“¡Ole, ole,…Oleguer!”. El mérito de localizar entre los papeles de Panamá a un miembro de la familia Pujol puede que no haya sido sólo del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación. La primera pista la pudo dar el pasado mes de febrero, en pleno Carnaval de Cádiz y dos meses antes de que el escándalo se destapara, una chirigota callejera. El Excelentísimo Ayuntamiento de Guatifó, con su humor visionario, adelantó que los Pujol tenían dinero en este paraíso fiscal y acertaban incluso quién de ellos podría estar detrás. La estrofa final acababa vitoreando al pequeño del clan catalán.
A estos chirigoteros, cuyo único escenario es el barrio La Viña y no el Teatro Falla de la capital gaditana, no se les ocurrió otra cosa que homenajear al “honorable” Pujol, y ¿qué mejor que componerle una rumba catalana? Fue la “Rumba del tres per cent”. En este tema destripaban con ironía el modus operandi de la familia, pero es su última estrofa la que anuncia la conexión con Panamá. Según cantaron (se admite la acepción de descubrir o confesar), en la declaración de Jordi Pujol ante el juez este reconoció que “sus siete hijos los ha tratado a todos por igual, por eso cada uno tiene una cuenta en un lejano paraíso fiscal”.
Sin embargo, el “taco”, la pasta gansa que había en Panamá era, en un simple juego de palabras, “pa mamá na má”. De la matriarca del clan, Marta Ferrusola. Sin embargo, el dinero no guardaba relación con lo descubierto tras el hackeo del bufete de abogados panameño Mossak Fonseca. Tal y como confesó su hijo mayor ante la Audiencia Nacional, al parecer, ambos tenían una sociedad instrumental panameña, y a través de ésta, supuestamente, canalizaron ingresos por 2,4 millones procedentes de sus depósitos en Andorra y que luego eran desviados a México.
Y aunque ahí los chirigoteros erraron el tiro, en lo que sí estuvieron certeros fue a la hora de rematar su rumba. “¡Ole, ole,…Oleguer!”. Precisamente, es el único miembro de la familia que sí aparece en los papeles de Panamá al haber pagado, presuntamente, una comisión de seis millones de euros al financiero Javier De La Rosa por la compra de las oficinas del Banco Santander a través de sociedades pantalla.
Los componentes de esta chirigota se pasearon los pasados carnavales por Cádiz con un tipo (disfraz) de alcaldes y con una corbata chorizos, eran los supuestos concejales del Ayuntamiento de Guatifó, que convocaban plenos tanto ordinarios como extraordinarios, pero "de ordinariez", en plena calle. “Cuando tenemos pleno viene un concejal na más, por eso todo se aprueba por unanimi-nimidad”, dicen en el estribillo de sus cuplés.
Tras la rumba catalana a Pujol, no descartan para otro carnaval unas sevillanas de los ERE para Susana Díaz o un pasodoble para Rita Barberá.