Artur Mas era un cadáver político hace una semana. Ahora no ha resucitado. Pero, como Walt Disney, se ha colocado en un congelador a la espera de tiempos mejores.
Mas tenía hasta este sábado dos salidas malas: retirarse o convocar unas elecciones que iba probablemente a perder a manos de ERC o En Comú Podem -o ambos, como ocurrió el 20-D. Su habilidad política le ha llevado a evitar las dos y mantener la esperanza de un retorno.
No se retira porque puede volver a presentarse en las próximas elecciones -cuando sean- y la legislatura empieza con más fuerza y estabilidad porque las negociaciones han atado a la CUP. Mientras, se dedicará si es posible a reflotar la marca principal del centroderecha catalanista, Convergencia Democrática, antes de que otros ocupen ese lugar.
Mas había sacado ya en su carrera otros conejos políticos salvadores:
1. El proceso independentista. Dos semanas después de la primera manifestación multitudinaria en la diada de 2012, el presidente Mas convocó elecciones. Le quedaban más de dos años de mandato, pero la crisis y los recortes se habían cargado a otros presidentes europeos. La manifestación y las reuniones infructuosas con Mariano Rajoy le daban la opción de obtener una nueva legitimidad. En un cartel con una foto mesiánica y el lema “La voluntad de un pueblo”, Mas intentó alcanzar la mayoría absoluta. El conejo le salió regular: perdió 12 escaños -de 62 a 50-, pero podía seguir siendo presidente cuatro años más.
2. Una oposición débil. Gracias al proceso independentista, el líder de la oposición era una ERC de Oriol Junqueras poco afilada. La excusa era que había una prioridad más importante -y un rival mayor: el Gobierno de España- que pelearse por leyes menores.
3. El número 4. Durante la última legislatura, el desgaste de la corrupción del partido y la familia Pujol hizo que la marca CDC sufriera. Pero el camino independentista seguía abierto y Mas encontró ahí un nuevo motivo para adelantar las elecciones y esconder las siglas de su partido y el candidato -Mas iba de número 4 y Raül Romeva le sustituyó en los debates y en los carteles.
El gobierno español no había permitido un referéndum como el del 9N de 2014, así que debían hacerse unas elecciones “plebiscitarias”. Para ello, las fuerzas independentistas debían unirse en una sola lista: fue Junts pel Sí. La CUP quedó fuera, pero ahora la salida de Mas, como ha dicho él mismo, permite “corregir a las urnas” y dar la mayoría que pedían.
4. Pressing CUP. Junts pel Sí quedó a un escaño de la mayoría simple. Todo dependía de la CUP y la CUP no quería a Mas. Era su única condición. Durante los tres meses de negociaciones, la presión era para que la CUP cediera, no para que Mas abandonara. Su motivo era doble: uno, Junts pel Sí había sacado 62 escaños y la CUP, 10, y por tanto solo podían poner condiciones pequeñas, y, dos, en un proceso así no sobra nadie, menos el presidente que lo ha impulsado. Pero la CUP no cedió a su mayor condición para apoyar una investidura.
5. Carles Puigdemont. Ante la amenaza de las elecciones y la importancia extraordinaria que tenía su salida, Mas podía pedirlo casi todo. Y lo ha hecho: ha escogido él el candidato a sucederle -siempre se había hablado de Neus Munté, pero Mas parece haber escogido a alguien más cercano o más fiable-, ha garantizado un gobierno estable con Convergencia al mando -por si hay alguna votación difícil-, y ha castigado a los niños malos de la CUP. Mas ha vendido cara su salida.
6. El congelador. Pero es, a pesar de todo, una salida. Mas ha dicho explícitamente que no se retira de la política y que puede volver a presentarse. Si lo dice, es porque se lo plantea. El precedente de “me aparto por obligación” más delirante es Vladimir Putin con Dimitri Medvedev, que fue presidente de Rusia entre 2008 y 2012 para que Putin pudiera volver a presentarse a dos mandatos más de acuerdo con la ley.
Nadie garantiza a Mas que Puigdemont no sea un gran presidente y no se aparte al final de la legislatura que empieza. José María Aznar también puso al mando de su legado al candidato de menos peso. Hoy sigue aún ahí. Mas espera revivir tras su paso por el congelador, pero también puede quedarse ahí. La política es cruel también con quienes saben manejar la chistera.