Yo no quiero más días contra la violencia de género.

Ni más días de la mujer.

Ni, parafraseando al maestro Sabina, morirme con nadie si se mata, ni matarme con nadie si se muere.

Queremos amores civilizados, quiero amores civilizados, sin muertes que valgan, amores libres, amores valientes, sin más posesión que tal vez la de un columpio común, por volver a Sabina.

Curiosamente, he escuchado dos veces en esta semana eso de no quiero, no querría. Y yo tampoco. En serio. Se dijo, lo dije incluso yo, durante la Jornada 'El compromiso de las empresas en la lucha contra la violencia de género', organizada por el despacho de abogados Montoro Aramburu&Gómez-Villares Atencia, en colaboración con la Cámara de Comercio de Madrid.

Se dijo que no se deseaban más días contra la violencia de género, porque por lógica sería la señal inequívoca de que ni una más habría sido asesinada por su pareja o expareja. Ahora bien…, qué hipótesis tan utópica hoy por hoy.

Y se dijo en la entrega de premios Mujeres A Seguir (MAS) que ojalá no hubiera necesidad de seguir otorgando galardones exclusivos de reconocimiento a la carrera de mujeres en general, jóvenes que están abriendo ya el camino de la referencia a otras y, de paso, a la sociedad. Y no solo se dijo, sino que desde el escenario la imagen de un niño de inquietantes ojos azules clamaba el eslogan de los premios de este 2024: "Él será feminista".

Rodeadas y rodeados por mujeres de gran valía, quedaba en el aire una palabra, huella, y otra más, compromiso, frente al propósito. La huella que en general buscamos dejar las mujeres de nuestro paso por la existencia, por la familia, la sociedad, la empresa...

En cuanto al compromiso, pensé en Eugenio, "¿Saben aquel que diu" que hay una gran diferencia entre la vaca y el cerdo? Porque la vaca es una colaboradora que da su leche para alimentarnos, mientras que el cerdo, sacrificado, se compromete hasta la muerte. Un mismo propósito, dos compromisos diferentes. Ese que conduce a dejar huella.

Eso sí…, no hasta la muerte… Pero hablando de ella y volviendo a la jornada del 25 de noviembre, resultó, horror, que entramos en la jornada con una cifra de asesinadas y salimos con otra. Entramos con 41 y salimos con 42. Y siendo todas y cada una de ellas importantes, siendo cada una de ellas una tragedia para cada una de sus existencias hasta llegar a la muerte, la última fue un mazazo. ¡Una niña!

Escuchaba atónita hablar sobre Cloé, la joven de 15 años asesinada por su novio, un violento de 17, que según el entorno de la víctima la maltrataba psicológica y físicamente. Recordaba,  justamente, que durante la ponencia marco que había hecho en la Jornada había alertado de la violencia adolescente como una nueva realidad a la que necesitábamos hacer frente, con las denuncias, esas que Cloé tanto temía.

Recordaba que en la ponencia había recalcado que el entorno, especialmente la familia, podía ejercer ese derecho a denunciar, tras escuchar precisamente unos días antes el caso de una adolescente de edad similar a la aludida que también al cortar con su novio recibía insultos y amenazas.

"Me gustaría —dije— hacer un llamamiento especial a las familias para que no miren hacia otro lado y para que entiendan que determinadas actitudes de los chicos hacia sus amigas o de los chicos hacia sus hijas no son normales". 

Sin llegar a la violencia extrema que conduce a la muerte, según datos del Instituto de las Mujeres, un 80 % de las jóvenes ha experimentado algún tipo de acoso en redes sociales, es decir, ha sufrido violencia digital. Puede tratarse de una violencia más sutil o más silenciosa, aunque de contenidos fuertes. Y también aquí hay un problema con denuncias porque dos de cada tres no se interponen.

En tiempos de inteligencia artificial, el ciberacoso, el sexting no consentido o la suplantación de identidad son por desgracia delitos cada vez más frecuentes que afectan, especialmente, a mujeres y niñas. De los casos reportados de violencia digital en España, según la Agencia Española de Protección de Datos, en 2022, el 70 % de los denunciados estaba relacionado con violencia digital, dirigida a mujeres y niñas, incluyendo la publicación no consentida de imágenes como manera de humillar a sus víctimas. 

La buena noticia es que se ha creado un canal prioritario de denuncias, especialmente dedicado a eliminar contenido sexual o violento, publicado sin consentimiento y que de los casos reportados en 2022 el 90 % logró la retirada inmediata del contenido. 

Según el Instituto Nacional de Estadística, un 33 % de mujeres mayores de 16 años ha sufrido violencia de género, cualquier tipo de violencia de género. Difícil meterse en la mente del agresor. Difícil meterse en la de la agredida. Pero no tanto meterse contra sus actos, a una edad temprana en la que, aún, teóricamente, es posible actuar. 

Así que, sí, necesitamos días contra la violencia de género.

Mientras haya dudas en torno a su existencia.

Mientras en esas dudas, se ponga el acento en la víctima.

Mientras se produzca movimientos regresivos en torno a la necesidad de protección a las víctimas…

Habrá urgencia y necesidad por seguir trabajando desde múltiples frentes. Uno de los fundamentales es la educación y la formación; en las familias y en la escuela, potenciando políticas de igualdad, como valores sociales, dotando a las y los más pequeños y jóvenes de herramientas para lograrla. Y todo ello con la complicidad de la otra mitad social. Porque si queremos sociedades igualitarias, los hombres deben estar implicados en una transformación que además les beneficia.