Hace algunos años, hablar de vino ecológico tenía cierto encanto hippie. Hoy, “hay cada vez más interés porque sean totalmente equiparables a los convencionales (en sabor, aroma, textura, variedad y precio)”, explica Sofía Atienza, fundadora de la bodega Lacrima Terrae. Una plataforma diferente en la que, junto a su hermana, ofrece vinos diferentes y honestos con el medio ambiente.
Para que el vino de un viñedo convencional pueda venderse como eco tiene que cumplir durante 3 años el reglamento de manejo ecológico. “Esto, además de suponer que no se pueden utilizar tratamientos químicos (pesticidas, herbicidas, etc.), significa que hay que trabajar en mejorar la fertilidad del suelo e incrementar la biodiversidad", explica Eduardo Hernáiz, de Hermanos Hernáiz.
Recuperar la plantación en vaso, eliminar los químicos y fitosanitarios, hacer una recogida manual… “es mucho más costoso que mantener la mecanización que trajeron los años 80, con cultivos en espaldera, en lugares poco apropiados, con demasiada maquinaria", reconoce Pedro Ruiz Aragoneses, que desde Alma de Carraovejas tiene prácticamente todas las vides y vinos en ecológico.
Y añade: "La inversión de la calidad frente la cantidad, lo merece. La naturaleza a la que llevábamos 40 años sometiendo, se lo merece".
Aunque recalca que “ser ecológico es sólo una pata de toda la sostenibilidad que el vino necesita”. El joven CEO lidera la transición del sector, recuperando la tradición de los suelos, de la biodiversidad, de la poda, de la cultura escrita y oral en torno al vino.
Además, da una segunda vida a los sarmientos incorporándolos como nutriente y colabora con una asociación contra el alzhéimer con el corcho de las botellas. Pero no sólo eso: su compromiso con el medio ambiente supera incluso las metas propuestas por la Agenda 2030 en materia de reducción de huella de carbono.
“Desde Alma de Carraovejas aunamos proyectos vitivinícolas y gastronómicos repartidos por España, creando experiencias inolvidables en torno al vino como, por ejemplo, el enoturismo de Pago de Carraovejas con visita a la bodega y a su restaurante, estrella Michelin, Ambivium en el que la carta se construye con base en los vinos, y no a la inversa como estamos acostumbrados. Un museo vivo donde hay propuestas de todas las añadas, no solo propios, desde 1870 hasta la actualidad”, explica.
O como el proyecto Ossian Vides, que desarrollan desde 2013, con 110 hectáreas en cultivo biodinámico que recupera algunas de las viñas prefiloxéricas más viejas de España. “Ahora nos gusta a todos hablar de viñas viejas”, cuenta Ruiz Aragonés.
Este proyecto fue fundado por Ismael Gozalo, conocido como "el mago del verdejo", y significa ir más allá de lo puramente ecológico. El cultivo biodinámico es “una agricultura totalmente limpia, con abono natural, plantas medicinales, cubiertas vegetales y diferentes épocas para mover la arena, podar y embotellar en función de los ciclos lunares", explica Esther Gozalo, responsable operativo de MicroBioWines.
Gonzalo fermenta bajo tierra, "en barrica, en cuerno de vaca, en cristal… siempre está en continua investigación", matiza. Y añade: “Nuestras viñas son ecológicas certificadas, pero decidimos no participar de la certificación ecológica de los vinos. Nosotros no creemos en esa ecología”.
Su especialidad son los vinos naturales: “Que los vinos, año tras año, sean iguales es porque están manipulados, lo que provoca una resaca tremenda” añade Gonzalo. Y es que a los españoles aún nos falta educarnos en esta cultura, pero es un mercado “muy demandado en el norte de Europa y Asia. Los japoneses suspiran por nuestros naturales”, afirma.
Así, nos hace reflexionar sobre el futuro y la sostenibilidad del vino que, sin duda, estará en una vuelta aún más natural y la educación de nuestro paladar.