La inmunidad, esa intrincada sinfonía de células y moléculas que nos protege de un coro de invasores microscópicos —virus, bacterias, hongos—, así como de las traidoras células tumorales, sigue siendo una partitura en cierta medida por descifrar. Desvelar sus secretos es el primer paso para silenciar la cacofonía de enfermedades que abarrota nuestros hospitales y amenaza nuestra salud.
Transitando el camino de la búsqueda, en ocasiones, se descubren cosas no esperadas, aunque, también en ocasiones, sospechadas.
Este puede ser el caso de un reciente estudio realizado por investigadores suecos. Sus resultados han desvelado que las hormonas sexuales, esos 'líquidos' que nos confieren nuestra identidad, son los directores de esa orquesta que llamamos sistema inmunitario. Así, el acto más íntimo y personal se revela como una sinfonía biológica donde cada nota, cada vibración, contribuye a mantener el equilibrio de nuestro ser.
Todo parece indicar que las diferencias entre hombres y mujeres en cuanto a los niveles de ciertas hormonas son cruciales para entender por qué respondemos de manera distinta a infecciones y enfermedades autoinmunes.
Los datos del estudio —publicados en la revista Nature— ofrecen una perspectiva que podría transformar el desarrollo de nuevos tratamientos y, por otra parte, remarca la importancia de la perspectiva de género en toda investigación biomédica.
Desde hace tiempo, se conoce que existen diferencias entre los sistemas inmunitarios de hombres y mujeres —hablo de las defensas—. Sin embargo, hasta ahora no se había logrado desentrañar con precisión qué parte de esas diferencias era atribuible a los genes y cuál a las hormonas.
El avance logrado ha permitido distinguir claramente el impacto de las hormonas sexuales sobre la inmunidad. Todo ello gracias a un enfoque innovador: estudiar a personas transgénero que se someten a terapias hormonales de afirmación de género.
El estudio se centró en 23 hombres trans, en este caso, personas asignadas como mujeres al nacer que han recibido tratamiento con testosterona en su vida adulta. En la investigación, llevada a cabo de acuerdo a la ética médica, se estudió la respuesta inmunitaria de individuos cuyo perfil genético permanece femenino, pero cuyos niveles hormonales cambian a los de un hombre. Esta particularidad permitió identificar qué partes del sistema inmunitario están reguladas directamente por las hormonas sexuales, en lugar de las diferencias genéticas entre los sexos.
Los resultados fueron sorprendentes. El aumento de los niveles de testosterona y la consiguiente disminución del estrógeno afectan el equilibrio entre dos actores protagonistas de nuestras defensas: los interferones de tipo 1 (IFN-1) —esenciales para la respuesta antiviral—, y las señales proinflamatorias como el factor de necrosis tumoral alfa (TNFα) —cruciales para defendernos contra bacterias y presente en las enfermedades inflamatorias—.
De hecho, claramente se evidenció una bajada de lo que nos defiende frente a los virus y, en cambio, un incremento en la respuesta inflamatoria. Haciendo una asociación rápida, recordemos que durante la pandemia de la Covid-19 el impacto en cuanto a gravedad era mayor en hombres que en mujeres. Quizá aquí está la respuesta: la testosterona afecta la actividad antiviral y favorece la inflamación, es decir, la temida tormenta de citoquinas.
Mas, ¿por qué el sistema inmunitario necesita ser regulado de manera diferente con arreglo a los niveles hormonales que definen el fenotipo sexual?
Los investigadores sugieren que el sistema inmunitario se adapta dinámicamente a los cambios hormonales para enfrentar mejor las necesidades del cuerpo en distintos momentos de la vida. Por ejemplo, durante la pubertad —cuando los cuerpos de hombres y mujeres maduran sexualmente—, los desafíos que enfrentan sus organismos cambian drásticamente.
En las mujeres, el sistema defensa debe regularse de manera que facilite un embarazo, de no ser así abortaría ese 'ente extraño' que crece en su interior. Mientras, en los hombres debe adaptarse para promover el crecimiento muscular.
No se nos ha escapado que el estudio tiene implicaciones directas para las personas transgénero que reciben terapia hormonal. Las terapias hormonales de afirmación de género son fundamentales para la salud física y mental de estas personas; sin embargo, este nuevo hallazgo destaca la importancia de realizar un seguimiento a largo plazo de su salud inmunitaria, algo que merece más atención científica y médica.
Todo esto nos recuerda la complejidad y sofisticación de nuestro cuerpo, y cómo la ciencia sigue desvelando los misterios de los mecanismos biológicos que regulan la salud. En un mundo donde la medicina personalizada es el horizonte, el descubrimiento de la influencia de las hormonas sexuales en la inmunidad nos acerca un paso más a tratamientos adaptados a las necesidades de cada persona, más allá de su genética y género.