La comunidad extranjera con más autónomos en España es la china. Son el 18% de un total de 260.000 autónomos de otros países. Rumanos, británicos, italianos y marroquíes son los siguientes grupos nacionales con mas autónomos.
Hay algo curioso en esa cifra: en España los chinos son solo la quinta comunidad extranjera en números totales, precisamente tras rumanos, marroquíes, británicos e italianos. En junio de 2015 había 193.690 chinos residentes en España. De esos, 47.707 eran autónomos en enero de 2016: casi 1 de cada 4 chinos en España es autónomo.
Hay al menos dos motivos para esa proporción tan desigual respecto a otras nacionalidades: uno, “los chinos tienen un gran problema con el idioma”, dice Javier Junquera, presidente de Fundación Orient, lo que provoca que tener jefes españoles y recibir sus órdenes les sea difícil. Dos, “son muy emprendedores y todos quieren ser jefes”, también según Junquera.
Los chinos siempre han sido así. El problema de la lengua ha provocado que sus comunidades en el extranjero fueran más herméticas. Su atracción por el comercio provocaba que en seguida las Chinatown se convirtieran en un centro económico de las ciudades donde se instalaban.
En España puede pasar algo parecido. Hay varios indicios. Las primeras generaciones de chinos se centraron en negocios que conocían bien -bazares, restaurantes chinos- o centrados en dar servicios a su comunidad, que vivía aislada.
Hace unos años, con la comunidad más asentada, empezaron a salir noticias de chinos que buscaban oportunidades fuera de su área de confort: bares y restaurantes locales -no asiáticos-, peluquerías, masajes. Ahora esos negocios han crecido. Este crecimiento ha ocurrido en plena crisis. Los empresarios chinos se han encontrado con que no hay tantos chinos que puedan trabajar porque en España tras la crisis hay menos inmigración: “Tengo amigas restauradoras que quieren formar a locales porque ya no encuentran a tantos cocineros chinos”, dice Junquera.
La falta de chinos recién llegados y la apertura a nuevos sectores hace que la comunidad deje cada vez más el autoempleo estricto y pase a necesitar empleados que conozcan bien la lengua y las costumbres locales. Es por tanto más normal ver a chinos de jefes, pero aún sorprende. Oriol Ricart, de 25 años, trabajó un año y medio en la tienda de muebles Tu Casa, en un centro comercial cerca de Tarragona. La dueña era una mujer china con más de dos décadas en España. La pregunta más repetida que oía Ricart, cuando le veían con la bata de la tienda y a chinos en la caja, era: “Oye, ¿esto es de chinos?” Ricart respondía: “‘Sí, sí, y no hay ningún problema’. Pero la gente desconfía de la calidad”, dice. A las tiendas de chinos les cuesta sacarse la etiqueta de “lo más barato”: “La gente creía que iban a comprar algo más chapucero -dice Ricart. Pero la mayoría de muebles eran españoles”.
Los jefes chinos en España no solo dirigen pequeños negocios. Su país es la segunda potencia mundial. Son también ingenieros en multinacionales -Huawei- o millonarios que invierten en caprichos -clubes de fútbol- y hay cada vez más consumidores en China que quieren comprar productos españoles, como vino o aceite. Los empresarios chinos ya no solo importan productos chinos, sino que exportan otros desde España a China.
EL ESPAÑOL ha hablado con nueve empleados o ex empleados de negocios o empresas chinas. La mayoría ha preferido conservar el anonimato por discreción o cautela -en dos casos tienen causas judiciales pendientes con su ex jefe. Estas son algunas de las características de los jefes chinos.
1. Prepárate para trabajar
Los inmigrantes vienen a trabajar. Si son chinos, por lo que parece, aún más. En el caso de restaurantes, cuando preguntaba a los entrevistados si abrían todos los días del año, la respuesta más común era: “Por supuesto”. Las fiestas locales están completamente descartadas.
Yolanda Edo trabajó en dos bares de Barcelona regentados por un matrimonio chino, uno enfrente de otro. Pagaban poco, pero eran cordiales y atentos. Dejó de trabajar para ellos porque creían que no podían apretarla más: “Buscaban a alguien a tiempo completo en uno de los bares. Ellos mismos me dijeron que yo, española, no podía trabajar tantas horas como hace un chino -de 10 a 12 diarias- por tan poco dinero. Que eso era para ellos”, dice Edo.
Estas eran las condiciones claras que dio una jefa china a una empleada en un restaurante de Cambrils (Tarragona): “No hay vacaciones ni días de fiesta. Se trabaja los 365 días del año. Máximo de 900 euros”. Las propinas iban a parte y se repartían sin reparos.
2. La legislación laboral es flexible
Esta empleada de Cambrils que cuenta las condiciones que le ofrecieron, añade este detalle sobre el contrato: “El contrato era de 4 horas pero trabajando 10”. Aunque en seguida advirtió: “Esto no lo hacen solo los chinos”.
Guillermo Guerrero, de la Federación Nacional de Autónomos, lo confirma: “Tenemos una reforma laboral que ha facilitado estos casos de relaciones laborales. Evidentemente la aplican, con sus abusos, como en todos lados”
3. No hay enfermedades
En este restaurante de Cambrils, un camarero debía operarse. La propietaria le dijo que ningún problema, que le echaba y cuando estuviera bueno, que volviera. “No es por mala fe, sino por desconocimiento. Ellos nunca se ponen malos”, dice la ex empleada. Es evidente que en empresas mayores estas insinuaciones o "errores" no ocurren.
4. El cliente sí es el rey
Es cada vez más habitual que chinos se encargan de bares tradicionales de comida local. Su único objetivo es que no cambie nada, que los clientes habituales sigan, que tengan sus costumbres a punto. Yolanda Edo trabajó en dos bares así: “Un cliente siempre se bebía tres copas de cava. Pues la dueña compraba siempre esa marca. Otra bebía café con leche de soja y compraba esa leche de soja”, dice. No intentan aportar ningún tipo de fusión ni toque oriental.
En los restaurantes es habitual atender a un cliente fuera la hora que fuera: “Si a las 12 y pico de la noche bajaban la persiana, empezaban a ir a casa y se encontraban con alguien en la esquina que les decía que iban entonces a cenar, volvían a abrir”, me dice una camarera que prefiere ocultar su identidad. ¿Por tres o cuatro comensales? “Y por uno”.
5. Hay pocos enfrentamientos
Un joven de Barcelona trabajó una larga temporada de profesor de español para chinos en un centro que era también autoescuela e inmobiliaria. El jefe no hablaba español y a veces le pedía que hiciera de intérprete con clientes. Un día le llamó para que acudiera a un piso que quería vender. El joven le dijo que no quería, que estaba con sus alumnos. Al día siguiente, cuando volvieron a verse, el jefe ni lo mencionó. No hubo bronca ni advertencia: “Si tú no haces lo que ellos quieren, como sabes que no van a ceder, tampoco buscan el conflicto. Se conforman”.
Según un empleado de una multinacional china, este rasgo es más asiático que chino: “Prefieren decir cualquier respuesta antes de un no claro. Les resulta violento. Es típico en asiáticos”. Su timidez y reservas hacen que la relación con los empleados sea a veces poco fluida.
Para un repartidor en un restaurante japonés de Palma de Mallorca, “son muy reservados, siempre te da la sensación de que te cuentan un 10% de lo que saben”. Los jefes que necesitan estar más encima de sus empleados, pueden pedir ayuda: “Siempre tienen alguien de confianza para evitar esas situaciones”, dice un ex empleado de restaurante de Sevilla.
6. El trato es bueno
Tres personas dicen que en pocos lugares les han tratado tan bien. Que aparte de la exigencia de trabajar, tienen menos quejas a menudo que con negocios de locales. Quizá tiene que ver con esas pocas ganas de enfrentarse a descubierto.
Los jefes chinos que contratan a españoles son en general los más proclives a abrirse y adaptarse. Todos los camareros y cocineros consultados en este reportaje elogiaban la limpieza y hábitos de sus jefes. Esta ha sido la definición más crítica: “Su concepto de limpieza es distinto al nuestro: que se vea limpio aunque no lo esté. Barrer, fregar y baños todos los días pero todo muy rápido”.
Pero esto no implica que todos en la comunidad sigan esos estándares. Unos jefes chinos dan acceso a otros miembros que no tienen empleados locales. Una camarera lanza esta advertencia: “Nuestro menú más barato era 7,50 más iva. Y el de otro chino era 6 euros. ¿Cómo puede ser? Pues si vas reciclando platos en que ha sobrado comida. Nosotros no, lo tirábamos todo”.