21 de agosto de 2013. La fragilidad del escenario sirio amenazaba con estallar de un momento a otro. Día tras día se recrudecían los enfrentamientos entre el Gobierno de Bashar Al Asad y las fuerzas opositoras; las manifestaciones terminaban con decenas de heridos y víctimas mortales; se prohibía la entrada de periodistas para sumir al país en un vacío informativo. Y, en ese contexto, se registra un ataque con armas químicas sobre Guta, un suburbio de la capital, Damasco.
Aquel episodio evidenció la fractura que la comunidad internacional mantenía sobre Siria. Por un lado, algunos líderes mundiales -con Barack Obama a la cabeza- consideraban que Bashar Al Asad había traspasado la “línea roja” y comenzaron a debatir sobre una posible intervención. Por el contrario, otros países como Rusia e Irán negaban la implicación del mandatario sirio.
Los países que apoyaban una intervención plasmaron su intención en un documento que la Casa Blanca hizo público: “Condenamos en los términos más fuertes el horrible ataque con armas químicas en los suburbios de Damasco. (…) Hacemos un llamamiento para una respuesta internacional ante esta grave violación de las normas. (…) Los que perpetraron estos crímenes deben rendir cuentas”. Once países, entre ellos, España, rubricaron el texto.
Esta semana, en una intervención en el Foro ABC, el presidente Mariano Rajoy modificó su discurso respecto al de entonces: “Toda contribución a luchar contra DAESH es bien recibida”. Además, agregó que es importante tener claro quién es “el enemigo”: “El objetivo es el terrorismo yihadista y no otros distintos”, en clara referencia al régimen de Bashar Al Asad.
Previamente, en una entrevista emitida en Antena 3, se referiría directamente al presidente del régimen sirio: “En un primer momento, hay que contar con él -señalaba- Hay personas a las que más adelante habrá que apartar, pero ahora mismo el enemigo al que hay que golpear duro es el Estado Islámico”.
Fuentes del Ministerio de Interior han respaldado esta afirmación. Según su criterio, es “un hecho” que Bashar Al Asad represente la cúspide del panorama político sirio. Por tanto, asumen, es un “actor importante” de cara a una hipotética negociación que tenga por objetivo tratar de estabilizar la región.
“El cambio de posición sobre lo que ocurre en Siria es un cambio general”, considera Félix Arteaga, investigador del Real Instituto Elcano. “Toda la comunidad se ha visto ante la necesidad de revisar su planteamiento sobre lo que estaba ocurriendo, porque el sistema de acción a distancia no estaba dando ningún resultado decisivo a corto plazo -considera-. Por otro lado, todos los países, especialmente los occidentales, se resisten a enviar tropas allí a pelear una pelea que es de otros”.
Según el investigador, los últimos movimientos orquestados por Vladimir Putin han obligado a revisar la postura sobre una posible intervención en Siria: “Bashar Al Asad va perdiendo capacidad, número y recursos. Pero ese agotamiento, tras la aparición de Rusia, puede alargarse en el tiempo. La idea es que, si no se puede combatir contra todos a la vez -refiriéndose al presidente sirio y al Daesh-, hay que elegir contra quién hacerlo. Quien realmente nos complica la vida es el Estado Islámico y, por eso, se baraja la posibilidad de aparcar la cuestión del futuro de Siria y centrarse en el terrorismo”.
Por su parte, Eduard Solar i Lecha, especialista en Oriente Medio del instituto CIDOB (Barcelona Centre for International Affairs), considera que el cambio de postura del Gobierno español se debe a los intereses nacionales que podría haber en Siria: “La constatación de los servicios de inteligencia es que hay ciudadanos españoles -muchos de ellos, procedentes de Ceuta y Melilla- que están implicados en el conflicto. Uno de los elementos que preocupan es el retorno de estos combatientes, que lo hagan cansados y radicalizados, o que vinieran ex profeso para cometer un atentado. Son dos preocupaciones presentes y que condicionan la forma en la que España se acerca a este conflicto”.
En lo que los analistas coinciden es que la crisis siria ha dejado en evidencia las diferencias dentro de la Unión Europea. Elisa Lledó, del think tank FRIDA -de relaciones internacionales y diálogo exterior-, habla de “fracturas” dentro de la organización: “Europa necesita ir ahora a la raíz del problema: al avispero sirio”, considera. Además, apunta, el cambio de discurso del Ejecutivo español está en consecuencia con el de la comunidad internacional: “[Este cambio] responde más bien a la necesidad de alcanzar una solución al problema sirio, agravado en parte por la llegada masiva de refugiados a Europa y por el aumento de los flujos de combatientes terroristas extranjeros”.
¿Qué papel juega España en esta crisis?
“Oriente Próximo es una de las prioridades geográficas de España dentro del Consejo de Seguridad”, prosigue Lledó. Precisamente, nuestro país preside este mes el organismo de las Naciones Unidas. “España es la encargada del dossier humanitario sobre Siria y Afganistán, lo que hace comprensible la importancia de esta cuestión para el país”. La investigadora recuerda, además, las recientes declaraciones del ministro de Exteriores español, José Manuel García-Margallo, en las que pedía combatir este terrorismo desde “una perspectiva amplia y a medio-largo plazo”. En este sentido, sería fundamental erradicar los flujos de combatientes terroristas extranjeros o poner fin a las vías de financiación de Daesh.
Por su parte, Félix Arteaga, del Real Instituto Elcano, considera que nuestro país no puede más que “seguir la línea tradicional del Consejo de Seguridad”: “Lo que España puede hacer es buscar una solución a las partes, hablar con todos y apoyar al representante de Naciones Unidas en la zona que trabaje en una solución negociada. Y mientras, aliviar la situación humanitaria sobre el terreno. En los últimos meses, además, apoyar a las agencias de las Naciones Unidas que acogen a los refugiados. Aparte de eso, poco más puede hacer”.
Solar i Lecha, de CIDOB, se alinea en la postura de Arteaga: “España sigue en la línea que marcan otros, no es un creador de política en cuanto a lo que está ocurriendo en Siria”.
Según el Observatorio Sirio por los Derechos Humanos, 310.000 personas han perdido la vida desde el inicio del conflicto. Según ACNUR, además, más de cuatro millones de personas han huido del país.