosas. "Una cosa llevó a la otra, me instalé en Sri Lanka y empecé a trabajar con los artesanos, a crear una pequeña colección.

Me fui a la feria de París y me empezaron a comprar en boutiques muy importantes de todo el mundo", asegura. Y, casi sin ser consciente, en eso se convirtió su vida. Estuvo siete años instalada en Sri Lanka, desde el 2013. "La pandemia me pilló de visita en Madrid", explica, y desde la Covid-19 vive a medio camino entre los dos países.

Ese, aunque un tanto resumido, es el viaje que Moro ha hecho en su última década. Y Oona es el resultado, una marca "pequeñita" o "nicho", "con una producción muy limitada" que, pese a ello, "tiene un crecimiento muy orgánico".

Eso sí, siempre "sin producción masiva", matiza. Las características de su producto se lo debe, en especial, al mimo y cuidado que le pone a cada piedra preciosa que engarza en anillos, pendientes, pulseras o collares. 

Minería con derechos

Cuenta Moro que lo que vio en Sri Lanka —e hizo que eligiese esa isla para establecerse y no otro lugar— es una manera de entender la minería y la extracción de piedras preciosas completamente diferente a lo que se había encontrado hasta entonces. "Las cosas se hacen muy distintas a como se realizan en otros países", insiste.

María Moro, fundadora y diseñadora de Oona, en su estudio.

María Moro, fundadora y diseñadora de Oona, en su estudio. Sara Fernández

Y lo explica: "A pesar de la guerra, de todas las desgracias que han pasado en el país —tsunamis, catástrofes naturales…—, Sri Lanka tiene muchas cosas heredadas del derecho inglés". Una de ellas, por ejemplo, es la "regulación legal y jurídica", que admite que es "muy buena" y que se conserva como parte de su pasado colonial.

"Vi que todo estaba regulado y que las cosas se hacían de una forma bastante respetuosa tanto con el medio ambiente como con los derechos laborales de las personas", confiesa. E indica que "en cualquier gremio de trabajadores, artesanos, mineros, gente de otras industrias… la regulación laboral es bastante estricta".

Sri Lanka tiene una normativa de trabajo muy completa, que legisla aspectos como las bajas por maternidad, los derechos sindicales, los horarios o, incluso, el empleo de menores, entre otros muchos aspectos. Para Moro, lo más sorprendente fue descubrir que "los niños están todos escolarizados en el país" y que tienen prohibido trabajar hasta los 16 años. 

Además de que, a diferencia de otros países ricos en minerales, "todos los trabajadores tienen unos derechos laborales, horarios, vacaciones, que se cumplen de manera bastante rigurosa", dice. Y reconoce que se trata de "un país muy respetuoso con el medio ambiente".

Moro mostrándole a ENCLAVE ODS sus diseños.

Moro mostrándole a ENCLAVE ODS sus diseños. Sara Fernández

Esos, admite, son algunos de los motivos por los que decidió establecerse allí, tanto a nivel personal como profesional, con los talleres y producción de Oona. En Sri Lanka busca y compra las gemas que utiliza en sus diseños, pero también realiza "toda la parte artesanal".

Riqueza geológica

Moro insiste en que "gemas y minería sostenibles las hay en todo el mundo", pero "son muy esporádicas y están muy repartidas, pueden ser explotaciones privadas muy bien cuidadas". Sin embargo, el caso de Sri Lanka es único. "No hay otro en el mundo que tenga regulado todo lo relacionado con la extracción de piedras preciosas", repite. 

Y mucho menos, asegura, en el que todos los procesos estén tan cuidados, pues "son bastante proteccionistas". Hasta el punto en el que protegen hasta el tallado: "No se pueden sacar piedras en bruto del territorio; el tallaje y el corte de la piedra se hace allí para controlar que la calidad cumple unos estándares mínimos".

Incluso, dice, "llegan piedras de otros países porque los mejores talladores están en Sri Lanka". Y no es de extrañar, pues su riqueza geológica es "increíble". Y la fundadora de Oona lo cuenta: "Aunque es una isla muy chiquitita, tiene más de 70 variedades de piedras preciosas en yacimientos y minas".

Moro, durante la conversación con ENCLAVE ODS.

Moro, durante la conversación con ENCLAVE ODS. Sara Fernández

Los famosos zafiros de Sri Lanka son, por calidad y pureza, de los mejores del mundo y también de las gemas más famosas del Estado insular. Pero, insiste, en que existen escondidas bajo tierra "piedras que ni habréis oído nombrar, que solo encuentran allí"

Cuestión de ética

No fue en Sri Lanka donde Moro se introdujo en el mundo de la minería. Cuenta que ha viajado mucho y ha visto "cómo trabajan en Birmania (Myanmar), India o algunos países africanos". También ha conocido a talladores de todos los rincones del planeta y ha comprobado cómo manipulan las piedras. Y, confiesa, ningún otro lugar se puede comparar.

"Lo primero es que en Sri Lanka todos los mineros tienen una parte de participación en lo que extraen", como si fuesen una suerte de cooperativas. A eso se le suma que, admite, "jamás" ha visto a un "niño metido en las cuevas". Y matiza: "No como en otros países, donde trabajan todo el día en hoyos oscuros para tallar en unas condiciones infrahumanas, casi hasta sin oxígeno". 

Algunas de las gemas talladas de Sri Lanka.

Algunas de las gemas talladas de Sri Lanka. Sara Fernández

Claro está, matiza, "la vida en un yacimiento es dura, son condiciones extremas de trabajo". Pero las normativas en el país insular tratan de rebajar la complejidad de la profesión. 

Eso, repite, "no sucede en Sri Lanka". Y sabe de lo que habla, pues el día a día de Moro implica estar presente en los talleres de tallado y de cortado, visitar las minas de las que extraen las piedras que luego utiliza y vivir como una más. "Es curioso, porque la mayoría son hombres, y allí estoy yo metida, en medio, como una igual". 

Moro, en Sri Lanka, revisando el tallado de las piedras preciosas.

Moro, en Sri Lanka, revisando el tallado de las piedras preciosas. Cedida Oona

Además, "la explotación de los yacimientos se hace de una forma bastante ecológica y sostenible". La maquinaria pesada, por ejemplo, está prohibida, así que todo el proceso de extracción es sumamente artesanal y manual. Al contario de en otros países, donde "destrozan la naturaleza con las máquinas y hay muchísima esclavitud". 

¿De dónde viene mi gema?

Asimismo, recuerda la gemóloga, en este país asiático existen organismos que se encargan de velar por la legalidad de sus explotaciones mineras. "En muchos lugares, las piedras preciosas financian conflictos bélicos o grupos terroristas, pero aquí está muy controlado". 

Moro durante la entrevista.

Moro durante la entrevista. Sara Fernández

Es más, explica, "cada minero —sea su yacimiento pequeñito o grande— tiene que renovar todos los años sus licencias, porque estos organismos controlan y chequean que se estén cumpliendo todas las normativas". Y esto es, precisamente, lo que hace que las piedras preciosas esrilanquesas sean tan bellas: la ética en torno a ellas las hace, dice Moro, especiales. 

Por eso, para ella como gemóloga —pero también como consumidora— "lo más importante es preguntar siempre de dónde viene" la piedra que se va a comprar. "Y una vez que lo sabes, cómo ha sido extraída". Porque, insiste, "ese es el quid de la cuestión".

Una de las piedras autóctonas de Sri Lanka.

Una de las piedras autóctonas de Sri Lanka. Sara Fernández

"Cuando sabes de dónde viene, conoces los procesos para que esa piedra, que a lo mejor es maravillosa, sea aún más bella, por como ha sido extraída y cómo la han sacado de la tierra". El motivo, recuerda, es que una gema de Birmania, por ejemplo, no cuenta con las mismas garantías medioambientales y humanas que una de Sri Lanka.

Dependiendo de las regulaciones del país del que se extraiga, explica Moro, "puede haber unas consecuencias tanto para el planeta como para las personas que las extraen". Estas "pueden ser tremendas y quitarle toda la belleza a la piedra".