“Es muy fácil reírse del pequeño. No son tiempos fáciles para la gente de Unió”. Eduard García es el único concejal electo del partido de Duran i Lleida en el municipio costero de El Masnou. Su caso no es único: la histórica formación democristiana se ha esfumado de la alta esfera política, pero todavía quedan unos cuantos irreductibles representando sus siglas por toda Cataluña. “Ha habido cargos que se han perpetuado en el tiempo, pero en los municipios somos gente firme con ideales honestos”, comenta en un céntrico café del pueblo antes de entrar a una reunión de su grupo municipal. “Somos los últimos abanderados a los que nos toca tirar del carro”.
García forma parte del equipo de gobierno local, fruto del pacto sellado entre ERC y CiU. Es realista: “tengo una papeleta difícil: trabajaré durante cuatro años en nombre de una coalición que ya no existe ni se volverá a presentar”. El solitario concejal cree que su partido debería presentarse en unos futuras elecciones. “Entonces veremos si nos volvemos a colocar en el mapa o nos apartamos definitivamente”.
EL BATACAZO
Unió Democràtica de Catalunya (UDC) cosechó sendos fracasos en las elecciones autonómicas del 27-S y en las generales del 20-N. Literalmente, se quedó a cero. De un plumazo, la presencia en las cortes de una formación histórica e influyente en la historia reciente de Cataluña y España quedó fulminada.
Tras la ruptura definitiva con sus ex socios de CDC, la incógnita era comprobar la capacidad de movilización real de Unió. Los comicios catalanes, planteados como un plebiscito sobre la independencia, fueron un primer golpe: tan sólo obtuvieron el 2,51% del sufragio, con poco más de 100.000 votos. Aun así, Duran consideró necesario ponerse al frente de la candidatura al Congreso de los Diputados para intentar salvar los muebles, pero la estrategia resultó errónea. Logró tan sólo 60.000 votos y se confirmó que UDC pasaba a ser una fuerza residual. “Han pasado cosas y no se puede esconder la cabeza bajo el ala”, reconoció Duran en el mensaje donde anunciaba su renuncia ante el comité de gobierno del partido.
Durante la campaña de las generales –basada en actos de pequeño formato-, algunos dirigentes de la formación democristiana ya contaron a El Español que se avecinaban turbulencias. Su propuesta de circular por la Tercera Vía descarriló. Entonces, un edil de Unió apuntaba antes del naufragio cual era la única salvación posible: “Suerte tenemos que en los Ayuntamientos no se ha roto la coalición con CDC”. Justamente, en esta anomalía reside la clave de la salvación de los democristianos electos. Pese a las evidentes tensiones internas y los constantes reproches mutuos, la coalición de CiU se presentó conjuntamente a las elecciones municipales de Mayo del 2015. Unió logró entonces decenas de cargos en ayuntamientos, diputaciones y consejos comarcales.
COALICIONES DE TODO TIPO
UDC apareció de nuevo en titulares de prensa fruto de un controvertido “pacto de ciudad” firmado en Tarragona a principios de febrero. El único edil electo de la formación, Josep Maria Prats, se ha integrado en un pacto de gobierno junto al PSC y el PP. “Algunos podrán interpretar que lo hago por mantener el cargo. Pero no lo hago por eso, yo ya me gano la vida”, explica por teléfono. “Hemos pactado para desencallar una situación insostenible, con los socialistas gobernando en solitario en un ayuntamiento con ocho grupos”.
El edil insiste en que la decisión es en pro de la ciudad: para salvar asuntos clave como los Juegos Mediterráneos de 2017 o el Plan Estratégico de 2022. “Sinceramente: no busco mi supervivencia ni la de mi partido. Unió dio libertad para que actuáramos por libre y escogimos hacer un ejercicio de responsabilidad política”.
Pese a la fuga de votantes y militantes –según la última estimación de julio de 2015 Unió cuenta con 4.000 afiliados-, la formación aún cuenta con concejales en bastiones clave como Tarragona o Barcelona.
Sonia Recasens es también la única representante democristiana en el ayuntamiento de la capital catalana, donde sigue la coalición con CDC. “Debemos agradecer que se nos dé esta autonomía”, señala esta veterana, con cargos públicos desde el 1996. “En dinámica local no hablas cada día sobre un estado propio y Xavier Trias [exalcalde de Barcelona y líder de CiU en la ciudad] siempre me dio libertad para votar diferente en las cuestiones soberanistas”, añade.
LOS “TRÁNSFUGAS"
Otro factor que causó estragos fue la ruptura interna que se produjo el pasado verano por las divergencias sobre el proceso soberanista. Figuras de peso como los ex presidentes del parlament Joan Rigol y Núria de Gispert o el actual diputado de Junts pel Sí (JxS) Antoni Castellà expresaron su rechazo a que los consellers de Unió abandonaran el gobierno tras la fractura de CiU. “Lo que ha hecho la dirección es un chantaje al presidente Mas”, afirmaba entonces Castellà. Los críticos reclamaron un consejo extraordinario, votaron en contra de la propuesta de la cúpula y poco después formalizaron su divorcio con la fundación del partido Demòcrates per Catalunya (DC), actualmente integrado en la coalición de JxS.
El trasvase de militantes y cargos electos a la nueva formación de disidentes fue inmediato y generó polémica en muchos ayuntamientos, algunos tan relevantes como el de Girona. Tras el abandono de la alcaldía de Puigdemont para tomar las riendas de la Generalitat, estalló la polémica. Unió entró una carta el consistorio para declarar a sus tres concejales como “tránsfugas”. Los tres ediles -Isabel Muradàs, Eduard Berloso i Eva Palau- lograron su sillón con las siglas de Unió, pero se habían integrado en Demòcrates per Catalunya. Ante la partida de Puigdemont, los concejales aspiraban incluso a quedarse con la alcaldía, que finalmente quedó en manos del número 19 de la lista, el convergente Albert Ballesta. Situaciones similares se vivieron en otros municipios como Reus, Sant Cugat y Olot.
“Cada uno considerará legítimas sus decisiones. Pero hago una reflexión: los cargos de Demòcrates se presentaron bajo unas siglas y un programa electoral con el que se comprometieron”, opina Recasens, la edil en Barcelona. Para Francesc Canosa, periodista y autor de Entre el sabra i la bomba –donde repasa extensamente la historia de Unió-, la fractura interna evidencia que hay un partido dividido por la mitad. “Surgen las preguntas: ¿quién es verdaderamente Unió? ¿Qué es Unió?”, explica Canosa. ”La dirección actual ya no comulga con los principios históricos del partido, y Demòcrates se ha erigido como heredero de la Unió del 1931”, añade. “Cuando Duran asume el mando, Unió se convierte en el partido duranista”.
Las dos almas del partido empezaron a aparecer en 2009. El ex militante de Unió y conseller en la era Pujol, Agustí Bassols, formó la plataforma independentista “Sobirania i Justícia”. El ex alcalde de Vic, Josep Maria Vila d’Abadal –peso pesado del partido enfrentado con Duran-, pasó a liderar la Asociación de municipios por la Independencia (AMI). Canosa define el fenómeno como el “nacimiento del independentismo de corbata”.
DERROTA Y RETIRO
Roger Montañola era la joven promesa de Unió. Con apenas 24 años entró en el Parlament contra todo pronóstico –iba de número 35 en la lista por Barcelona- como diputado de CiU. Tras la ruptura de la federación nacionalista, el rookie se erigió en portavoz de los democristianos en la cámara catalana. Montañola reconoce sin tapujos que en la consulta del 9-N votó Sí-Sí, pero insiste en que lograr la independencia pasa por lograr la aprobación de Madrid y Bruselas.
Ahora habla relajado y sin presiones. Según reconoce, ha dejado de lado –por ahora- su carrera política para dedicarse a la carrera privada. “Creo que es lo que debería hacer cualquier político”, opina este joven. Preguntado por la labor de sus compañeros que siguen ocupando cargos públicos, Montañola ve con buenos ojos su labor municipal. “A nivel nacional y estatal, sin embargo, debe replantearse todo”, opina. “Con dos ceros en las últimas elecciones no puede seguir todo igual”.
En los últimos tiempos, Unió ha sido el blanco de infinidad de críticas, mofas e improperios en las redes sociales. “Hay una percepción muy negativa del partido. En parte, creada por nosotros, por no habernos explicado bien, y por otra parte otros se han encargado de generar esta mala imagen”, afirma Montañola. “Yo puedo ir a dormir tranquilo sabiendo que no he engañado a nadie, pero muchos sí que lo están haciendo”. Se refiere a los pormenores del procés, los temas ocultos de cara a la galería. “Si hubiera un referéndum ahora, seguramente votaría sí. Pero no le puedo decir a la gente que estamos a punto de lograr una independencia que es mentira”, afirma. “Estuve en comisiones sobre las estructuras de estado, y ni existen ni hay dinero ni marcos jurídicos para crearlas. Mis excompañeros de CiU no se atreven a contarlo”.
“Hay que crear un espacio de centro y catalanista, partiendo del derecho a decidir, que es algo que sí comparte mucha gente”, opina este exidiputado. El año pasado nació la plataforma Construïm precisamente con el fin de ensanchar el centro político catalanista, pero tras las nuevas siglas planeó la sospecha de que se trataba de una maniobra de Duran y la cúpula para salvarse de una previsible quema.
UN PARTIDO “A CUADROS”
Desde su fundación, Unió siempre fue un partido difícil de definir. Nació en el 1931, inspirado en la democracia cristiana europea, inédita entonces en la península. Al inicio de la guerra civil, quedó ahogado por los extremos. Francesc Canosa recuerda una anécdota de julio del 1936, cuando los anarquistas vinieron a por el dirigente democristiano Pau Romeva, y le espetaron: “¿usted que es, rojo o negro?”. A lo que Romeva respondió: “yo soy a cuadros”.
Entonces, Unió se avanzó a los tiempos. “Ahora se ha quedado sin tiempo y por eso se ha partido”, remacha Canosa. Pese a todo, destaca la relevancia histórica de la formación: “Unió se asemeja a Esquerra Republicana por su trayectoria: ambos se fundaron en 1931. Con todo lo que defendieron durante la república, el exilio y el franquismo, a la hora de la verdad no ha sabido decidirse”. El concejal de El Masnou Eduard García coincide: “cuando la gente pedía blanco o negro, nos hemos mantenido grises”.
Unió ha sido siempre un partido familiar, cuya militancia se ha transmitido de padres a hijos. Según Canosa, muchos se mantienen por puro sentido de pertenencia. “Pero gran parte de los militantes ya han envejecido”. Para el periodista, aquellos que han decidido mantenerse en el barco lo hacen por “cariño y tradición” de las siglas. “Cuesta mucho dejar algo que realmente quieres”, afirma.
Preguntada por la solución a la debacle del partido, Recasens evoca al origen municipalista de la CUP. “Unió tiene la oportunidad de explicar sus valores desde la política local”, comenta. “Me han llegado muchos comentarios afirmando que ahora se nos necesita, pero es cierto que luego la gente no nos ha votado”.