Nunca se vio tanta solemnidad para un acuerdo que puede quedarse en un simple papel mojado. Pedro Sánchez y Albert Rivera eligieron a conciencia un escenario muy especial, el vestíbulo de la ampliación III del Congreso de los Diputados, para dar una rueda de prensa que significaba mucho para los dos. En una de las paredes que fueron testigo del acontecimiento, dos partidos políticos firmando un acuerdo sin fecha de caducidad, descansa el cuadro de El abrazo, de Juan Genovés, símbolo de la reconciliación en la época de la Transición que tanto le gusta recordar a Albert Rivera.
El día comenzó temprano para los dos, que se reunieron en sus respectivas sedes para informar a sus Ejecutivas del acuerdo que estaban a punto de culminar. A las 11.30 se oficializó el matrimonio con una firma de los dos contrayentes en la Sala Constitucional, un rincón del Congreso de los Diputados testigo de las comisiones más importantes de toda la Democracia. No faltaron los abrazos previos, las risas, los selfies con los protagonistas de un matrimonio de conveniencia que necesita tanto como ese decálogo de 200 medidas que ninguna amante despechada (Podemos y PP) rompa definitivamente con ellos. “¡Madre mía lo que ha costado!”, decía una diputada nacional de C´s a otro socialista. “Mejor no hablamos de la eliminación de las Diputaciones...”, le contestaba, risas mediante. “Pero al final ha habido acuerdo, que es lo que vale”.
Nadie de PSOE y Ciudadanos quiso perderse el “momento histórico” que Sánchez y Rivera protagonizaron este miércoles por la mañana. El secretario general del PSOE nombró uno a uno a los miembros de los equipos negociadores de las dos formaciones, “porque han sido muchas horas negociando que le han robado a sus familias”. El aspirante a presidente llevaba una simple hoja en blanco repleta de muchas anotaciones, las más importantes remarcadas en un tono más oscuro. Jugó con decir a micrófono abierto que derogaban la reforma laboral del PP, pero en realidad el documento no lo recoge. Hasta la diputada Irene Lozano estuvo presente, en un discreto segundo plano, para no perderse el primer trofeo que exhibe su nuevo jefe.
Arrimadas, presente
El mayor despliegue de personal lo hizo Rivera que, por traerse, se trajo hasta a Inés Arrimadas (portavoz en el Parlament de Cataluña) e Ignacio Aguado, su homólogo en la Asamblea madrileña. Se echó de menos a su novia, Beatriz Pajuelo, presente en todos los actos importantes de su pareja. El equipo de C´s en bloque irrumpió en un caluroso aplauso cuando su líder, con traje gris y corbata azul, terminó su intervención trayendo a la sala las palabras de Adolfo Suárez: “Hagamos normal en las instituciones lo que la sociedad española ya pide en la calle”. Y hubo más fotos. Con los equipos negociadores. Con los miembros de la Ejecutiva. Solo faltó el champán frío guardado a la espera de las buenas ocasiones.
Tras esta borrachera de flashes, toca convencer al PP para que se abstenga en la sesión de investidura. Un ex UPyD reconvertido en 'naranjito' ve a “Rajoy como estuvo Rosa Díez en su momento: enrocada en que ella y nadie más que ella posee la verdad”. Para este diputado, el futuro del popular va a correr la misma suerte que el que tuvo la líder magenta. “No se han enterado de que la política ya es otra cosa”.
Sánchez, con corbata roja, insistió mucho en que no son tiempos de vetos y sí de los “abrazos”, como el que representa el cuadro de Juan Genovés presente en la sala. El profesor de historia del arte de la Universidad Complutense, Jaime Brihuega, explicó a Peio H. Riaño en este diario lo que este cuadro representa: el punto álgido del arte comprometido y, al tiempo, el punto final del mismo. “Con la Transición desaparece el compromiso y llega la hora del champán y las mujeres. Es una obra muy emotiva, que marca el final del proceso antifranquista”.
El pacto que este miércoles han firmado Rivera y Sánchez es más simbólico que efectivo. Simbólico porque pone fin a las mayorías absolutas intermitentes entre PSOE y PP. Simbólico porque por primera vez en democracia dos partidos políticos firman un acuerdo de legislatura. Algo insólito en la España democrática. Como el cuadro, el pacto marca el final de un proceso y el inicio de otro.