Hace unos días, la presidenta de International Women’s Forum, organización a la que pertenezco, convocó a sus miembros en la residencia de la embajadora de Australia en Madrid, para que conociéramos en vivo y en directo a un grupo de embajadoras en nuestro país. ¡Y qué grupo! Genial y nutrido. Aparte de la australiana, las de Estados Unidos, Hungría, Chipre, Croacia, Canadá, Sudáfrica, Polonia, Guatemala y Mónaco.
Fue un lujo escucharlas, sentirlas, sentir, sobre todo, el trabajo que tenemos que seguir haciendo las mujeres. Me contaron -no desvelaré la procedencia- que en las reuniones de embajadores se tendía a un agrupamiento de ellas a un lado y de ellos a otro, como en esas rancias cenas matrimoniales de viernes, lamentando el camino que queda por recorrer, por supuesto a todos los niveles de la sociedad.
Aunque me acordaba yo de aquellos momentos en que como mucho había cuatro máximas representantes del exterior en España y brindaba metafóricamente por las 25 actuales.
Siempre que me preguntan por la sostenibilidad, insisto en trascender lo obvio para centrar el tiro en los valores ESG, donde la E corresponde al medioambiente (Environment), la S a social y la G a gobierno corporativo. Y en este sentido amplio del concepto y la palabra, la diversidad y la igualdad de género se escriben con s y con g.
Por un lado, dada la aún necesaria mayor y mejor incorporación femenina a los puestos relevantes en las empresas, tanto en comités de dirección como en consejos de Administración. Por otro, ya que la mirada de género es social y debe serlo, usando una lente precisa.
Por cierto, me encanta el hashtag #gafasAMMDE que utiliza la Asociación Multisectorial de Mujeres Directivas y Empresarias cuando encuentra una imagen que merecería presencia femenina. Y me gusta recordar esto para incidir en lo positivo, como el caso de las embajadoras, en unos días con informaciones plenas de mujeres no sé si poderosas, pero sí ejerciendo sus poderes en diferentes y variados ámbitos, desde la moda hasta el cine, pasando por la investigación y la política.
Empezando por el final, es de valorar que el Presidente de la República francesa, Emmanuel Macron, haya elegido a Élisabeth Borne como primera mujer presidente del ejecutivo en el siglo XXI. Y lo especifico, porque ya con Mitterrand, Édith Cresson lo fue, allá por 1992, aunque sólo 11 meses.
Siguiendo en Francia, pero con acento español, resalto que en el festival de cine de Cannes, mi querida Rossy de Palma es la primera española que preside el certamen Caméra D’Or, un galardón a la mejor ópera prima en cualquiera de las secciones del festival. No es la primera vez que lo preside una mujer.
De hecho, así ha sido en 17 ocasiones desde su creación en 1978, pero… ¡ay, el orgullo español! Cierto es que la artista -no digo actriz porque es mucho más que eso- mantiene casi una historia de amor con Cannes. Y no lo es menos que el propio festival suele contar con varios acentos femeninos, a los que precisamente Rossy lleva ya muchos años contribuyendo, no solo como invitada o protagonista de películas nominadas, sino incluso como miembro del jurado.
Lástima que Rossy volara hacia Francia el 17 de mayo y no el 1 de junio. Porque en el caso de que lo hubiera hecho con Iberia habría podido disfrutar de los nuevos uniformes de la compañía, por primera vez en su historia diseñados por una mujer, la creadora catalana, Teresa Helbig, que ha ideado una línea clásica pero tremendamente funcional, según han dicho los empleados.
Es un hito para la historia de la compañía, pero también para la propia creadora que lo tomó como una más de sus responsabilidades y que con derecho propio puede aspirar a que las tripulaciones formen parte de lo que en su equipo denominan Helbig Gang, una tribu entre las que aparecen actrices tan internacionales como Halle Berry.
Y hablando de internacional, quiero referirme también a otra mujer ganadora de uno de los Premios de la Fundación Mapfre a la Innovación Social, Neide Sellin, CEO de Lysa que ha conseguido uno de los galardones, dotados con 40.000 euros, por un perro guía robot destinado a personas con discapacidad visual o problemas de movilidad.
No os olvidéis de las afganas
Me llamó la atención uno de los aspectos que destacó la ganadora, por cierto brasileña: “Servir de ejemplo para otras mujeres y animarlas a desarrollar productos tecnológicos que contribuyan a cambiar el mundo”.
Es una frase que hilo con otra reflexión ligada a algunos comentarios que he escuchado últimamente sobre el lugar de las mujeres y la normalidad con la que a veces tomamos dónde estamos y el camino recorrido.
Para todas aquellas que creen llegar a mesa puesta y que se conforman con lo avanzado (mucho, es cierto), para quienes piensan que nuestra posición es orgánica y natural o que está normalizada la consecución de estos hitos, porque ya estamos donde debemos… lanzo mi grito: no os olvidéis de las afganas, reclutadas de nuevo para sus cuarteles de invierno, es decir, el hogar, vestidas como debe ser, es decir con su burka.
A todas, también a los hombres, les pido que miren por un momento a esas ucranias que rapan su cabeza para resultar menos sexy a los soldados rusos que las violan… A todas, a todos, les cuento que el Ateneo de Madrid ha tenido que encarar una captación de fondos, con el magnífico hashtag #lasmujeresensusitio, para que ilustres ateneistas ocupen su lugar en la Galería de Retratos del Ateneo.
Porque de los 188 retratos de personalidades ilustres españolas solo tres son femeninos y uno de ellos desde hace poco, el de Clara Campoamor, que acompaña a Carmen Laforet y Emilia Pardo Bazán.
La idea es que en los próximos meses se consigan fondos (con donaciones que parten de los diez euros) para que junto a ellas aparezcan Rosa Chanel, o Elena Fortún, Carmen Martín Gaite, Almudena Grandes o María Zambrano, entre otras. Porque en efecto, y aunque parezca mentira tener que recordarlo, en una sociedad sostenible la mujer debe ocupar su sitio, sí, señora.