Carles Puigdemont se levantó un día siendo alcalde de Girona y se acostó como candidato a presidir la Generalitat de Cataluña por un acuerdo 'in extremis' entre fuerzas tan dispares como Junts pel Sí y la CUP, que se cerró en banda para no investir a Artur Mas. A nivel nacional, el escenario podría no ser tan distinto si finalmente PSOE y Ciudadanos ceden ante el PP, que busca a la desesperada una gran coalición para mantener el poder. El acuerdo, sin embargo, podría suponer que los de Pedro Sánchez y Albert Rivera exigieran, como hizo la CUP, que el partido conservador sacrificase a su candidato, Mariano Rajoy, por otro candidato con un perfil más acorde a los nuevos tiempos. En este hipotético escenario que cada día se descarta menos, todos miran de reojo a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, como el comodín del PP para retener la Presidencia del Gobierno.
El decálogo de buenas prácticas que Ciudadanos le obligó a firmar a cambio de su investidura tras el 24-M le ha convertido en una política en alza. Este mismo martes ha puesto en marcha las medidas de regeneración democrática que acordó con la formación naranja y que ella misma incorporaba en su programa electoral. Los cambios suponen que todos los diputados madrileños se quedan sin aforamiento, que solo podrán ostentar un cargo público durante dos legislaturas, que el número de diputados en la Cámara autonómica se reducirá, la circunscripción electoral se modificará, las listas serán abiertas y ningún cargo público podrá compatibilizar dos cargos a la vez.
La ex delegada del Gobierno se presenta ante los ciudadanos en un momento de máxima incertidumbre sobre qué pasará con el futuro Gobierno de España como la “política perfecta”, como la definió este martes un alto cargo de Génova. “Ha roto con los vicios de sus antecesores, ha impulsado una nueva forma de hacer política, ha renovado y se ha acercado al electorado con medidas que conecta con la gente, como rebajar el abono a los jóvenes hasta los 20 euros”. Otros de su partido la ponen como ejemplo de “una política que está gobernando con el apoyo de Ciudadanos y lo está haciendo realmente bien”. La imagen de Cifuentes agarrada del brazo tras una comida con la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, ideológicamente en el polo opuesto, ayudó a labrar la imagen de ser una política atípica, que nada tiene que ver con el PP de siempre.
La imagen del pacto en Madrid
Fuera de su partido, tanto los dirigentes de Ciudadanos que discuten parlamentariamente todas las semanas con ella como los del PSOE la califican como una persona “dialogante, con la que ideológicamente no tenemos nada en común pero que fuera del Parlamento es una persona de lo más normal y cercana”. De hecho, hasta algún contrincante político apuesta por ella como la “candidata de consenso” a nivel nacional para presidir la gran coalición entre PP, PSOE y Ciudadanos. “Ya ha demostrado que se puede gobernar y hacer bien las cosas con el apoyo puntual de otro partido político y lleva tres décadas en política”, lo justifican.
Mientras las quinielas sobre el futuro político del país siguen haciéndose en cada rincón de España, Cristina Cifuentes no quiere ni oír hablar de sustituir a Mariano Rajoy. “Yo estoy muy bien en la Comunidad de Madrid, que es donde los madrileños me confiaron sus votos”, responde cuando se le pregunta. La respuesta es exactamente la misma que ofrecía cuando era delegada del Gobierno y se le cuestionaba sobre las opciones que tenía a ser la candidata del PP al Ayuntamiento o a la Comunidad de la región que hoy dirige.
En el Partido Popular se ponen de los nervios cuando se les pregunta si estarían dispuestos a sacrificar a Mariano Rajoy para retener como sea la Presidencia del Gobierno. "Nuestro candidato a la investidura será el mismo que se presentó a las elecciones", contestó Pablo Casado, vicesecretario de Comunicación, tras el Comité de Dirección que se celebró el lunes. "Eso lo dicen ahora, pero si el PSOE estuviera dispuesto a dejar gobernar al PP con otro candidato... se le echarían encima a Rajoy para que se apartase", comentan en privado algunos conservadores.
Tres semanas después de las elecciones, cada vez son más los miembros del PP que empiezan a reconocer que si se disuelven las Cortes y se convocan otra vez los comicios, con otro candidato el resultado sería mejor.
El triunfo madrileño del 20-D
El 24-M, cuando Cifuentes casi roza la mayoría absoluta, algo empezó a cambiar en Madrid. La presidenta del PP regional, Esperanza Aguirre, fue la lista más votada en la capital, pero una vorágine envolvió durante la campaña electoral a Manuela Carmena hasta que la asentó en el Palacio de Cibeles. Era la primera derrota de Aguirre, externa e internamente. Cifuentes había conseguido en Madrid capital más votos que la lideresa, que días después pidió a Mariano Rajoy un congreso para retirarse de la Presidencia del partido que aún dirige.
El 20-D, las primeras elecciones que se celebraron desde que Cifuentes era presidenta de la Comunidad de Madrid, la popular mejoró sus resultados electorales en el 70% de los municipios de la región comparando los resultados con las elecciones del 24-M. En mayo, el PP consiguió 1.050.256 votos; en diciembre consiguió el respaldo de 1.204.059 madrileños, algo insólito en el panorama conservador nacional. Con esta carta de presentación, la máxima representante de la región madrileña refuerza su más que previsible candidatura a la Presidencia del PP madrileño. Otros van incluso más allá, y ya la bautizan como la 'Puigdemont' del Partido Popular. La pelota ahora está en el tejado de PSOE y Ciudadanos.