Hacia las nueve de la mañana y después de una noche de farra, Antonio Baños estaba sentado en las escaleras del metro de Plaza Universidad de Barcelona. Era a principios de los 2000 y hablaba con Cristina Fallarás, compañera de universidad y larga pareja de juergas y charlas. Baños, hoy diputado de la CUP, le dijo: “Cristina, se ha acabado la frivolidad”. La frivolidad era la fiesta y su final suponía el inicio del activismo.
Entre finales de 2000 y 2003, Baños estuvo en las protestas antiglobalización de Praga, Barcelona, Génova, Sevilla y Evian y ejerció como escudo humano en la franja de Gaza durante la segunda intifada y en Irak antes del inicio de la guerra. Antes de los bombardeos, más de 100 españoles viajaron a Irak.
En aquel movimiento antiglobalización barcelonés estaban también Ada Colau y David Fernández, a quien Baños sustituyó como número uno de la CUP antes de las elecciones. Pero el compromiso activista de Baños con el fin de la frivolidad tomó otro giro a partir de finales de 2005, cuando fichó por el diario ADN.
Baños es periodista desde principios de los 90 y nunca ha dejado de colaborar en uno u otro medio. Ha centrado su actividad en tres ámbitos: la crítica cultural, el periodismo económico y la opinión. En sus más de 20 años de carrera ha colaborado con más de 20 medios entre prensa, radio y televisión. Ésta es una lista aproximada: Ajoblanco, El Periódico, Público, La Vanguardia, ADN, Qué Leer, El Diario, Singular Digital, BTV, Rac1, Cadena Ser, Com Ràdio, RNE, Onda Cero, Catalunya Ràdio, TV3, Canal 33, Cuatro y La Sexta.
La colaboración implica sólo enviar un artículo o hablar en una tertulia. No ir cada día a la redacción. Las redacciones Baños no las ha pisado a menudo.
En su libro La rebelión catalana, describe dos modelos de trabajadores. El primero es el de los de “entro a la hora, ficho, hago el trabajo y nadie me molesta” y “yo lo que quiero es tranquilidad, una nómina y estabilidad”. El segundo modelo es el de los de “yo quiero ser mi propio dueño” y “trabajo cuando quiero y con quien quiero”. Baños sigue este segundo modelo.
Cristina Fallarás me hizo una comparación magistral para definir este estilo laboral y vital de Baños: “Es una combinación de Jim Morrison y Amy Winehouse más que Bono de U2".
Pepe Ribas es el fundador de la revista Ajoblanco y dirigió a Baños en uno de sus empleos más constantes. “De repente desaparecía”, dice Ribas. ¿Un par de días?, le pregunto. “Más bien cuatro”, dice. Y añade: “Antonio necesita ausencia”.
No fue la única “ausencia” comprobada de Baños. En el periódico ADN también desapareció algunos días. Baños hace a gusto el trabajo que le gusta.
La periodista Lucía Lijtmaer coincidió con él en ADN y en un programa organizado por Caja Madrid llamado El Diferencial: “Creo que le define la capacidad de trabajo. No le he visto aceptar trabajos en los que no crea. Recuerdo una broma que solíamos hacer sobre un comentarista de esos de ‘hoy ha salido el sol, me casco una columna sobre el sol’. Baños detesta esas cosas. Le dan vergüenza ajena”.
El diputado de la CUP es inconsistente si algo no le gusta o le aburre. “Nunca pudo estar en una redacción de periódico. Ahora estará en un lugar más mediocre [el Parlament]”, dice Fallarás. En su libro La economía no existe, Baños explica que el trabajo diario es algo poco humano: “Los antiguos (que no eran tontos) ya veían que el trabajo y el luminoso esplendor de la vida casaban mal. [...] Lo más despreciable del trabajo era la supeditación del trabajador a otra persona”.
Enrique Murillo, editor de sus dos libros La economía no existe (2008) y Posteconomía (2012), tiene esa preocupación: “Me preocupa Antonio por una razón muy sencilla. Ha trabajado muchas horas pero nunca ha tenido que fichar. ¿Qué va a hacer ahora cuando cada mañana deba ir al Parlament?” La solución para Murillo es sencilla: “Debería dimitir”.
Antonio Baños no habla conmigo
Antonio Baños no ha querido hablar para este perfil. Me dio dos razones similares. La primera, que la CUP es “una candidatura colectiva” y por tanto no quiere ser el líder central. La segunda, que no está de acuerdo en “airear las partes no políticas de la gente ni su infancia ni sus afectos”.
La primera vez que contacté con Baños accedió a confirmar algunos de los datos. Cuando le mandé un nuevo correo tres días después, declinó: “Si participo, avalo el texto final”, escribió. Este perfil se basa en sus textos, en entrevistas de otros medios y en conversaciones con 17 personas que han tratado a Baños en distintas etapas.
La negativa de Baños es una forma de no responder a dudas razonables. No le iba hacer preguntas sobre rumores a detalles íntimamente privados, que también he oído. Hoy Baños es un representante público. Los ciudadanos tienen derecho a conocer a quién contratan.
El papel despreocupado y gracioso de Baños como líder de electoral de la CUP ha sido clave para el éxito en las elecciones. Es cierto que la CUP es un liderazgo compartido: la número dos, Anna Gabriel, participó en uno de los tres debates principales. Pero en Cataluña sólo destacaron las dos participaciones estelares de Baños.
El articulista Salvador Sostres, hoy en ABC, coincidió con Baños a mediados de los 90 en el suplemento Vang de La Vanguardia: “Me encantaría que al menos un 10% de nuestras ideas coincidieran, porque Baños es de esos tipos que empezarías a abrazar a las ocho de la tarde y no acabarías nunca”. La admiración por el estilo desenfadado de Baños es contagiosa, según Sostres: “Mis amigos de derechas quedan fascinados cuando lo llevo”.
Baños causa admiración. “Escuchar a Baños mientras te echabas al coleto un menú de bar te instruía mucho más que un mes entero dándole al F5 en el ordenador”, dice Miqui Otero, que trabajó junto a él en ADN y hoy colabora en El País y La Vanguardia y da clases en la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB).
Para Sostres, Baños tiene muchos méritos pero destaca tres: “Quiere hacer la revolución pero no es nada grandilocuente, no se hace el triste en una esquina y no te mete chapas”.
La revolución anticapitalista es el objetivo principal de Baños. “La escritura, la política son sólo herramientas para ese fin”, dice Sostres.
La independencia de Cataluña sería otra herramienta. Baños ha escrito tres libros. Dos son anticapitalistas –La economía no existe y Posteconomía– y uno es independentista: La rebelión catalana. El objetivo de todos es el mismo: desmontar el sistema.
La conclusión de Baños es simple: es más difícil desmontar España y la Unión Europea que montar una república catalana de cero. Los tres libros son retazos sobre por qué el sistema funciona mal.
La meritocracia, escribe en La economía no existe, premia hoy “a los más fieles devotos de los ritos de la economía: puntualidad, obediencia, laboriosidad y la tautológica profesionalidad” en lugar de “reconocer los valores no económicos como la bondad, el amor filial, la valentía, el ingenio o la humildad”.
El imperio de los precios es otro lamento de Baños: “En el camino se quedó la vieja idea griega del lyuein. Una libertad sin precio. La de Dioniso ofreciendo los bienes naturales. Esos bienes que se nos libran sin mediar pago, como el de una fruta silvestre o el baño que nos regala una playa”.
En una entrevista en La Vanguardia en 2012 aclaraba cómo se vive así: “Vivir de una manera moral y justa, siendo feliz con cosas que no tengan precio: bebiendo agua del grifo, llamando desde el fijo, remendando los pantalones”.
La desobediencia ante el sistema no es para Baños una utopía. Da la sensación de que el sistema no puede ofrecerle nada –dinero, poder, cargos, gloria– que pueda querer. Si en Convergència creen que pueden seducir a Baños con estas mieles, se equivocan de persona.
La llamada independentista
El viaje de esos planteamientos a la CUP fue natural. A principios de 2012, Libros del Lince publicó Posteconomía. “No había ninguna referencia nacionalista”, dice Murillo, su editor. Aunque Lucía Lijtmaer cree recordar que “ya en 2010-2011 en conversaciones sobre la crisis él hablaba de la república catalana y muchos se reían”.
Yo no he encontrado ninguna referencia pública de esa época. El 11 de septiembre de 2012 fue la primera gran manifestación por la independencia en Barcelona. En 2013 publicaba su primer libro en catalán. Se titulaba La rebel·lió catalana y era un encargo de la editorial labutxaca, del Grup 62.
En la solapa Baños escribe sobre sí mismo en tercera persona, como es habitual: “Sudó la gota gorda en la Diada de 2012 como casi todos los catalanes que fueron y, como todos, se emocionó y sintió el vértigo de una nueva época que empezaba”.
Ese libro lo presentó en Barcelona junto a David Fernández, entonces diputado de la CUP. Según la crónica de eldiario.es, Baños y Fernández se conocieron ese día: “Se conocieron ayer, minutos antes de la presentación y, independientemente del beso en los labios que se dieron, parecía que se conocían de toda la vida”.
Ese año se fundó Súmate, la organización de independentistas castellanohablantes. Baños fue miembro casi desde el principio. El catalán de Baños es perfecto, pero su origen charnego le llevó a Súmate. Baños no llegó a la independencia por el nacionalismo sino por la revolución. Después de la presentación se fue a cantar el gol de la selección española. Aquel 26 de marzo de 2013, en un partido de clasificación para el Mundial 2014, España ganó a Francia 0 a 1 con gol de Pedro.
Ese salto al independentismo no fue inane. Por el camino tuvo una reyerta pública con su vieja amiga la periodista Cristina Fallarás, que había sufrido un desahucio de su piso en Barcelona explicado en su libro A la puta calle.
Cuando Baños se enteró, apareció un día por su casa con un jamón: se lo dio y se fue. En 2014, Fallarás advirtió en televisión (a partir del minuto 27) a Eduardo Reyes, presidente de Súmate, que servían para ayudar a que Artur Mas capitalizara en Cataluña las ansias de cambio social que había también en el resto de España.
Baños respondió en una carta pública titulada “Querida Cris” en la que decía: “Somos parte de un futuro que os rompe cómodos esquemas”. Fallarás quedó expuesta a titulares duros en medios independentistas.
Orígenes obreros y pijos
Antonio Baños creció en la calle Escocia de Barcelona, en el límite entre los distritos de Horta, Sant Andreu y Nou Barris. Tuvo un abuelo falangista y otro anarquista. Uno fue “alcalde franquista de Sant Andreu, hijo de puta y super putero. Allí entendí de dónde venía ese gen mío”, cuenta en esta entrevista con Kiko Amat.
El abuelo anarquista era “de esos anarquistas higienistas: recto, limpio, pelo corto, nudista (en la playa), nunca bautizó a su hija”. No la bautizó pero le puso Llibertat de nombre y la llamaban Liberty.
“Fue la primera niña con pantalones en Sant Andreu”, dice Baños. A los pocos años tuvieron que cambiarle el nombre por María del Carmen. Si de un abuelo se llevó un gen, del otro se llevó no sólo una manera de ser sino de vestir. “Que Baños vista chaleco y corbatín tiene que ver con su abuelo, el típico anarquista medio dandy”, dice el periodista Miqui Otero.
Baños estudió en un colegio privado y progre: el Virolai. “Había mucha mezcla social, desde gente muy pija hasta algún hijo de gente del barrio que trabajaba en la escuela”, dice Eduard Huguet, que estudió allí unos años después de Baños.
El Virolai había nacido unos años antes. Inspirado en unos vagos ideales cristianos, tenía como uno de sus objetivos principales la educación en catalán. Coral Regí, que es hoy la directora, fue profesora de Baños en BUP. “Era un alumno más”, recuerda.
El Virolai estaba en el Carmel, que entonces era un barrio peligroso: “Había un señor grande, ex guardia civil, que acompañaba a los que bajábamos por el Parque Güell para evitar atracos. No es que fueran muy habituales, pero te robaban la chaqueta, la cartera. Eran los quillos del Carmelo, básicamente adolescentes gamberros”, recuerda Huguet. Baños tiene de aquellos paseos un recuerdo más peliculero: “Acabó acudiendo la policía, organizando convoyes para escoltarnos como en el Far West”. Era la Barcelona antes del turismo.
Baños estudió periodismo en la Universidad Autónoma de Barcelona. Allí formó con cuatro amigos el grupo de rock Los Carradine, su segunda faceta creativa después del periodismo. Para Baños era su tercera banda. Los Carradine se pronuncia en castellano (nada de “Carradain”) y es un homenaje a John Carradine y a sus cuatro hijos actores. El más famoso fue David, protagonista en los 70 de la serie Kung-fu.
Los Carradine tuvieron una vida amateur de casi 20 años y cuatro maquetas: dos en inglés y dos en castellano. En 2007, cuando los componentes rozaban los 40 años, sacaron su primer disco. Suenan a Siniestro Total y han dicho que son los Violent Femmes españoles. Ellos mismos se definen así: “Respeto para todos, no al buenismo inocuo (ni al buenrollismo hipócrita), no a la conculcación de derechos, sí a la libertad individual, sí a una miradita crítica a lo que pasa, no a los abusos del poder”.
Su productor, Santi García, los describe así: “Eran sobre todo actitud, renunciaban a la perfección”. No tenían complejos artísticos. Como la escritura o la política, la música era otra herramienta de Baños para inculcar el espíritu de la revolución.
El primer disco de Los Carradine coincidió con el primero de un grupo muy distinto, Ortopedias bonitas de Manos de Topo. La discográfica Sones, de Víctor Velasco, publicó las dos obras. Fueron de gira juntos por España. Velasco conducía la furgoneta.
Después del concierto en Zaragoza, Velasco les animó a acostarse porque al día siguiente debían tocar en Madrid. Las dos bandas se rebelaron.
“Es un clásico”, dice Velasco. Nunca quieren dormir después del concierto. La curiosidad de esta microrrebelión es que Baños improvisó un tema que, según Miguel Ángel Blanca, cantante de Manos de Topo, aún recuerda y que decía: “¡La empresa dice dormir, pero no podemos ir a dormir si no queremos ir a dormir!”.
La noche acabó entre cervezas y gin-tonics. Por la mañana la pandilla estuvo a punto de acabar en una óptica. Baños había perdido las gafas, según Alejandro Marzoa, de Manos de Topo.
“¿Yo subí con vosotros, verdad?”, les preguntó Baños. La señora de la limpieza del hotel las encontró detrás de alguna mesilla. ¿Tanta fiesta es rara para un político? “Hace 10 años quizá sí, pero ahora la política es distinta: no hay que ocultarse, nuestra generación es como es”, dice Miguel Ángel Blanca.
En Madrid tocaron en la sala Nasti. En uno de los temas, Los Carradine se pusieron barretina y los Manos de Topo repartieron entre el público fuet y un licor de Montserrat.
Las obligaciones laborales de Los Carradine les obligaron a diluir la banda. Aún tuvieron tiempo de grabar otro disco, Academia Rocanrol, que acaba de salir en 2015 [aquí puede descargarse].
Hoy la vida musical de Baños sigue. Ahora se hace llamar AB Boncompain, que es su segundo apellido. En noviembre, ya en plena vida de diputado, grabará nuevas canciones con su productor Santi García del estudio musical Ultramarinos Costa Brava y con el grupo Biscuit. Quizá una de esas canciones sea este homenaje a Felip Puig, ex conseller de Empresa en el Gobierno de Artur Mas:
Puig era conseller de Interior en 2012, cuando un proyectil de los Mossos hizo que Ester Quintana perdiera un ojo. La letra de la canción de Baños dice en catalán: "Y nos dice el consejero: 'No tengáis miedo, no os vaciaré ningún ojo, si te quedas en casita nadie te hará daño'. Oh, conseller, ¡usted es tan justo! Que Dios le conserve la vista a Felip Puig".
El tema de Baños termina así: "Nos da igual que nos pegues, conseller, por mucho que nos reprimas llenaremos las calles, y lo que nos hagas tanto nos da’. Que Dios... a Felip Puig, adiós a Felip Puig, que Dios o el demonio... a Felip Puig”.
"Adiós a Felip Puig" no parece un buen presagio para la investidura de Artur Mas, que presidía aquel Gobierno.
Un año después de publicar su disco con Los Carradine, estalló la crisis financiera de 2008. Baños vio una oportunidad y escribió el libelo La economía no existe.
En economía Baños es un autodidacta. El inicio de su formación fueron unos fascículos que la editorial Orbis sacó cuando era adolescente.
“Baños era muy lector, muy hábil con sus lecturas, las manejaba muy bien”, dice Ribas, director de Ajoblanco. Aquellos libros sirvieron para colocar a Baños entre los “economistas” que reclutar para dar charlas o entrevistas. Era un modo de posicionarse.
“Los libros siempre han estado vivos”, dice su editor, Enrique Murillo. Entre los dos habrá vendido cerca de 20.000 ejemplares. La Diada de 2012 y la rebelión catalana apuntaban a una nueva etapa en la definición ideológica y laboral de Antonio Baños.
La CUP es el partido
En la canción Billy Bragg de Los Carradine, cantan “Las novias nos dejan por otro más tierno, el partido prefiere un perfil moderado”. La CUP es el único partido que no prefiere un perfil moderado.
En primavera, junto con otras organizaciones, la formación organizó por toda Cataluña unas asambleas que llamaron "Por la ruptura". Debían proponer nombres de militantes o independientes para las primarias. Baños fue uno de ellos. "El libro La rebelión catalana le había dado un nombre”, dice Albert Botran, historiador de la CUP y hoy diputado por Barcelona.
Las primarias debían ser abiertas. Pero los organizadores optaron por presentar una opción cerrada con cinco candidatos, entre independientes y miembros de asociaciones. Era una lista equilibrada. Pero era una modificación de las reglas durante el proceso. El secretariado se comprometió a que sólo aceptaría la lista cerrada si recibía más del 55% de votos. Obtuvo casi el 65%.
Los simpatizantes de la CUP se identificaban con el estilo de Baños. Fue un acierto pero también un riesgo. Baños era una apuesta.
"Es ese jugador al que das cierta libertad porque sabes que, incluso en los partidos cuando anda algo encapotado y al trote o caminando va a resolver con alguna jugada brillante", dice Miqui Otero. Es una metáfora persistente con Baños. Es el periodista al que es útil tener en la redacción porque sabes que puede tener un día genial.
“Lo ves hablar y es como yo lo conocí: cercano, transparente, irónico, provocador”, dice Miguel Ángel Blanca, de Manos de Topo.
En una charla en la que preparaban los debates para la tele, se habló de cómo afrontar el típico último minuto, donde el candidato pide el voto. Baños tenía una idea: "Diré 'no tengo miedo' a cámara y estaré en silencio el resto del minuto". Habría sido transgresor. Quizá demasiado. Pero su "pues nada, que queremos fundar una república para cambiarlo todo" también funcionó.
La campaña electoral fue como una gira de rock and roll de 15 días y Baños triunfó. Una de sus bromas repetidas cuando escribe o habla sobre su vida es presumir de que "nunca ha tenido éxito". Eso ya no le sirve. Ahora, después de la poesía de la campaña viene la prosa de legislar y gobernar. Es un terreno más árido donde Baños no se sentirá tan cómodo.