Segundo acto de homenaje y segunda negativa a participar en el mismo de los familiares de la víctima. El Ayuntamiento de Vitoria recordará el próximo 15 de febrero al militar Sergio Borrajo Palacín, asesinado por ETA el 14 en 1979. Lo hará en el lugar donde se produjo el atentado, con la misma ofrenda con la que rindió tributo el pasado 11 de enero al jefe de Miñones, Jesús Velasco Zuazola, y con igual ausencia de la familia , contraria también a las políticas de memoria del Gobierno vasco. “No nos representan”, afirma Santiago Tamayo, yerno de Sergio Borrajo y portavoz familiar tras el fallecimiento el año pasado de su mujer, Carmen, hija del militar asesinado.
No será la única oposición que encuentre entre las víctimas de ETA el alcalde de la capital alavesa, Gorka Urtaran (PNV). Familiares de otros asesinados por la banda terrorista declinarán igualmente participar en los homenajes en cuanto el primer edil de Vitoria se ponga en contacto con ellos para anunciarles su celebración. En los próximos meses rehusarán al menos los allegados de Carlos Díaz Arcocha, Antonio Recio y Eugenio Lázaro, asesinados en marzo y en abril, según ha podido confirmar EL ESPAÑOL.
En todos los casos las razones esgrimidas son similares a los argumentos expuestos ya públicamente por la familia de Jesús Velasco, contraria a una política de homenajes idénticos en los que se reconoce por igual a víctimas de ETA y de abusos policiales.
Sus hijas denunciaron “la equiparación injusta” que se produce entre unas y otras y la “distorsión de la realidad” que se origina “al poner en el mismo plano” a la banda terrorista y a las Fuerzas de Seguridad del Estado (FSE), a crímenes “premeditados” realizados con “alevosía” y las muertes derivadas de actuaciones abusivas o desproporcionadas de policías que se excedieron en el uso de sus funciones.
En su opinión, las víctimas de ETA son merecedoras de un reconocimiento propio y no deben verse diluidas “en un magma de violencias que pretende hacer a todos culpables o a todos inocentes” y perpetúa la teoría “perversa” del conflicto, del enfrentamiento entre las partes, que trata de “justificar” la existencia de ETA.
“En un magma de violencias que pretende hacer a todos culpables o a todos inocentes”
Los homenajes parten del trabajo concluido el otoño pasado por la Secretaría de Paz del Gobierno vasco, dirigida por Jonan Fernández, que elaboró un listado con 707 asesinatos y muertes violentas cometidas en el País Vasco desde 1960 hasta 2010 y llamó a los 128 municipios donde tuvieron lugar a realizar actos individuales en reconocimiento de las víctimas.
En ellas se incluyen las provocadas por la autoría de ETA y sus distintas ramas, las causadas por los GAL y otros grupos de extrema derecha, las que son responsabilidad de las FSE y otras de autoría confusa o que requieren mayor investigación. Algunos nombres de miembros de ETA y otros recogidos en los dos últimos apartados suscitaron en su día un fuerte debate político.
Dentro de estos Retratos municipales de las vulneraciones del derecho a la vida en el caso vasco la Secretaría identificó en Vitoria a 42 personas; a ETA la responsabilizó de 32 muertes y a las FSE de las diez restantes, entre ellas las de los cinco obreros fallecidos por disparos de la policía en 1976, en los conocidos como sucesos del 3 de marzo.
Urtaran sigue adelante
El Ayuntamiento de Vitoria ha seguido a rajatabla las directrices de la Secretaría, de realizar homenajes individualizados, a diferencia de lo programado por los Consistorios de las otras dos capitales vascas. En San Sebastián se ha optado por separar los actos de reconocimiento en función del tipo de víctimas (de ETA, policía o franquismo), mientras que en Bilbao su alcalde, Juan María Aburto (PNV), persigue una fórmula de consenso, pactada previamente con la familia del damnificado, porque considera que hacerlo sin su apoyo “no es el mejor de los escenarios”.
Así se pronunció a mediados de enero una semana después de que el Ayuntamiento de Vitoria celebrara el homenaje a Velasco sin la presencia de sus allegados.
Urtaran, en cambio, ha optado por seguir adelante y recordar a cada fallecido en el aniversario de su muerte, cuente o no con la aprobación del entorno del homenajeado. Su equipo prevé dos escenarios; si la familia apoya su iniciativa se la recibe previamente en el Ayuntamiento y si la rechaza los representantes municipales protagonizan únicamente una ofrenda de flores en silencio en el lugar en el que se cometió el atentado.
Pese al desgaste que le supone su postura no se ha planteado modificarla y sigue a rajatabla el calendario según los datos proporcionados por la Secretaría de Jonan Fernández. El alcalde se encarga personalmente de contactar semanas antes con las familias afectadas, que en algunos casos son avisadas con antelación por el Gobierno vasco.
Hasta el momento lo ha hecho con los familiares de las tres víctimas de ETA asesinadas en febrero y con el entorno de los obreros del 3 de marzo. El resultado de sus gestiones es dispar.
“Buenismo falsario”
El 14 de febrero de 1979 Santiago Villegas volvía de celebrar San Valentín junto a su novia, Carmen Borrajo, cuando la pareja se encontró con que el padre de ella, Sergio, teniente coronel de Infantería, había sido asesinado en el portal de su vivienda, en el número 27 de la calle Los Herrán. Un miembro de ETA le descerrajó un tiro en la cabeza y acabó con su vida.
Su familia ha aguardado un acto de reconocimiento durante 37 años, pero cuando ha llegado no es el que esperaban. “Le dije a Urtaran que los homenajes me parecen fantásticos pero que echaba en falta que hubiera habido que esperar tanto y que nosotros navegábamos en otro barco”.
Y aquí Villegas - miembro de Covite (Colectivo de Víctimas del Terrorismo), crítica con el Gobierno vasco- se explaya: “No podemos refrendar con nuestra presencia a quien quiere meter a todas las víctimas en el mismo paquete, tratarlas con el mismo rasero, y no define las cosas por su nombre. Resulta que los asesinatos de ETA son vulneraciones de derechos humanos y los sicarios son presos políticos.
Me niego a estar en un homenaje junto a una izquierda abertzale que no condena a ETA y un PNV, en ambigüedad permanente, que navega entre dos aguas”. “Estoy asqueado de ese buenismo falsario perfectamente orquestado desde la Secretaría por la Paz”, declara a EL ESPAÑOL.
“No podemos refrendar con nuestra presencia a quien quiere meter a todas las víctimas en el mismo paquete, tratarlas con el mismo rasero"
La siguiente fecha marcada en sangre en febrero es el 22, día en el que ETA asesinó al ex vicelehendari y secretario general de los socialistas alaveses, Fernando Buesa, y a su escolta, el ertzaina Jorge Díez Elorza, mediante un coche bomba a escasos metros del domicilio del político en el campus universitario de Álava, en los hoy rebautizados como Jardines de la Libertad.
Desde entonces la Fundación Buesa, creada en memoria del dirigente asesinado, recuerda su figura y la de su escolta en un homenaje anual que se celebra junto al monolito erigido en el lugar del atentado y un acto de rememoración en un auditorio público que intenta preservar y transmitir los valores del político desparecido y que este año contará con la presencia e intervención del periodista Iñaki Gabilondo.
El Ayuntamiento de Vitoria se sumará a la programación de la Fundación sin celebrar ningún acto propio por “expreso deseo de la familia”. Un portavoz municipal explica que ésta ha declinado la iniciativa del Ayuntamiento porque “se siente ya suficientemente arropada y reconocida por la población alavesa”.
El próximo 3 de marzo se cumplen cuarenta años de la brutal carga policial que acabó con la vida de cinco obreros tras una asamblea en la iglesia San Francisco de Asis, en el barrio Zaramaga de Vitoria, durante la convocatoria de una huelga general. Como consecuencia de los disparos de la policía armada murieron los trabajadores Romualdo Barroso (17 años), Pedro Martínez Ocio (27), Francisco Aznar (17), José Castillo (32) y Bienvenido Pereda (31).
El cantautor Lluis Llach compuso su célere Campanades a morts para recordar la masacre iniciada cuando la policía utilizó gases lacrimógenos para desalojar la iglesia y ése es el motivo por el que Urtaran ha secundado la iniciativa de un colectivo ciudadano para proponer al artista catalán como hijo adoptivo de la ciudad. El Ayuntamiento ofrecerá una recepción oficial a Llach y acomodará la organización de su homenaje a cada una de las víctimas de la violencia en la programación que desarrolla anualmente la comisión que mantiene viva la memoria de los sucesos del 3 de marzo, según han confirmado a El Español fuentes del Consistorio.
“Blanqueo de la sangre derramada”
El Ayuntamiento aún no ha contactado con las familias del resto de víctimas producidas en marzo, mes en el que en Vitoria se registraron cuatro atentados mortales de ETA. El 1 de marzo fue asesinado Pedro Ortiz de Urbina, subcomisario retirado de la Policía Nacional; cuatro días después tres jóvenes policías, Joaquín Ramos, Miguel Ángel Raya y José Vicente del Val, fueron ametrallados dentro de un coche patrulla; el 7 pereció por el estallido de una bomba lapa Carlos Díaz Arcocha, jefe de la Ertzaintza; y el 23 tres terroristas acorralaron y mataron a Antonio Recio, agente del Cesid.
A falta de saber la reacción de los familiares de las cuatro primeras víctimas, EL ESPAÑOL ha podido conocer la negativa de las otras dos a participar en los homenajes.
Cuando su padre fue asesinado en 1985 a la salida del bar de la gasolinera de Elorriaga Teresa Díaz Bada tenía 24 años. Su madre, sus cuatro hermanos y ella misma, decidieron permanecer en el País Vasco, desde donde vivieron la indiferencia de la población hacia los crímenes de ETA hasta mediados los 90.
La familia rompió relaciones con el Gobierno vasco cuando Jonan Fernández se hizo cargo de la atención a las víctimas y desarrolló su plan de paz. Términos como “falsa memoria”, “lavado de cara”, “autocomplacencia” proliferan en sus reproches a la política de memoria del Ejecutivo.
"No admitimos su teoría del conflicto"
“Nosotros no vamos a participar en todo lo que tenga que ver con eso; no admitimos su teoría del conflicto, esa confusión interesada para legitimar el terrorismo de ETA basada en el sufrimiento de todas las partes que iguala todo tipo de violencias y oculta la connivencia con los asesinatos de gran parte de la ciudadanía. Los homenajes son un paripé”, resume Díaz Bada, haciendo suyos los planteamientos de las hijas de Jesús Velasco.
Antonio Recio hijo suscribe la misma opinión, que es compartida igualmente por la familia de Eugenio Lázaro Valle, jefe de la policía municipal de Vitoria asesinado un año y casi un mes después, el 13 de abril de1980, cuando aguardaba en un semáforo tras salir de misa de la iglesia de los Ángeles, en pleno ensanche vitoriano. Eduardo Lázaro recuerda el asesinato de su progenitor y se muestra igual de contundente que Díaz Baza en su testimonio.
“Mi padre era un trabajador del Ayuntamiento y tiempo ha tenido éste de hacerle un homenaje, pero nunca ha contado con nosotros, ni siquiera cuando colocaron una placa con su nombre en una calle en el extrarradio”, explica. “A mi padre lo asesinó una banda terrorista con premeditación, ¿qué tiene que ver con los muertos del 3 de marzo? Lo mezclan todo en lo que yo llamo el blanqueo de la sangre derramada por asesinatos, al más puro estilo mafioso del separatismo vasco”.
Nunca ha contado con nosotros, ni siquiera cuando colocaron una placa con su nombre en una calle en el extrarradio
El rechazo a las políticas de memoria promovidas por el Gobierno de Urkullu no se acaba en los casos expuestos. Covite asegura tener constancia de que otras familias dejarán solo a Urtaran con sus homenajes si éste perservera en su idea de mantenerlos pese a la oposición encontrada en las víctimas de ETA. La iniciativa del alcalde de Vitoria es secundada por todos los partidos con representación municipal, desde EH Bildu al PP, aunque el PSE y en mayor medida el partido de Alfonso Alonso rechazan los planteamientos del Gobierno y muestran la brecha abierta con los damnificados de la organización terrorista.
Precisamente este viernes el lehendakari Urkullu se ve obligado a dar explicaciones en el Parlamento por el homenaje realizado sin contar con la aprobación de la familia Velasco. El parlamentario del PP Carmelo Barrio se hace eco de sus acusaciones de “minimizar “ la acción de ETA y la falta de “sensibilidad” demostrada hacia sus víctimas y pregunta por qué éstas no han sido reconocidas “como se merecen”.