Ángel Gabilondo (San Sebastián, 1949) hizo una campaña electoral atípica. Metafísica. Se preocupó más del ser que del parecer, provocando algún desvelo en su equipo. En la campaña a las últimas autonómicas fue poco menos que el anticandidato de los manuales electorales que devoran los líderes políticos españoles. Llegó casi por casualidad y para sustituir al fulminado Tomás Gómez. En los mítines hablaba a menudo de filosofía y le costaba horrores acomodar sus pensamientos a frases contundentes aptas para titulares.
Este catedrático de universidad (de Metafísica, claro), exministro de Educación, sin carné del PSOE, logró más de un 25% de los votos, superando en varios cientos de miles en el municipio de Madrid a Antonio Miguel Carmona, que se presentaba a la alcaldía. Fue segundo, no muy lejos del PP, en la elección en la que los conservadores perdieron la mayoría absoluta y por poco el Gobierno de la Comunidad. Tan solo unos meses después, la lista a las generales que encabezaba Pedro Sánchez se resignó al cuarto lugar, tras el PP, Podemos y Ciudadanos, con 8 puntos menos en porcentaje de voto que la de Gabilondo.
Por ese motivo, muchos ven en él un referente intelectual dentro del PSOE al que no pertenece, pero también la prueba de que un señor "mayor", como él se define entre risas, puede lograr un resultado digno, en circunstancias difíciles y sin telegenia. En su despacho en la Asamblea de Madrid, con unas amplias vistas de Vallecas, él lo atribuye al "personaje que se crea cuando uno es rector y luego ministro" y al trabajo de su equipo. Nunca levanta la voz, le cuesta criticar al adversario y reconoce que, "ya con la vida vivida", no va a militar en el PSOE ni en ningún partido, aunque haya quien amague con recoger firmas. "No quiero. Esa es mi fuerza y mi debilidad", dice.
¿Falta responsabilidad en la política española?
Parece que hace falta ser agrio para llevar a cabo una verdadera oposición. Es como si nos viéramos obligados a combatir todo lugar en el que el otro se expresa. La oposición también es generar espacios de consenso y acuerdo para virar hacia una dirección que no esperaba el que gobierna. Aunque todo esto carece de sentido cuando nos olvidamos de que estamos aquí para resolver los problemas de los ciudadanos.
En la Asamblea de Madrid muchas iniciativas han salido adelante gracias al acuerdo entre los partidos que no gobiernan: PSOE, Podemos y Ciudadanos. ¿Por qué no se extrapola esa capacidad de pacto a nivel nacional? Usted habló una vez incluso de que se estaba produciendo "una alianza natural" entre estas formaciones.
Le puse muchas comillas. Nos encontraremos en la resolución de problemas y no pasilleando o intrigando. Y así nos hemos puesto de acuerdo en la Asamblea de Madrid. Esa cultura del acuerdo nos hace falta en el país. Con sus votos, los ciudadanos han construido un panorama plural en el que debemos relacionarnos con quienes piensan diferente. Hay gente que sólo pacta consigo mismo.
¿A qué se refiere?
Los acuerdos no son acuerdos si las dos partes piensan de forma idéntica. He defendido que se trabaje para que no haya elecciones. No lo digo como vaticinio, sino a modo de compromiso. Debemos trabajar para que no se den, pero si se producen no pasa nada. Es la democracia, nunca seré contrario a que se vote. Pero me desmoraliza que vuelva a haberlas porque es un fracaso de la gran política y de los liderazgos. Este es el momento de la política de verdad, cuando tenemos que demostrar que estamos a la altura. Si volvemos a las urnas, ¿qué esperamos que pase? Volverá a ser necesario buscar acuerdos. También soy realista y los datos indican que no se está construyendo consistentemente una mayoría para gobernar, pero esperemos hasta el último segundo.
Si se piensa en alguien independiente, espero que no sea un tecnócrata. España necesita una solución política
¿Una persona independiente alejada de las siglas podría desbloquear la situación y encabezar un gobierno?
Entre todos los parlamentarios que hemos elegido debe haber personas capaces de lograr ese consenso, ¿no? ¡Son muchos! No pensaría en un presidente de consenso salvo en una situación de emergencia nacional. Sinceramente, creo que no estamos en eso. Exploraría entre quienes se encuentran en el Congreso. Y si se piensa en alguien independiente, espero que no sea un tecnócrata. España necesita una solución política.
¿Quién le parece que podría lograr ese consenso entre los 350 diputados?
Pedro Sánchez está muy bien.
¡Sí que se ha mojado!
Los líderes son Rajoy, Sánchez, Iglesias y Rivera. Eso hemos elegido. Mientras no votemos otra cosa, creo que tenemos que buscar ahí.
La diferencia entre el círculo y el hemiciclo es simbólica. Si se cierra el círculo, los extremos coinciden y se genera una pinza.
PP y Podemos mantienen posturas ideológicamente opuestas, pero desde los extremos han bloqueado las negociaciones. ¿Comparte ese análisis?
La diferencia entre el círculo y el hemiciclo es simbólica. Si se cierra el círculo, los extremos coinciden y se genera una pinza. Yo creo en la moderación y no me parece menos intensa o verdadera que los extremismos, ni siquiera menos radical. Soy radicalmente moderado. Desde ese punto de vista, defiendo los acuerdos que no esgrimen el sectarismo, sino la confluencia. Yo no vetaría a nadie en un gran acuerdo.
¿Tampoco al PP?
A nadie. Pero si uno propone transformar el estado de cosas y otro defiende confirmarlo, el acuerdo se vuelve imposible. Esa falta de acuerdo no sería a raíz de un veto. El proyecto socialista es de regeneración, transformación y reconstitución. Esas tres palabras, que pueden parecer abstractas, tienen mucho significado. Sobre esas tres bases, aliémonos con quien quiera trabajar en esa dirección. Muchos ciudadanos lo quieren, ¿por qué no los políticos?
"No sé qué piensa Pablo Iglesias"
¿Tiene claro Pablo Iglesias un proyecto de transformación moderado?
No sé bien lo que piensa. A veces me pongo en su lugar y creo que está un poco abordado por una realidad que le ha colocado en esa vorágine. No sé cuál es su estrategia. Aquí hablamos con personas de Podemos con quien no tenemos dificultades en confluir.
En el Congreso también han votado de forma conjunta, pero ese gobierno no llega.
El debate se genera ahí, cuando se habla de modelos y cuestiones de fondo. Hablemos de eso despacio y con calma. Veamos qué se puede hacer. No entiendo cuando se ponen adjetivos en lugar de sentarse a dialogar, cuando con un calificativo evaluamos al otro de un plumazo en lugar de pensar conjuntamente un proyecto. Es más aburrido, pero necesario. Hay que trabajar más.
Rajoy ha trabajado en este sentido proponiendo una reunión a Pedro Sánchez por medio de un tuit. ¿Qué le parece el esfuerzo?
Todos tenemos que hacer las cosas mejor. El pacto se construye. ¿Estoy de acuerdo con Podemos? No. ¿Estoy dispuesto a trabajar para llegar a un acuerdo? Sí. La política es buscar un lugar inexistente donde acordar con el diferente y crearlo. Entre el PSOE y el PP no se ha logrado propiciar ese hueco. No ha habido mimbres o uno quería cambiarlo y el otro no. Uno quería derogar y el otro confirmar… En el otro lado, no se ha conseguido llegar hasta el final. Quizá porque se ha dicho que acordar es ceder, pero no sólo eso. Hace falta crear.
¿Qué esperanzas tiene de que volviendo a votar se consiga llegar a un acuerdo?
Suponiendo que no se produzcan grandes convulsiones… Hombre, pueden influir ciertas cosas como que IU vaya con Podemos.
¿Cómo cree que influiría eso?
Ha habido experiencias de todo tipo. El PSOE cuando ha tomado decisiones parecidas, ha conseguido peores resultados que en solitario. Pero nunca se sabe. Habrá que ver qué alianzas interterritoriales se consuman, si el PP y Ciudadanos logran una mayoría más consistente… Podríamos perder o ganar diputados, pero la tesitura también podría ser la misma. El cambio importante, espero, será el estado de opinión y situación de los líderes políticos. Nos debe dar hasta vergüenza. No podemos estar votando hasta que salga una solución fácil.
Usted logró en las autonómicas ocho puntos más en porcentaje de voto que Pedro Sánchez en las generales. ¿Cuál es su consejo de cara a una nueva campaña?
No estoy para dar consejos. Si me hubiera presentado solo, igual no hubiera sacado ni un voto. Reconocido esto, creo que la perspectiva de las autonómicas es distinta a la de las generales. Creo en una forma de hacer política que a algunos les desespera porque me ven demasiado cuitado o mesurado. No es una estrategia, sino que soy así y no tengo remedio. Situémonos a la altura de las palabras y de nuestras convicciones. Lo que más me incomoda es cuando digo algo y no me gusta.
Hay quien dice que los 350 diputados actuales no deberían poder presentarse a unas hipotéticas nuevas elecciones. "Si no han conseguido formar gobierno, ya han perdido su oportunidad" o "no vamos a subvencionar esta pérdida de tiempo" son dos mensajes que ya tienen cierto calado.
Que sean los partidos quienes decidan, o incluso que lo haga el parlamento. Esta es una cuestión importante: ¿partido o parlamento? Quienes eligen al presidente son los diputados. Otra cosa es la relación entre los partidos. ¿Existe algún plan? ¿Podrían ustedes proponer algo? En mi opinión, el camino debería ir del parlamento al partido, y no al revés. Yo sigo ofreciendo mi confianza a los 350 elegidos mientras no haya otros. No lo olvidemos, son nuestros elegidos.
No están sirviendo al propósito de formar gobierno.
Que hagan lo que tengan que hacer. Supongo que todos hemos aprendido algo. Como no lo hayamos hecho, volveremos a las mismas. Eso sí, no descarto que algún partido cambie de candidato.
El enemigo no es el bipartidismo, sino el partidismo, aquel que lleva a uno a creer que siempre tiene la verdad. La arrogancia no es cosa de edad, sino una forma de ignorancia.
¿Sigue siendo nueva la nueva política?
Miro con simpatía la emergencia de una voz que hable de profundizar en la democracia y de nuevas formas de participación. Cuando esa voz cuaja en las estructuras reales de partido, se dan cosas que no me gustan. No se debe hablar de la Transición en términos de traición; me parece hasta ofensivo. Tampoco veo con agrado la satanización del adversario. El enemigo no es el bipartidismo, sino el partidismo, aquel que lleva a uno a creer que siempre tiene la verdad. La arrogancia no es cosa de edad, sino una forma de ignorancia. Quiero liderazgos emergentes, pero que contemplen aprender de los demás.
¿Piensa que en el Congreso se ha generado una suerte de nuevo bipartidismo que ha dejado de lado a quienes han intentado llegar a un acuerdo?
Los extremos se polarizan. Parece que es de buena prensa transmitir la firmeza con un punto de dogmatismo y de posición tajante e innegociable. Esto me gusta menos por una cuestión de pragmatismo. La moderación es más eficiente, eficaz y transformadora que los discursos imperiales que luego quedan en desahogos. No hablo de la moderación como una forma de parálisis, sino aquella que torna la acción más intensa.
"No estoy en una moción de censura"
¿Se ha planteado en algún momento acordar con Ciudadanos y Podemos para derrocar a Cifuentes mediante una moción de censura?
Mi estrategia es trabajar por resolver los problemas. Ahí a veces coincidimos. No estoy en eso de hacer una moción de censura. Si llega el momento de asumir esa responsabilidad, la asumiremos. Si por ahora Ciudadanos no tiene incomodidad, como dice su líder, en sostener al PP, yo no voy a ser quien les ponga dificultades para que trabajen. Pero mi obligación es proponer una alternativa. Estamos en eso. Todo aquel que quiera gobernar debe tener un proyecto. Aquello que aprobamos desde la oposición va generando un caldo de cultivo.
En alguna ocasión se ha referido a la lucha contra la corrupción de Cifuentes como algo meramente superficial, como un simple cambio de nombres.
Combatir la corrupción es ir a las causas que la generan y no limitarse a intentar paliar las consecuencias. No me basta con que dimita aquel al que han pillado, ni con que asuma su responsabilidad política -y jurídica si la tiene-. Hay que erradicar los mecanismos que generan corrupción. También debemos ir a por los corruptores. ¡Y devolver lo robado! Además de los juegos de la oca, los ciudadanos quieren que aparezca el dinero que no está donde debe. Madrid no es un ejército de sinvergüenzas, pero está claro que las estructuras políticas fallan porque casi cada día nos encontramos con un nuevo escándalo. Cifuentes me parece más cordial que dialogante.
¿Eso qué significa?
Conozco personas que son cordiales, pero que no generan espacios de decisión compartida. A la presidenta le pediría más participación de la Asamblea en sus decisiones. Quiero y deseo colaborar en el Gobierno de la Comunidad desde la oposición.
Los madrileños están cansados de la corrupción. ¿Qué medidas concretas propondría?
Empezaría por reunir a los cuatro portavoces, lo que la presidenta nunca ha hecho. La lucha contra la corrupción debe anteponerse a los intereses de partido. Juntos deberíamos diseñar una estrategia de fondo. Pero esto lo tiene que liderar la presidenta. En definitiva, eso sería hacer de presidenta.
¿Quiénes son los corruptores en la Comunidad de Madrid?
No lo sé. Antes, la corrupción estaba bastante vinculada a los terrenos, la inmobiliaria y la ley del suelo. Quede claro que no pretendo satanizar ese sector. Ahora, se abriga mucho en los espacios de contratación pública. Debe revisarse si alguien paga por recibir contratos. Por ejemplo, revisar la documentación referente a una empresa a la que se elige con frecuencia, no perder de vista los contratos menores…
¿Le ha pasado suficiente factura al PP su corrupción?
Nunca lo hemos sabido del todo bien. Se ha generado un mensaje satánico: que todos somos iguales. Se dice: "Estos roban, pero qué más da. Todos lo hacen". Incluso ya se defiende aquello de: "Da igual que meta la mano en la caja si es un buen gestor". Pero no todos somos así. Existen personas honestísimas. El PP tiene que hacer más en la lucha contra la corrupción. Y no sólo lo digo yo, sino también gente de su propio partido.
Se intenta transmitir ese mensaje de: "Cuando los pillamos, los quitamos". Este discurso hace mucho daño. Hablemos de regeneración y no de corrupción.
En 1993, el PSOE tenía varios frentes abiertos en este sentido y ganó las elecciones. En el 96, en una situación más delicada casi se hace de nuevo con la presidencia. ¿La corrupción una vez descubierta no debilita a los partidos en España?
Se habla de casos incidentales aunque sean muchos. Se intenta transmitir ese mensaje de: "Cuando los pillamos, los quitamos". Este discurso hace mucho daño. Hablemos de regeneración y no de corrupción. España no va a cambiar sólo persiguiendo a los corruptos. El cambio debe ir en cada uno de nosotros, generando conciencia cívica y ciudadana. Existe el hábito de no pagar el IVA, otro día te llevas el dinero fuera… La cuestión cultural es muy importante.
Cristina Cifuentes les ha regalado el libro "Ejemplaridad pública", del filósofo Javier Gomá. ¿Cómo lo ha recibido? ¿Predica la presidenta con el ejemplo?
Tengo tendencia a dedicar los libros que escribo yo. En cualquier caso, es un regalo que agradezco. Gomá es estupendo, un tipo valioso. No me parece un mal obsequio. No tengo nada que objetar en cuanto a su ejemplaridad. Los liderazgos la exigen. Es un valor que va relacionado con lo que los demás piensan de uno. He tenido la relación de regalarle un libro mío. Me da pudor hacerlo porque va a parecer que tiene interés, pero es más personal. Nunca dedicaría El Quijote a otro. Eso sí, reiteró mi agradecimiento.
Precisamente, como ha hablado de la ejemplaridad como aquella percepción que el resto tiene de una persona, ¿cuál es la suya acerca de Cifuentes?
Aporta cosas a la Comunidad: frescura, naturalidad y espontaneidad…. Esto también tiene sus pegas. De forma general y no por ella en concreto, he criticado que vivimos más de la apariencia que de la transparencia. Por eso, defiendo que demos contenido a lo que hacemos. Vivimos en la sociedad del paripé, más que del postureo, una palabra que se ha gastado en quince días. La novedad está por ver.
EL ESPAÑOL publicó un vídeo en el que puede verse cómo varios diputados se niegan a responder unas preguntas acerca de El Quijote. Algunos incluso no aciertan en su respuesta. ¿Le preocupa?
Tenemos que cultivarnos y cuidarnos todos mucho más. La cultura no es un aditamento lateral o un adorno. Es fundamental cuidar la palabra porque supone cuidarnos a nosotros mismos. Si de ahí se dedujera que no hay conocimiento del Quijote, sí que me parece preocupante...