Ni tan siquiera un interrogatorio a la carta preparado concienzudamente con su abogado durante meses le ha permitido a Cristina de Borbón desarrollar un relato lógico y convincente. La Infanta se ha escudado en su supuesto papel de madre volcada en sus hijos y en la confianza ciega en su marido para desvincularse por completo de cualquier tipo de irregularidad, incluidas aquellas de las que no se puede desmarcar porque figura su propia firma. He aquí las grandes lagunas de una declaración a medida que, sin embargo, no ha convencido a nadie.
Su participación en Aizoon. El gran problema de Cristina de Borbón en este proceso radica en su presencia formal en la sociedad instrumental Aizoon que comparte con su marido. Esta entidad fue utilizada para girar facturas falsas al Instituto "sin ánimo de lucro" Nóos con el objetivo de desviarse fondos públicos. Hasta el momento sólo dos argumentos podían justificar su presencia con nombre y apellidos como copropietaria de Aizoon. El primero, que se beneficiara de la mitad de los beneficios de las actividades de Nóos. El segundo, el que expuso su notario Carlos Masiá, que pasaba porque ella fuera el "escudo fiscal". Es decir, que su nombre y apellidos ahuyentara cualquier eventual investigación. La Infanta negó ambas y se limitó a asegurar que participó en Aizoon porque "se lo pidió" su marido y que accedió por su "confianza" en él. Sin más explicaciones.
El autoalquiler ficticio del palacete. Si la Infanta no supo ofrecer una respuesta convincente a su presencia en Aizoon, mucho menos explicó por qué firmó de su puño y letra un contrato de alquiler falso fabricado única y exclusivamente para engañar a Hacienda. El matrimonio confeccionó un contrato en el que Cristina de Borbón firmó, de una parte, como arrendadora, y, de otra, como arrendataria. Y lo hizo tanto en representación de sí misma como de su sociedad Aizoon. La Infanta reconoció su letra en este documento concebido para generar gastos ficticios y pagar menos impuestos pero asegura que "no sabe" por qué lo firmó y que todo fue un extraño "error".
La tarjeta de crédito desconocida. Si inverosímil fue su respuesta a los dos puntos anteriores, no lo fue menos al hecho de que existiera una tarjeta de crédito a su nombre vinculada a Aizoon con la que se efectuaron pagos y de la que Cristina de Borbón asegura no tener noticia alguna. La Infanta sostiene que esa tarjeta estaba a su nombre pero que nunca la utilizó, añadió que desconocía sus claves y precisó que la "custodiaba" su marido, intentando hacer ver que aunque hubiera querido no hubiera podido disponer de ella. Iñaki Urdangarin esgrimió el mismo argumento y asumió como decisión suya la inexplicable tenencia de estas dos tarjetas para ser usadas por una misma persona.
Su rol de ama de casa. Arguye Cristina de Borbón que, pese a tener una preparación académica mucho más cualificada que la de su marido, se dedicaba en exclusiva a su trabajo en La Caixa y al cuidado de sus hijos que, contaban en ese momento, con "entre dos y ocho años". "De las cuestiones económicas se ocupaba mi marido", resaltó al tiempo que se presentaba como una ama de casa ajena a cualquier cuestión monetaria. Nos encontramos por lo tanto ante una madre que, a diferencia de lo que suele ser habitual, no se encarga ni tan siquiera de los gastos relacionados con sus propios hijos a los que asegura estar dedicada plenamente. Así, por ejemplo, los pagos de los cumpleaños de estos con cargo a Aizoon, los asume íntegramente el ex duque de Palma y deja al margen a su esposa. Que, por lo visto, se dedicaba en cuerpo y alma a sus hijos pero no quería saber nada de sus gastos.
La tutela de la Casa Real. La Infanta deslizó el mismo argumento defensivo que su marido y que Diego Torres. Esto es, que todos sus movimientos al frente de Nóos los supervisaba la Casa Real a través de sus asesores. Nombró específicamente a su ex secretario personal Carlos García Revenga; al asesor personal de Don Juan Carlos, José Manuel Romero Moreno; y al técnico de Hacienda que se encargaba de sus declaraciones de la renta en La Zarzuela, Federico Rubio. "Siempre pensé que estábamos bien asesorados", recalcó. De esta manera trasladó íntegramente la responsabilidad de haber cargado gastos personales a su empresa; de haber firmado un autoalquiler ficticio; o de tener en su sociedad empleados fantasma a los consejeros de la Casa Real. Cristina de Borbón aprovechó además, al ser preguntada por las personas en las que "confiaba" para matizar entre el pasado y el presente. Ya que no son las mismas en quienes depositó su confianza en el pasado que las que son depositarias de la misma a día de hoy, en claro reproche a La Zarzuela con la que ha roto cualquier tipo de relación.
Los pagos en negro y la cuenta suiza. La declaración de los empleados de servicio del matrimonio Urdangarin-Borbón no ha dejado lugar a dudas. Buena parte de ellos coinciden en que la pareja les abonaba sus servicios en negro y que les negaba un contrato de trabajo. Pese a que el relato de estos ha sido espontáneo y describen con precisión que la propia Infanta se encontraba presente cuando se les hacía el ofrecimiento, la Infanta lo niega. Como niega también que su marido haya dispuesto de una cuenta en Suiza. Un extremo que se encuentra acreditado documentalmente en la causa. No en vano, fue la propia secretaria personal del ex duque de Palma, Julita Cuquerella, quien indicó por escrito a la empresa Aguas de Valencia que realizase un ingreso en dicho depósito helvético a favor de Urdangarin. Así, ante lo evidente, una y otra vez, o no dio una explicación alternativa o directamente negó la evidencia.