Lo escuché hace unas semanas durante la II Jornada de Sostenibilidad Empresarial organizada por Regusa. Se lo volví a escuchar a la CEO de esta empresa especializada en la recuperación y reciclaje de todo tipo de materiales y activista del residuo cero, Helena González: “Hay que volver a los básicos para construir el futuro”.

Y lo tenía claro, pero lo tuve mucho más unos días después, cuando con MAGAS, el vertical de mujer y estilo de vida de El Español, celebramos la I Jornada Mujer Rural: Talento y Liderazgo, en una población de la Extremadura rural, Villanueva de la Serena, en la provincia de Badajoz. Diputación y Ayuntamiento fueron los precursores de este encuentro en el que homenajeamos a las mujeres rurales extremeñas que en realidad, en este caso, son la punta del iceberg de tantas otras que pueblan el territorio nacional.

El encuentro se produjo justamente el 2 de octubre, un mes que podríamos llamar 'mes M', teniendo en cuenta los múltiples acontecimientos que atañen a la mujer: día del cáncer de mama (19), día de la menopausia (18) y día de la mujer rural (15). Y se celebró como una manera de poner en valor la vida desde uno de los elementos aparentemente más pequeños. Y no me refiero al átomo, sino al factor del que en gran parte dependemos. Porque sin el ámbito rural, sin el campo y todo lo que conlleva, somos poca cosa los humanos.

La vicepresidenta de El Español, Cruz Sánchez de Lara, que siempre presume de pueblos, y que pasó parte de su infancia en Villanueva de la Serena, me dijo algo precioso antes de terminar la jornada, y es que me quedaba muy bien el pueblo. Sabiendo como sabe que siempre he sido urbana y que nací en Madrid, desconocía que se trataba de un piropo. Lo fue.

Porque, en efecto, esa sensación de realidad, de normalidad, de cotidianeidad, de tierra llamando a tierra, me gusta tanto como tanto deseo y deseaba honrar a tantísimas mujeres fuertes, líderes y con talento allí reunidas. Mezcladas con algún que otro hombre, destacaban científicas, tecnólogas, educadoras, sanitarias, agricultoras poniendo color y entusiasmo entre los cuadros de la pinacoteca Pilar Molino, en el Museo Charo Acero que nos acogía.

Allí nos reunimos en mesa redonda para poner de manifiesto la necesidad imperiosa de valorar a tantas que siempre fueron líderes y a las que los son, que son tantas. En realidad, muchas especialmente del mundo rural, y no solo de Villanueva de la Serena, por supuesto, han sido siempre jefazas. De su historia, de su realidad, de sus hogares. Administradoras únicas, CEO’s de la empresa para las que su destino las había preparado. Siempre que sea posible, deberíamos hacerles la ola.

Y hoy, con las posibilidades mayores que otorgan otros destinos siguen siendo homenajeables aquellas, las que deciden quedarse en las zonas rurales, las que trabajan por su propia evolución y la de sus diferentes comunidades y tantas y tantas líderes que al fin comienzan a ser visibilizadas. Y si no lo están, deben serlo. Más y más.

'Si la mujer se queda en el pueblo se queda la familia y crece la comunidad'. Lo dijo el presidente de la Diputación de Badajoz, Miguel Ángel Gallardo y creo que nos llegó al alma a más de una y más de dos de los allí presentes. Cuánta razón y cuánto objetivo en una frase tan corta y contundente.

La igualdad, la ruptura de estereotipos, la diversidad se convierte en una necesidad si cabe mayor en pequeñas comunidades en las que todos son testigos y pueden convertirse en cómplices de un cambio. Y el cambio se está produciendo. Quedó claro en nuestra mesa redonda, en la que la alcaldesa de Villanueva de la Serena, Ana Belén Fernández González, defendió a tantísimas mujeres que creen en lo que crean y trabajan por el crecimiento de su localidad, una realidad escalable a todo nuestro país.

Lo dijo Cruz Sánchez de Lara, que muchas mujeres como ella son el ejemplo de que no hay fronteras entre ese mundo que llamamos rural y el urbano cuando se trata de hablar de liderazgo. Todas podemos ejercerlo (ellos también, faltaría más, pero hablábamos de mujer rural).

Y en esa ruptura de fronteras son especialmente llamativas las autopistas, las comunicaciones, desde luego, y la tecnología que las hace plausibles. Pero también, como se contó durante la jornada, esas otras autopistas invisibles que generan lazos entre no se sabe quién y entre no se sabe dónde, autopistas intangibles que, sin embargo, hacen muy tangible la transformación.

Se trata de un cambio evidenciado en empresas de tecnología, en compañías de mujeres, como Fátima Silva Parra, dedicada a introducir a la tecnología a jóvenes o mayores que ven cómo las herramientas digitales son capaces de dar un giro y estimular sus vidas. O como la de Nazaret Iglesias Asensio que explicó cómo en pocos años ha puesto en marcha una empresa, NIA, con casi cincuenta empleados que trabajan en la atención a dependientes de todo tipo en comunidades locales.

La transformación es patente entre la sociedad civil capaz de avanzar en la defensa de una evolución permanente hecha realidad en la gastronomía, pero también en la moda y desde luego, y mucho, en la cultura, en una cultura transformadora. Como la de Di Lee, una compañía que se expande por diferentes localidades, nacionales e internacionales, y distintas instituciones, para no dejar fuera de la lectura a ningún colectivo, cuidando especialmente a los más vulnerables o con más necesidades formativas.

Hablamos de evolución y hablamos de la acción de las políticas públicas como las relatadas en la mesa redonda por la diputada del Área de Igualdad de la Diputación de Badajoz, Lourdes Linares, muchas de ellas destinadas a la incorporación posible de las mujeres rurales a cualquier sector. Pero desde luego también movidas desde la sociedad civil. Y de una manera imperiosa, porque como dijo también el presidente de la Diputación de Badajoz, mientras siga habiendo mujeres rurales que no estén visibilizadas hay que seguir trabajando por hacerlo posible.