"Ya sabéis que no me considero politóloga y que no estoy preparada para hacer análisis de la política nacional. El alcalde es sólo un ciudadano más", dijo Manuela Carmena preguntada por las negociaciones para formar Gobierno. Justo después -y tras anunciar que la receta que mejor le sale es el pollo al curry- inició un trepidante recorrido por los diferentes stands de Madrid Fusión, una de las ferias gastronómicas con más entidad del sur de Europa.
Una cañita después de un zumo de zanahoria o un poco de jamón tras haber probado el dulce fueron algunos de los desbarajustes en el improvisado menú de la alcaldesa; una sucesión de platos que no firmaría ni el dietista más estrafalario.
La hermana Carmena
La alcaldesa de Madrid llegó al Palacio Municipal de Congresos cuando todavía no habían dado las once. Inauguró la feria desde un atril en una esquina del escenario. Lo hizo con un discurso memorizado y sin quitarse el abrigo -sobrio, negro y largo-. "Permitidme que utilice un cálido tuteo, que cada vez está más generalizado". Con tono pausado y a veces bíblico -"ya en el principio los seres humanos cocinaban"- se refirió a la cocina como una actividad que busca "dar un placer a los demás" y alabó a quienes la emprenden, "especialmente a las mujeres".
En el acto inaugural la acompañaron cocineros de vistosa vitola -Torreblanca, Berasategui, Roca…- que fueron saliendo uno a uno para ser ovacionados. Parece que no se les avisó de la presencia de la alcaldesa en el escenario porque, conforme salían, Carmena tenía que asomarse para ofrecer sus manos y, en ocasiones, sus besos.
Justo antes de la foto central, Madrid Fusión homenajeó a las hermanas reposteras del convento de Belorado, maestras del chocolate. Carmena, rodeada de hombres hasta ese momento, les dijo al verlas: "¡Qué bien, mujeres!" Cuando decenas de cámaras inmortalizaron el momento, el hábito de las clarisas se fundía con el jersey blanco y el abrigo negro de la alcaldesa que, colocada justo al lado, parecía una hermana más. La hermana Carmena.
El primer capotazo: en Segovia
Carmena inició su recorrido de tapeo. Empezó con Valladolid y Coruña. Justo después, en Canarias, se mostró muy interesada por la gastronomía de las islas y dijo al dependiente: "¡Tengo un libro de cocina canaria!".
Saludó a la gente de Segovia antes de subir al segundo piso. Ahí dio su primer capotazo. Esquivó la bandeja de dulces con una sonrisa y se excusó: "Es que no voy a llegar al final". Cuando pensaba que el primer asalto había terminado, se escuchó un grito: "¡Alcaldesa, alcaldesa! Venga a La Rioja. Pruebe un poco de helado. ¡Que hemos ganado un premio!" Volvió a estirar los labios de oreja a oreja, piropeó a los miembros del stand y, ahora sí, logró subir a la segunda planta.
La remolacha de la alcaldesa
El segundo piso es un laberinto de puestos. El séquito de la alcaldesa lo atravesó en diagonal. Carmena comió jamón en un mostrador y el responsable del siguiente -de Badajoz- salió ilusionado con su embutido para lograr el aprobado de la regidora que, vestida de luces, dio otro capotazo para seguir avanzando por el pasillo.
En una recta angosta, repleta de queso a la derecha y de productos exóticos a la izquierda, la alcaldesa probó un zumo de zanahoria. Se interesó por la receta. "También lleva un poco de jengibre y clara de huevo". ¿Y remolacha?, repreguntó Carmena para alabar después las propiedades de la planta morada.
El turrón de Madrid
Cuando llegó el turno de la repostería, Manuela Carmena fue asaltada por un fabricante de turrones catalán. "Alcaldesa, ¿qué le parece? Una tienda catalana de éxito y en el centro de Madrid". La regidora entró al trapo y le dijo: "¿Qué podemos hacer todos juntos para mejorar las pastelerías en Madrid?" Al observar la perplejidad del repostero, siguió pinchando con risa afilada: "Venga, venga, pero dime ahora".
"Vamos a fabricar el turrón de Madrid. Y esa receta la pondremos en común con todos los pasteleros. Mire, en Barcelona ya lo hemos hecho", retó el turronero. Carmena aceptó el órdago y le dijo: "Lo presentaremos en el Palacio de Cristal". En agradecimiento, el repostero catalán insistió en que probara sus turrones. "¡Ya no puedo más!", se disculpó Carmena.
Una cañita para Carmena
En el centro del laberinto, había levantada una taberna. La campechanía de los camareros y la sobriedad y sencillez en el despliegue -cañas y tapas- chocaban con los nuevos inventos y las ocurrencias de los puestos que la envolvían.
Carmena brindó con una caña. Primero se mojó los labios y después dio un par de tragos. La dejó por la mitad. "Mire, alcaldesa, ¿sabe cómo se distingue si le han puesto bien la caña?" -la animó el camarero. "La espuma tiene que ir marcando cada uno de los sorbos".
Se quedó sin pollo al curry
Cuando llegó al stand de Tailandia, las responsables -de kimono alegre y colorido- pusieron en manos de Carmena algunos de los productos característicos del país asiático. Entre ellos estaba un paquete cuadrado, blanco y de título naranja: "Chicken curry". El vertiginoso y kilométrico recorrido de la alcaldesa había dado su fruto: tenía su mejor receta entre las manos.
Pero justo después de ser deslumbrada por los flashes, la dependienta, ignorando lo que ese plato significa para Carmena, se lo arrebató de las manos para volver a colocarlo en la estantería. Desolación. O no. Quizá la alcaldesa ni siquiera se diera cuenta del caramelo que se le había escapado.
Una despedida en inglés filipino
Carmena tuvo que someterse a un último examen cuando ya tenía la salida enfrente, a tan sólo unos metros. Paró a saludar a las dos regentes del puesto de Filipinas, ataviadas con unas túnicas muy divertidas: granates y adornadas con flores blancas. No sabían castellano y le respondieron en inglés.
La alcaldesa, con las cámaras y algún micrófono detrás, charló un par de minutos. "This is the last stand…" Su voz se perdía en el ruido de los transeúntes. Un rato después, preguntadas por el inglés de Carmena, las dos filipinas dijeron: "Era correcto. Se le entendía bien. Nos ha dicho que tiene ganas de visitar Manila".
Manuela Carmena visitó más de una quincena de stands en apenas una hora. Probó cuando no le quedó remedio, intercambió recetas, degustó cuanto quiso y, con arte torero, evitó lo que consideró que le llevaría al empacho. Jamón, sushi, dulce, cerveza, zumo de zanahoria, pan con aceite… En la boca de Carmena concurrieron tantos sabores como corrientes forman Ahora Madrid, el partido que lidera.