Corría el año 1955. Por los pasillos de la sede de las Naciones Unidas caminaba, con ritmo frenético, un español menudo, enchaquetado, de bigote fino y cabello peinado hacia atrás. Charlaba con otro compatriota, vestido con un traje de raya diplomática y cejas gruesas. Sus nombres eran Juan Sebastián de Erice y José María de Areilza. En sus manos estaba el mayor reto diplomático al que se enfrentaba España en mucho tiempo: el ingreso en este organismo y el fin del aislamiento en el escenario internacional.
"España era la Corea del Norte de esos años", explica Ignacio Molina, investigador del Real Instituto Elcano. "Era un Estado paria, con las relaciones diplomáticas más complicadas. Casi todos los países habían retirado sus embajadas y vivíamos en la autarquía. Estábamos sometidos a sanciones y fuera de la ONU. Incluso Alemania e Italia, derrotadas en la guerra, ocupaban el foco de Occidente, que les ayudaban a redactar sus Constituciones”, explica.
Este aislamiento del Gobierno español arrancó al finalizar la Segunda Guerra Mundial. "A iniciativa de la delegación polaca, se declara a España como un peligro para la paz internacional y las Naciones Unidas recomienda retirar a todos sus embajadores del país", afirma Carlos Sanz Díaz, profesor de Historia Contemporánea de la Universidad Complutense de Madrid (UCM). "De 1946 a 1950 sólo hay cuatro embajadas en España: Suiza, Vaticano, Irlanda y Argentina", añade el profesor.
Comienza el deshielo
Sin embargo, hubo un factor clave que propició la apertura de la comunidad internacional hacia España. Con el afloramiento de las tensiones entre los vencedores de la Segunda Guerra Mundial -especialmente, entre Estados Unidos y la Unión Soviética-, el Gobierno de EEUU, primero con Harry S. Truman y después con Eisenhower, comenzó a ver con buenos ojos una posible alianza estratégica con el régimen de Franco. "España podía ser un aliado interesante para Occidente y Estados Unidos comenzó a movilizar a la comunidad internacional para relajar el cerco sobre nuestro país", afirma Carlos Sanz Díaz.
El inicio del deshielo sobre España se fraguó en 1953, cuando Eisenhower firmó el establecimiento de las bases militares en nuestro país. A cambio, el régimen de Franco obtuvo un respaldo económico con el que cogía una bocanada de aire después de ocho años de aislamiento. Tras este paso, el Gobierno español puso sus ojos sobre las Naciones Unidas.
José María de Areilza, embajador de España en Washington, interpretó estos gestos por parte de Estados Unidos como una señal para iniciar una ronda de negociaciones. El objetivo era la incorporación al organismo internacional y, por tanto, el fin definitivo del aislamiento.
Una de las gestiones que llevó a cabo fue con el delegado soviético Sobolev, un encuentro que llevó a cabo sin consultar a Madrid. El motivo: "el clima numantino que reinaba en las alturas del Gobierno y del propio Ministerio", según señaló el propio Areilza en su obra Memorias exteriores, 1947-1967. Finalmente, en 1955, las Naciones Unidas pidieron a España que enviase a un observador para comenzar a tramitar la entrada de España en el organismo.
Pacto entre EEUU y la URSS
Este extracto está recogido en el ensayo que los profesores Antonio Fernández y Juan Carlos Pereira de la UCM titulado La percepción española de la ONU. “El Gobierno de Franco, tras varias discusiones, eligió a Juan Sebastián de Erice para el cargo solicitado [el de observador] -explican Pereira y Fernández-, quien llegó en junio a Nueva York”.
Juan Sebastián de Erice y José María de Areilza fueron los artífices de lo que hasta hacía varios años parecía imposible. Durante semanas buscaron el apoyo -y lo lograron- de varios países que ya pertenecían a la ONU. Sin embargo, el fantasma de un posible veto de la Unión Soviética seguía siendo amenazante. Pero entonces, la URSS y EEUU firmaron un pacto de caballeros en el que ambos admitían la admisión de 16 nuevos países, entre los que se encontraban algunos países que no eran del agrado de uno u otro. Entre ellos, España.
"Juan Sebastián de Erice y José María de Areilza eran dos jóvenes diplomáticos", apunta Ignacio Molina, investigador del Real Instituto Elcano. "España era un país paria y la incorporación en la ONU fue la pieza clave para dejar de serlo -prosigue-. Después llegó la entrada en el Banco Mundial y en la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos). Hoy en día, coincidiendo con el sexagésimo aniversario de España en las Naciones Unidas, España preside su Consejo de Seguridad, que, aunque sea algo temporal, manifiesta que nuestro país tiene un peso dentro del escenario internacional".