He leído varias veces el discurso de clausura que nos regaló el Defensor del Pueblo, Ángel Gabilondo, en nuestro III Observatorio de los ODS celebrado los días 16 y 17 de septiembre en Madrid.

Y no solo lo he leído. Lo he reflexionado. Y he intentado responder a la pregunta con la que nos interpeló en el comienzo de su intervención, una cuestión perteneciente a Emmanuel Kant: "¿Hacia dónde camina el ser humano?". No he sido capaz de encontrar la contestación que esté a la altura de semejante 

Por una razón fundamental. Porque me cuesta trabajo discernir de qué ser humano hablamos cuando hablamos de ser humano. ¿Hablamos de quienes tienen en sus manos la posibilidad, no digo de acabar, pero sí de aliviar la pobreza del mundo y ahondan la brecha? ¿O de quiénes exclaman "hagamos nuestras las necesidades de los demás"? Esta cita de Isidro Fainé, presidente de la Fundación La Caixa, que hizo Sergi Loughney, director de Relaciones Institucionales del Grupo Fundación La Caixa, en la apertura del Observatorio, ayuda a mantener la esperanza.

¿Hablamos de quienes han asumido que vivimos en la época de las fake news? ¿O de quiénes hablan de credibilidad y la practican? Porque no basta con hablar de sostenibilidad, sino de demostrarla con hechos y con informaciones fehacientes y veraces. Así lo aseguró la vicepresidenta de El Español y editora de Enclave ODS, Cruz Sánchez De Lara, que apeló a la concienciación y a la unidad para superar los obstáculos que aún existen en el camino de la transición sostenible, mirando hacia un futuro creíble. 

¿Hablamos de quienes invaden países o bombardean a los vecinos? ¿O de quiénes se dejan la vida por construir la paz? ¿De quiénes tratan a los humanos como basura o de quienes hablan de residuos en lugar de desechos, porque en la palabra está la solución de la circularidad, porque el desecho es tóxico, mientras que el residuo puede convertirse en un recurso que se gestiona?

El secretario de Estado de Medioambiente, Hugo Morán, dejó claro que en general nos referimos a desarrollo cuando lo hacemos desde Europa sobre otros lugares, sobre otros países, especialmente del sur, mientras que decimos crecimiento cuando la referencia se hace de nosotros mismos. ¿Hablamos de esos seres humanos, nosotros, o de quienes entienden que la inmigración es un componente necesario de nuestra economía occidental?

¿Nos referimos a seres humanos que niegan la necesidad de cumplir con los preceptos que se dio la ONU y sus países y llegar a las metas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible en 2030? ¿O los vemos encarnados en quienes piensan que, como dijo, Federico Mayor Zaragoza, presidente de la Fundación Cultura de Paz, los ODS son la nueva Declaración de Derechos Humanos?

¿Nos referimos a quienes no reconocen la necesidad de reciclar, de pasar de una economía lineal a una circular, con el resultado de que en nuestro país solo estemos en una tasa de circularidad de un 8 por ciento, bajando de la tasa anterior del 10 y frente al 11,5% en Europa? ¿O a quién como hace la fundación Ecomar y contó su fundadora y presidente recoge basura del mar y sus playas? Solo por poner un ejemplo, 67.000 colillas de las playas…

¿Humanos quienes se avergüenzan por recurrir a terapeutas psicológicos o avergüenzan a quienes lo hacen? ¿O tal vez personajes como la gimnasta Simone Bailes —una de mis ídolos— que han normalizado no solo lo natural que puede ser tener un bajón emocional, un agotamiento mental y, sobre todo, el reconocimiento de la capacidad de salir de ese agujero y hacerlo fortalecida?

¿Humanos quienes siguen renegando de la aplicación de los valores de la sostenibilidad en las empresas y continúan hablando de coste de la sostenibilidad en lugar de hacerlo de valor? ¿O quiénes fomentan empresas sostenibles que están midiendo y monitorizando mejor sus riesgos y, por tanto, pueden ser más rentables?, como recordó la presidenta de Women Action Sustainability (WAS), Mónica Chao.

Humanos. Seres humanos. Personas… ¿hacia dónde caminamos?, ¿dónde estamos?, ¿cómo nos miramos, actores de este cambio necesario? Porque no lo olvidemos, no estamos hablando de una entelequia cuando lo hacemos de sostenibilidad. No es un concepto que se sube a las nubes o a la nube. No es un objetivo a alcanzar de manera inmediata. 

Estamos ante estrategias a largo plazo, para las que hay que encender las luces largas. Como en todo lo trascendente. Como se dijo en el III Observatorio de los ODS, tampoco nosotros en nuestras decisiones domésticas tomamos decisiones importantes solo midiendo el corto plazo. Y estamos ante determinaciones que afectan a las personas. Son lo más importante. Afectan a las vidas de las personas. Nos afectan a nosotros, a nosotras, a todos, por el futuro, pero también por el presente. Pensando en nuestros descendientes. Por supuesto. Pero también en nosotros mismos. 

El III Observatorio de los ODS fue un alegato por la diversidad de pensamiento. Y por el disfrute del talento, más allá de la idea a veces excesivamente manoseada de su retención. Por hablar de recursos en lugar de basuras. Por interiorizar la sostenibilidad, más allá de sensibilizar. Por entrenar la mente más allá de referirse a terapias. Por la mirada integral a la persona y de la persona en su integridad. Por el compromiso. Por las alianzas. Por la esperanza. Por el diálogo. Por la educación como base de la libertad y la responsabilidad en la que puedan inspirarse los principios democráticos. Por eliminar el adjetivo ilegal aplicado a las personas, como recordó el Padre Ángel, fundador de Mensajeros de la Paz. 

Hablamos de humanos capaces de inventar su propio futuro. Con propósito. O con activación de proyecto. Teniendo en cuenta no solo la huella de carbono, no solo el impacto medioambiental, sino midiendo, como dijo Marta García-Valenzuela, socia en Talengo, la huella que los líderes quieren dejar en el mundo.

¿Camina el ser humano hacia lo mejor? Lo dijo el Defensor del Pueblo. Depende de lo que hagamos.