¿Posibilidad real o uno más de los (descabellados) escenarios de la España post 20D? Según fuentes del PP, el ministro de Asuntos Exteriores en funciones, José Manuel García-Margallo se postula como presidente del Gobierno temporal para una legislatura corta, apenas de dos años, si Mariano Rajoy no consigue ser investido.
Margallo emerge así como ese tercer hombre, esa figura “independiente y respetada” para sustituir tanto a Rajoy como a Pedro Sánchez: una especie de versión septuagenaria de Adolfo Suárez para una legislatura similar a la de 1977-1979 en la que se forjó el andamio legal de la Transición.
“Ha llegado a proponer una ley de compensación social” señalan las fuentes populares en referencia a uno de los puntos de su particular programa de Gobierno, expuesto el pasado jueves en el Palacio de Viana. Allí, en una de las sedes de Exteriores en el Madrid de los Austrias, el ministro en funciones habló “como un auténtico hombre de Estado”, según un diplomático extranjero presente.
Esa versión actualizada de los Pactos de La Moncloa que expuso en Viana incluye cinco grandes reformas: Constitución; Administración Pública; modelo económico (y ahí la famosa ley de compensación social que tan mal ha sentado en algunos sectores del PP); educación y hacienda. La teoría de Margallo coincide con la que el columnista Luis María Anson repite desde hace años: o reformamos desde dentro o “nos hacen la revolución desde fuera”.
Transición 2.0
Así, la reformas margallianas vienen con botón de seguridad: por ejemplo, la constitucional, que no debe ser interpretada como una “una cesión a las exigencias del actual Gobierno de la Generalitat aunque sirva también para resolver la cuestión catalana” y debe hacerse “de la ley a ley”, parafraseando a Torcuato Fernández-Miranda, el profesor de Juan Carlos I que le dio una pátina de legalidad al paso de la dictadura a la democracia. Y con “consenso”: “La del 78 fue un acierto porque por primera vez en nuestra Historia fue de todos y para todos”. En definitiva, una Transición 2.0: “Una actualización de los pactos de convivencia del 78”.
Al día siguiente de Viana, los teléfonos empezaron a sonar en la oficina de prensa del ministro. Oficialmente, “no hay nada de eso”. Pero ya en la primera semana después de las elecciones, en diciembre, a los diplomáticos españoles les llegó la posibilidad de Margallo presidente reflejada en el resumen de prensa interno. En los últimos días, se ha convertido en la comidilla de ese pequeño Madrid abrazado por la M-30 y que cada día cambia la foto del escenario postelectoral.
Según fuentes del PP, Margallo ha descubierto su “ventana de oportunidad” si tras una investidura fallida de Rajoy y una segunda fallida de Sánchez se abre la búsqueda de un candidato independiente o una personalidad alternativa que consiga (in extremis) la anhelada mayoría (176 escaños): “Al fin y al cabo, el Rey no tiene limitaciones constitucionales en cuanto al número de propuestas de investidura”.
Estrategia 2011
Seis meses antes de las elecciones de 2011, cuando Margallo ya se intuía ministro de Exteriores del Gobierno de Rajoy, el entonces eurodiputado puso en marcha una estrategia que recuerda a lo que está sucediendo ahora: a través de ciertos periodistas, Margallo consiguió darse a conocer en España, de donde había estado ausente casi veinte años.
Ahora, en radios y digitales se comenta ya su larga lista de pros para ese puesto de presidente temporal: pertenece al partido más votado; participó en las Cortes Constituyentes; es, junto a Soraya Sáenz de Santamaría, uno de los miembros más populares del Gobierno de Rajoy; no está tan quemado como Soraya; es el súper amigo de Rajoy, lo que atenuaría el dolor del presidente en funciones, que no tendría que ser sustituido por una joven promesa popular hasta las siguientes elecciones (en 2017); su independencia de criterio- es democristiano confeso- le ha llevado a autodenominarse a menudo como “un verso suelto”, y eso podría llevarle a ser aceptado por el PSOE, como el PP ha hecho con Patxi López en la presidencia de la Mesa del Congreso.
Pocas cosas le gustan más a Margallo que hablar de su experiencia en esas históricas Cortes en las que se sentó La Pasionaria. Para sus defensores, “es un peso pesado del PP y tiene cintura política”. Por tener, tiene hasta obra magna reciente en la que expone su visión de España (y el mundo) con deslumbrante título: “Todos los cielos conducen a España. Cartas desde un avión”. (Planeta, octubre 2015).
Un contrincante
Y, finalmente, su fervor por la Corona está más que demostrado. Aunque la brecha generacional y educacional con Felipe VI es grande, la fe monárquica del ministro “es sólo comparable a la de la propia Isabel la Católica”, según un antiguo jefe de la Casa del Rey. Este martes, en el Palacio de Santa Cruz, Margallo ha oficiado de gran canciller en la Real Orden de Isabel la Católica, con cuyos valores de “acrisolada lealtad, celo y patriotismo” tanto se identifica.
En ciertos sectores del PP lo tienen claro: Margallo vislumbra claramente la segunda y gran oportunidad de su vida. La primera le llegó en 2011 cuando Rajoy lo sacó del anonimato de Bruselas pasada ya la edad de jubilación. Esta sería, en palabras de una persona cercana, “la guinda del pastel”.
Problemas a la vista en este feliz escenario: muchos. De momento, ya tiene hasta rival en la persona de Josep Piqué, el ex ministro de Asuntos Exteriores de Aznar que ahora capitanea OHL, según fuentes del PP. O el propio destino, que hace apenas una semana le robó la presidencia de la “mesa de edad” del Congreso. Margallo tiene casi 72 años, pero en el último momento se descubrió que María Teresa de Lara le saca cuatro meses.
Nada está escrito en la España post-20D, donde más de uno- Margallo incluido- busca atrapar su oportunidad.