El expresidente del Gobierno Felipe González ha hablado claro en el prime time andaluz y de todo. Una hora y cuarto ininterrumpida de densa entrevista en el estreno del programa Y tú, qué opinas? en Canal Sur televisión, en la que ha aparcado su idea de la gran coalición PSOE-PP para reiterar que el que no sea capaz de formar gobierno, no debe imposibilitar que gobierne el otro.
En ese camino de la abstención, que no es nada nuevo, ha dibujado un panorama en el que ve un acuerdo Ciudadanos y PSOE, y en el que no visualiza a Podemos, a la vista de la crítica continua a sus movimientos y los de su líder, Pablo Iglesias.
Ese escenario del acuerdo sería el deseable pero España es un país en el que, ha dicho, “no hay cultura de pacto”, por tanto, lo que ve “probable y posible” es que haya nuevas elecciones y que en septiembre se esté formando un nuevo gobierno. No considera que vaya a ser la solución. Es más, le daría vergüenza volver a pedir el voto a los ciudadanos porque considera que puede ser una trampa: volver a la casilla de salida con unos resultados que, escaño arriba escaño abajo, volverían a ser casi idénticos.
En esa hipótesis “probable y posible” de nuevas elecciones, Felipe González ha lanzado un mensaje claro a la presidenta andaluza. “Si estuviera en la piel de Susana Díaz, yo no iría a la secretaría general ni a las próximas elecciones”, ha dicho con rotundidad. Un recado a la lideresa andaluza, de la que ha recordado que tiene que cumplir con Andalucía y a la que ha reconocido que tiene liderazgo y fortaleza para hacer lo que quiera. Por si se hubiera excedido, ha matizado que no quiere ni animar ni desanimar a nadie.
“Cuatripartidismo imperfecto”
Pero de los futuribles que hay sobre la mesa, el más cercano en el tiempo es el diálogo de ese “cuatripartidismo imperfecto” en el que se ha convertido la gobernabilidad del país. No ha reconocido en Pedro Sánchez la fortaleza y liderazgo que le ha dedicado a Susana Díaz. Pero sí ha valorado como “inteligente” su hoja de ruta. Una propuesta para negociar a derecha e izquierda, en la que ve cercanía con Ciudadanos, al único partido al que ha aplaudido por su capacidad de interpretar los resultados del 20D, enfocarlos y actuar en consecuencia.
Aunque ve necesario el entendimiento con Podemos, ha atacado con dureza a este partido y, en especial, a Pablo Iglesias. Se ha referido a él con desdén. Iglesias es “un personaje”. Pese a no querer “demonizar” a la formación morada, lo más delicado que ha dicho de ellos es que son “pura vieja política” o, al menos, así cree que lo demuestran con sus “artimañas” como ese reparto de vicepresidencia y ministerios, con aquella provocativa “sonrisa del destino” que haría presidente a Pedro Sánchez. A González Venezuela le duele, por eso ha tirado del recurso más usado para desgastarles: la conexión bolivariana.
Entre los escollos que ve en la negociación con Podemos, el más importante es el derecho a la autodeterminación. Su postura: “No gobernaría con nadie que cuestionara que la soberanía pertenece a todos los españoles”. Por eso, no lo ve ni con Podemos, pero tampoco con las formaciones nacionalistas. La solución, reforzada ahora con el “souflé” del desafío soberanista catalán, no es más que el modelo federal que preconiza el PSOE.
Tampoco ha dejado al margen al PP. Irresponsable es lo más suave que le ha llamado a Mariano Rajoy, porque ha considerado su juego de no aceptar ni retirarse como un juego de “trileros”. Una maniobra que, a su juicio, no evidencia más que es un líder que ya no lo es, porque es el único que no se ha dado cuenta de que ya está fuera de política. “La carrera política de Mariano Rajoy se acabó, pero él no lo sabe”, ha dicho con sorna, apostando porque no será candidato otra vez ni estará al frente del PP.
En su ejercicio de crítica al adversario, no ha esquivado la autocrítica. Incluso ha regañado a los suyos. El comité federal del 28 de diciembre le irritó, por el contenido y por las formas. Molesto por las “críticas cruzadas”, ha recriminado el comportamiento de todos los barones y baronesas. “A mi juicio, se equivocaron todos”, ha subrayado.
Corrupción: de los ERE a Pujol
En la entrevista no ha esquivado ninguna pregunta. Ni las puertas giratorias ni la corrupción. En esto último ha establecido categorías, frente a la impasibilidad del PP, cree que el PSOE sí ha sabido reaccionar, aunque el problema está en enterarse de los pufos. Frente a un Rajoy que “no ha dicho la verdad”, González ha defendido a dos de sus exministros, los expresidentes andaluces Manuel Chaves y José Antonio Griñán. No hubo enriquecimiento personal, sólo responsabilidad política con los ERE. Pero pagaron: dejaron sus escaños, y a Griñán, hasta le costó dejar el Gobierno andaluz en manos de Susana Díaz. La presunción de inocencia para sus excompañeros de bancada, también la ha hecho extensible a Jordi Pujol. Como ya dijera hace tiempo, “no le pega” que este hubiera perseguido un objetivo personal de enriquecerse. Otra osa es lo que hayan podido hacer sus hijos.
González es autor de la teoría de los expresidentes, que son como un jarrón chino en un apartamento pequeño. Él no quiere interferir, pero interfiere. A veces hasta se lo piden en su propio partido. Porque no quiere interferir, pero siempre está disponible. Tampoco quiere perder la memoria ni escribir sus memorias, porque entonces tendría que contar muchas verdades. Y aunque retirado, no lo está. Hasta podría volver a la política. Viendo el ejemplo del estadounidense Bernie Sanders, socialista que a los 74 años lucha por ser candidato demócrata, él no lo descartaría hacerlo a los 90. Eso sí, si Sanders le disputa el puesto a Hillary Clinton, no vaya a ser que se lo dispute a Susana Díaz.