Tal día como hoy de hace 32 años ETA terminaba con la vida de un hombre que cambió el curso de la reciente historia de España.
Antes de mostrarles la imagen menos conocida de nuestro respetado y nunca olvidado Guillermo Quintana Lacaci, quiero hacer llegar un reconocimiento también muy especial para una de sus hijas, mi admirada y querida Victoria quien, durante este tiempo, ha rememorado junto conmigo muchas de las experiencias y vivencias que hoy les narro.
Llevar el apellido Lacaci significa para mí un gran orgullo, un honor compartido por todos los miembros de la familia, en gran parte debido al legado y forma de vida que nos dejó uno de nuestros parientes más ilustres.
Guillermo había ingresado con 19 años en la Academia General Militar y, a partir de ese instante, ofreció toda su vida al servicio del ejército y de España. Ocupó puestos de gran responsabilidad, desde su primer destino en Jaca, como mando de la Brigada de Alta Montaña, pasando por su cargo como Director de la Academia General Militar de Zaragoza, o en una etapa posterior, como Gobernador Militar en Pontevedra y La Coruña.
Tras más de 40 años en el ejercicio de su profesión, cuando ya casi había culminado su gran labor al servicio de España, un día, sin él esperarlo, fue promovido a teniente general, para ponerse al frente de la Capitanía general de la I Región Militar. Ahí comenzó un nuevo reto para el General, que afrontó con el mismo entusiasmo y responsabilidad que cuando comenzó su carrera, aunque sabedor de que no sería la etapa más sencilla…
Desde su más alta graduación como teniente general, Quintana Lacaci, vivió y sufrió uno de los acontecimientos más duros de su vida: Tuvo que enfrentarse al golpe de Estado del 23-F. El resultado también es conocido: Gracias a su intervención, ordenando retener a la División Acorazada Brunete y haciendo desistir de sus intenciones a otros mandos militares, el golpe del 23 de febrero de 1981, no prosperó. Aquel episodio quedaría grabado ya, para siempre, como uno de los hechos decisivos de la reciente historia de España. Con el tiempo, nuestro querido Guillermo, pasaría a la memoria de todos como el hombre que impidió que España cayera, otra vez, en el abismo.
Pero al General Lacaci aún le quedaría vivir un golpe mucho peor. El terrible momento de su asesinato. Un 29 de enero como el de hoy, pero de 1984, ETA decidió acabar con su vida. En esta ocasión, el destino le llegó en forma de la peor paradoja posible: El mismo hombre que, tres años atrás, ayudó con su valiente actuación, casi de forma decisiva, para que España pudiera seguir caminando por la senda de la Democracia y en libertad, era vilmente asesinado.
Este breve resumen es sólo un esbozo de lo que significó la vida de un hombre que nació y murió con el uniforme y las botas puestas y, sobre todo, con su profundo amor y lealtad a España, sacrificando su propia vida por la continuidad de la paz y el bienestar de su país.
Guillermo fue un hombre íntegro, recto, justo, humilde y generoso. En todos sus destinos por los que pasó dejó una profunda huella y mucho cariño. De su lado más humano y familiar recuerda su hija Victoria algunos de los momentos y anécdotas vividas junto a su padre.
A Lacaci le acompañó, en muchas ocasiones, una losa difícil de combatir: La soledad. Aunque estaba felizmente casado, formando junto a sus siete hijos una familia unida, pese a contar con el aprecio y el cariño cercano de muchos amigos y el máximo respeto e incluso admiración por parte de la mayoría de los militares, sentía una profunda soledad interior.
Para entender ese sentimiento hay que recordar que Lacaci tuvo que remar en aguas demasiado revueltas. Llegó a su destino con gran desconfianza por parte de mucha gente de las altas esferas, pero demostró con creces su enorme valía y lealtad en numerosas ocasiones, sobre todo, durante la jornada del 23-F.
Era un hombre profundamente religioso. Suplía la soledad interna de aquellos duros y difíciles momentos con su fe en Dios y refugiándose en su familia. Así me lo contaba su hija Victoria, quien recuerda el vínculo tan especial que tenía con su padre y algunos de aquellos entrañables momentos junto a él, como cuando le acompañaba al patio de Capitanía, donde había un huerto con hortalizas y gallinas y su padre daba órdenes para que se repartiera entre la tropa. O cuando en sus ratos libres realizaba visitas al antiguo Hospital del Generalísimo para acompañar y escuchar a los numerosos militares que estaban allí, intentando consolarles y ofreciéndoles su cariño y compañía.
Quintana Lacaci fue un esposo y padre cariñoso, entregado. Vivió siempre dentro de la más absoluta discreción. Pese a su larga carrera profesional y haber alcanzado la más alta graduación militar, el salario que ganaba no daba para grandes alegrías. Recuerdan sus hijos los grandes sacrificios económicos que hicieron sus padres por ellos.
Guillermo tuvo tres pasiones: Su profesión, su país y su familia. En muchos momentos de su vida, sintió soledad interior, pero cuando tal día como hoy de hace 32 años quedó tendido en el suelo, a consecuencia de los tiros que decidieron pegarle por la espalda aquellos indeseables terroristas, todos los españoles entendieron que el sacrificio de aquella soledad tenía un sentido: Un legado inmenso que aún pervive, sus principios de humildad, de paz, de generosidad y de respeto.
Desde aquí mi reconocimiento y cariño para un hombre que salvó a España del abismo.
In memoriam de nuestro querido, respetado y admirado, Guillermo Quintana Lacaci (Q.e.p.d.)
* Carlos D. Lacaci es abogado y consultor