Virginia, una de las protagonistas del documental, posa junto a su hija.

Virginia, una de las protagonistas del documental, posa junto a su hija.

España Festival de Málaga

Cuando el abuso sexual empieza en nuestro entorno

La realizadora Chelo Álvarez-Stehle rompe el silencio y revela su condición de víctima en 'Sands of silence'.

28 abril, 2016 02:18

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La denuncia de la trata de mujeres y niños y su explotación sexual es una constante en la obra de la periodista y cineasta riojana afincada en California, Chelo Álvarez-Stehle, que acaba de conseguir el primer premio y biznaga de plata en la sección 'Afirmando los Derechos de la Mujer' del Festival de Málaga con su primer largometraje documental, Sands of Silence: Waves of Courage [Arenas de silencio: Olas de valor, en inglés].

Su biografía recoge casi dos décadas de dedicación a combatir esta forma de esclavitud desde que se topó con ella en Nepal, donde vio burdeles al aire libre que ofrecían menores de hasta nueve años y supo de templos con estremecedores rituales de niñas vírgenes.

Allí, en 1997, conoció a Anu Tamang – “me agarraron cuatro hombres y me amenazaron con matarme (…); me compraron cuatro mujeres(…), me violaron en grupo (…), intenté suicidarme”- y aquel encuentro marcó el inicio de una senda que diez años después, en 2007, la llevaría a entablar relación con la mexicana Virginia Isaías, secuestrada junto a su hija Lala de cinco meses -fruto de una violación-, torturada y obligada a prostituirse hasta que consiguió escapar y trasladarse a Estados Unidos.

Las historias de Anu y Virginia se exponen en la cinta premiada como ejemplo de esperanza y superación. Anu logró llevar a juicio a los traficantes que la raptaron y Virginia preside en el sur de California la Fundación de Sobrevivientes de Tráfico Humano. Ambas dan fe de que hay escapatoria, de que es posible superar la condición de víctima y luchar contra el tráfico de personas.

Sands of Silence - Arenas de Silencio Trailer ESPAÑOL 1920x1080

Anu inspiró Niñas de Holajata, dirigida por Miguel Bardem en 2002 para Canal Plus España, y la experiencia de Virginia anida con fuerza en el proyecto de la realizadora reconocido ahora en Málaga. De su trayectoria dan cuenta reportajes sobre la limpieza étnica en Bután o los abusos en orfanatos a niños aborígenes australianos; tanto como los cortos Sold in America [De venta en USA], estrenado en el Festival de Derechos Humanos de Montreal, y el más reciente Trough the wall [A través del muro], sobre el drama de una familia dividida por la frontera entre México y Estados Unidos.

“Mis viajes me han llevado al corazón de mujeres que han sanado sus heridas rompiendo el silencio”, expone Chelo Álvarez- Stehle, que confiesa sin ambages haber cruzado la raya que separa al periodismo del activismo para comprometerse de forma activa en la defensa de los derechos humanos.

LOS FANTASMAS DE LA INFANCIA

Sands of Silence da cuenta de su lucha contra la trata de mujeres que, asociada a la pobreza y al negocio de las mafias, no respeta etnias ni continentes.

No es su único objetivo, la película gira pronto hacia un ámbito mucho más personal. Su directora construye un relato paralelo al de Isaías, colocándose delante y detrás de la cámara, y la narración se desvía a una forma de abuso, menor pero más oculto, envuelto en un entorno doméstico, mediante el que desnuda su alma y se libera de los fantasmas que la asedian desde la infancia, contribuyendo a aumentar esas olas de valor que rompen el silencio.

Chelo Álvarez-Stehle se arma de coraje y retorna a su localidad natal, Logroño, donde rodeada de sus hermanos abre la caja de pandora, recupera el pasado y descubre su condición de víctima y pequeños abusos cometidos a su alrededor de los que nunca se ha hablado en casa.

Ella es la mayor de siete hermanos de una familia de clase media, muy conocida en la ciudad porque su padre, médico, fue senador del centro derecha en cinco legislaturas y promovió importantes proyectos de voluntariado en la capital riojana.

En su película recoge los testimonios de su hermana, de una prima, una cuñada… y el suyo propio que le obliga a enfrentarse por carta a un sacerdote a quien le reprocha que no pudiera reprimir su deseo sexual mientras le abría a los 15 años las puertas de la teología de la liberación.

“Había algo inmoral en tu afecto aparentemente inocuo, como cuando me llevabas en tu coche a tomarme un refresco y me apretabas el muslo mientras conducías”, expone en su introspectivo viaje, en que el trata de saldar cuentas con su agresor, a quien asegura perdonar.

Hay un episodio anterior, del que fue víctima su hermana Marián con 9 años en la playa de Zarautz, donde veraneaba la familia, al que ella atribuye el germen de su activismo contra la explotación sexual. Las casetas de aquel arenal anuncian hoy su película.

“Un hombre alto se puso a jugar con mi hermana (…) Fueron hasta los toldos, se metió en uno de ellos y bajó la lona (…) Sólo recuerdo un silencio aterrador como si aquel extraño le hubiera robado, me hubiera robado el aura mágica de la niñez (…) Era mi hermana pequeña y no hice nada para ayudarla”.

Paradójicamente es la hermana quien resta importancia a los tocamientos y el beso recibido aunque se aviene a levantar el velo para servir de ayuda a otras mujeres. Y es Chelo quien resulta marcada de por vida.

“EL SILENCIO NOS ESCLAVIZA”

Por esa razón el documental, que al principio se centraba en Virginia Isaías, adquirió luego “vida propia” y su autora buceó en su interior para conocer las razones del combate que libra contra la explotación sexual. Su “empatía” hacia las víctimas nacía de “un pasado enterrado que no quería remover” y al asumirlo se vio en la “obligación moral” de dar un paso al frente, según ha relatado a EL ESPAÑOL.

“La trata se había convertido en un hot topic, el tema de moda que todo periodista quería cubrir; pero yo veía que existe una epidemia mucho más extendida de violencia sexual que afecta a todas las capas de la sociedad y a todos los países, incluidos los democráticos, y de alguna forma más difícil de combatir porque es una enfermedad silenciada por el estigma social que conlleva, de la que no se habla”, asegura Chelo Álvarez- Stehle.

“El silencio nos esclaviza, porque impide la implantación de métodos para evitar los abusos, proteger a las víctimas y castigar y reformar a los transgresores”, reflexiona.

Su documental pretende abrir los ojos del espectador hacia la violencia sexual más cercana y menos visible, porque resulta “menos problemático” denunciar las redes de trata que “aceptar que seguimos callando frente al incesto, la violación y la pederastia en escuelas y eclesiástica”.

“Es mucho más fácil dar un donativo a una organización que lucha contra el tráfico de seres humanos que sentarte a discutir posibles abusos con tu familia”, concluye al exponer la complejidad de su elección.

ENCARARSE CON LOS AGRESORES

La realizadora empleó ocho años en dar forma definitiva a su proyecto, incluido el tiempo en que tardó en derribar el muro familiar.

“A mi padre le daba pavor hablar de eso”, recuerda Manuel ante la cámara entre apreciaciones comprensivas de hermanos y cuñadas, que admiten que no es plato de gusto que un relato que afecta una familia tan conocida se proyecte en el Bretón -en referencia al teatro de Logroño”.

Paso a paso Chelo Álvarez-Stehle logró vencer todas las resistencias y su pretensión actual es que Sands of Silence llegue al mayor número de público y se exhiba en todas partes, también en Logroño, donde no descarta que surjan nuevas víctimas que como su prima y ella compartan agresor, u otros casos diferentes.

Su intención es procurar que afloren los abusos silenciados, conseguir que si hay mujeres que se identifican con su historia y la de su familia se atrevan igualmente a contar su experiencia, aunque entiende que la reacción pueda ser distinta. “Algunas víctimas se encararán con los transgresores –como ella hace- otras no por lo que supondría de revictimización”, comenta.

PEDERASTIA EN LA IGLESIA

En su búsqueda interior Álvarez-Stehle recorrió los caminos del miedo, la ansiedad, la culpabilidad, el olvido, y el perdón en su doble vertiente, del que lo pide y el que lo concede. “El perdón sin reparación no es perdón; el que pide perdón debe reparar”, responde cuando se le pregunta por su alcance.

Su discurso incide en la exigencia de castigar a los agresores llevándoles ante la Justicia y en la necesidad de ensayar fórmulas de rehabilitación y tratamiento psicológico para pederastas y violadores. El mensaje se endurece al abordar la “epidemia” de pederastia eclesiástica y aboga por poner fin al celibato de los sacerdotes y a penalizar “el silencio institucional imperante”.

Da su opinión: “Por leves que sean los actos, los abusos cometidos por religiosos son muy graves, sobre todo cuando afectan a menores y adolescentes, porque suponen una violación de una relación espiritual que tendría que ser sagrada”.

Reunir en un mismo documental los abusos de los que su hermana, su cuñada, su prima y ella misma fueron objeto con la brutalidad de las vivencias expuestas por la nepalí Anu Tamang y la mexicana Virginia Isaías, conllevaba un riesgo de comparación y minimización de los primeros, presente en toda la película, que su realizadora ha creído finalmente conjurar.

“No se trata del nivel o grado de abuso sino de su impacto y de que la víctima debe liberarse rompiendo el silencio. Psicólogos expertos defienden que en ocasiones el abuso sexual infantil, incluso leve, deja huellas mucho más profundas que la trata y la tortura sexual. Además, la mayoría de las mujeres objeto de tráfico con las que me he encontrado habían sufrido malos tratos y abusos siendo niñas. Hay una conexión, puede ser el primer escalón y ambos casos están estigmatizados”.

Chelo Álvarez-Stehle dedicará los próximos años a seguir horadando ese silencio y mientras promociona la distribución de Sands of Silence retomará la producción de un videojuego. Dirigido a estudiantes de 13 y 14 años, SOS-Slaves difunde valores sobre la igualdad, la dignidad humana y el respeto al propio cuerpo y al ajeno.