Escuché esta frase y no deja de retumbarme no ya en mi cerebro sino en mi corazón. Qué pensamiento certero. Qué acción la de la fundación de la que es eslogan: Ecomar. La apunté en la celebración de su 25 aniversario, emocionada como todos los asistentes ante su labor sostenible y sostenida en el tiempo, comandada por su presidenta Theresa Zabell

La regatista española, ganadora de dos medallas olímpicas de oro, en 1992 y 1996, contó que ya en su primera olimpiada, la de Barcelona, los equipos se llevaban las manos a la cabeza horrorizados por lo que se encontraba en el mar, la mar, lo que no ha hecho más que empeorar. Y ella no estaba dispuesta a soportarlo, a mantener ese terrible status quo. Un año antes de que acabara el siglo pasado se puso manos a la obra para trabajar por limpiar el mayor balón de oxígeno que necesitamos.

Hace unos días oí a alguien decir que nuestro planeta llamado Tierra debería llamarse agua. Sin duda. El 70% de su superficie está formada por mares, ríos, acuíferos. Y precisamente del mar nos llega el 70% del oxígeno que respiramos. La ecuación es clara: si no hay azul, desaparecerá el verde.

No se trata de practicar el pesimismo. No seré yo la responsable, optimista, irredenta y comprometida como soy y como se requiere para seguir avanzando. Se trata de ser realista. Y este realismo, que no es mágico, nos susurra algo que también se dijo durante el aniversario de Ecomar: los mares están en llamas, su situación es límite y no está moviendo cada uno, no estamos moviendo personal y colectivamente, el cubo de agua que acabe con ese incendio impertinente, pertinaz y con dificultades para ser revertido.

Theresa carga sus cubos, ella y sus voluntarios. Carga conciencias. Carga educación para tantos jóvenes y niños a los que forma e involucra en el cuidado de mares y océanos. Es su fórmula infalible para hacer justicia al gran azul, promoviendo la biodiversidad y combatiendo la contaminación, siempre con la sostenibilidad en el horizonte.

En un país que posee el doble de extensión marítima que terrestre, y, eso sí, con más banderas azules que ninguno, es penosa la cantidad de basura que se encuentra. Basuraleza, como la que ensucia, contamina y devasta otros espacios naturales. Y con sueños que cumplir, seguridad y determinación que diría que son valores Zabellinos, Theresa y sus secuaces están dispuestos a promover el cambio. De hecho, a sus acciones, van a añadir la de reparar. Por eso, en el comienzo de sus próximos 25 años van a poner en marcha el mayor proyecto de restauración de posidonia en el Mediterráneo, con la asesoría científica del profesor Carlos Duarte.

En su ánimo está esa otra frase que podría crear otro buen eslogan: Todos somos naturaleza. Nosotros, seres humanos, sí, también, aunque se nos olvide. Por tanto, todo aquello que hagamos por el planeta lo estamos haciendo por nosotras, las personas y todo aquello que hacemos por nosotras, las personas, revierte en la naturaleza. Quid pro quo.

El argumento lo había escuchado varias veces también aquel mismo día en el que Ecomar celebraba su cuarto de siglo, durante el primero de la 11ª Jornada de Moda Sostenible, organizada un año más por Slow Fashion Next. En efecto, así es, y no podemos hablar de biodiversidad como si fuera un ente ajeno, porque estamos todos los seres en el mismo barco, ese que habla de las especies vivas al completo, en el espacio en el que habitan y en relación con el resto.

En una mesa redonda sobre el posible cambio de giro de la moda que tuve el honor de moderar, quedó claro que estamos en un momento en el que es osado saber al cien por cien hacia dónde iremos. Y, sin embargo, sí es seguro que la reglamentación que viene de Europa es definitiva en la transformación, que no significa arribar a puerto sostenible, sino viajar hacia el mismo por deseo, creencia y necesidad.

Con la participación de Fernando Valladares, Papo Kling, Aecio Dantas y Raúl González, también se definió lo imperioso de la utilización de la tecnología como gran compañera de ese recorrido hacia la transición ecológica. Se puso de manifiesto que lo verdaderamente destacable es transitar, sabiendo que lo que hoy es sostenible puede cambiar mañana.

También que los requerimientos para conseguir una moda más sostenible no pueden recaer únicamente sobre los y las ciudadanas, sobre los consumidores. Porque la industria tendrá que actuar, tiene que actuar (muchos, los grandes, están siendo ya un ejemplo), y con ella todos los eslabones de la cadena de valor.

Esa cadena es tan larga, ancha y profunda, que en definitiva hablamos del gran problema al que se enfrenta el sector: el volumen. Porque la producción no decae o decae poco, ventas aparte. El problema de volumen es el gran escollo que superar y está íntimamente ligado con ese otro adjudicable a la moda, pero no solo, que es la confusión entre valor y precio, tan de necios.

Se dio relevancia al trabajo en favor de la requerida descarbonización relativa a todos los procesos. Y a la necesidad de contar con los jóvenes no para culpabilizarlos de sus compras, en unos lugares u otros… Entre otras razones, porque no hay un solo tipo de jóvenes, no un solo nicho, son tan diferentes que mejor evitar la generalización. Y algo más: como dijo Fernando Valladares, no deberíamos hablar de ellos, sino trabajar con ellos, sabiendo que gran parte de lo que hacemos hoy les va a beneficiar o perjudicar mañana.