Llevamos años debatiendo si una pareja compuesta por dos hombres tiene derecho o no a tener descendencia propia. El tema, que particularmente me parece de fácil resolución, sigue generando un alto grado de crispación social que se acompaña de discusiones donde se mezclan el feminismo, los credos religiosos, la ética, las fobias y el acostumbrado etcétera que sazona estas dos décadas del siglo XXI.
Sin entrar en la estéril disputa sobre quién tiene razón –aunque mi posición es bien clara al respecto–, la ciencia ha venido a abrir una nueva puerta que constituye un paso hacia la solución de un reclamo social que no se resuelve mirando hacia otro lado.
La noticia se lanzó el 8 de marzo en la Cumbre Internacional de Edición del Genoma Humano: unos investigadores han fabricado óvulos a partir de células de ratones macho y han demostrado que, una vez fecundados e implantados, pueden convertirse en crías sanas y fértiles. El pasado miércoles, la revista Nature publicaba el estudio científico con todos los detalles técnicos.
Katsuhiko Hayashi y su equipo de la Universidad de Osaka en Japón han generado óvulos utilizando células extraídas de un ratón macho adulto. Estas células, que al provenir de un macho son XY, se reprogramaron para generar lo que llamamos células madre pluripotentes. Luego se cultivaron hasta que algunas de ellas perdieron espontáneamente sus cromosomas Y.
Seguidamente, se trataron con un compuesto llamado reversina para promover 'errores' en la forma en que se distribuyen los cromosomas durante la división celular. Y, al final, se seleccionaron aquellas células que fueran cromosómicamente femeninas, es decir, con dos copias del cromosoma X.
Estas células 'femeninas' obtenidas con el material genético de ratones machos se programaron para generar óvulos que posteriormente se fertilizaron con esperma de otro ratón. Los embriones resultantes se implantaron en una ratona y el proceso siguió su curso hasta el parto de una camada, cuyos padres biológicos son dos ratones machos.
El experimento es una prueba de concepto que viene a decirnos que dos papás pueden tener descendencia propia sin necesidad de una mitad aportada por una madre. Aunque, por ahora, sigue siendo necesario el vientre femenino para incubar el óvulo fecundado, esto es sin dudas un paso que nos lleva a posibilidades no imaginadas en el pasado.
Mas, como ya sabes, la ciencia es un trayecto largo lleno de obstáculos a saltar y sillas para que abandones el camino. Aunque las crías crecieron con normalidad y fueron fértiles en la edad adulta, sólo 7 de los 630 embriones transferidos devinieron crías. Es decir, el procedimiento está lejos de ser eficiente.
Por otra parte, hay muchas interrogantes por resolver. Los experimentos se hicieron en ratones, ¿funcionará en humanos? Además, el propio director del equipo científico afirma que tendrán que caracterizar cuidadosamente las crías para buscar aquellas posibles diferencias que surjan con las generadas usando métodos convencionales.
Otra cuestión a tener en cuenta son las modificaciones epigenéticas del ADN. Estas son importantes para la actividad génica posterior y no se sabe si se conservan adecuadamente en los óvulos derivados de células masculinas. También hay que estudiar el periodo necesario de cultivo para la pérdida del cromosoma Y debería ser lo más corto posible para evitar el acúmulo de anomalías tanto genéticas como epigenéticas.
Es evidente que el salto a humanos vendrá de la mano de discusiones éticas y hasta morales, pero la posibilidad está ahí. Un próximo paso sería lograr la incubación sin necesidad de una madre gestante. Hoy nos parece imposible, mas te recuerdo que mucho menos soñado era que dos mamíferos del mismo sexo tuvieran descendencia viable con su material genético.
La mesa está servida, procedamos a digerir lo que la ciencia provee.