Así es el nuevo testaferro profesional
En los orígenes de la corrupción en España, el testaferro era una persona de confianza que pagaba lealtad y complicidad con la cárcel. El testaferro 2.0 evoluciona hacia un perfil profesional y remunerado.
9 mayo, 2016 02:54Noticias relacionadas
Leticia Montoya figura en la junta directiva de más de 3.000 sociedades panameñas. No es una de las grandes fortunas del país, es testaferro de profesión. Bernal Zamora Arce es un cartero de Costa Rica. Su nombre aparece en centenares de sociedades pantalla y es el testaferro que han compartido los actores Imanol Arias y Ana Duato, y el ex número dos de la Comunidad de Madrid, Francisco Granados. Según revela EL ESPAÑOL, la Policía busca en estos momentos el grueso de la fortuna de la familia Pujol en Panamá y se centra en José Cornelio Berdiales Rodríguez, de 54 años. Este ciudadano panameño participa en la constitución de varias entidades en Panamá y Belice tras las que se esconden los miembros de la familia del ex presidente catalán.
El diccionario de la RAE define testaferro como la "persona que presta su nombre en un contrato, pretensión o negocio que en realidad es de otra persona". Esta figura ha evolucionado con el tiempo. En los orígenes de la corrupción en España, el testaferro solía ser una persona de confianza que pagaba lealtad y complicidad en el enriquecimiento ilícito con la cárcel. Así ocurrió con Jorge Esparza en el caso Roldán o Alberto Flores, en Filesa.
Las dos muertes del caso Paesa
Otros lo pagaron con su vida. Los testaferros de Francisco Paesa; Jean Henry, un bombero suizo alcoholizado, y Jack Pierre Aberlé, que acabó como un indigente, murieron en extrañas circunstancias en un período de apenas seis meses en Suiza. Uno se reventó la cabeza de un disparo y el cuerpo del otro apareció semidesnudo sobre la cama de un hostal para vagabundos en Ginebra.
El testaferro del siglo XXI ha evolucionado hacia un perfil profesional, remunerado y generalmente ajeno a las actividades del verdadero responsable de la operación. No hay tramas novelescas como en el caso Paesa. Es un modus operandi habitual que los grandes despachos de abogados contraten trabajadores anónimos como 'hombres de paja' en las sociedades pantalla con las que sus clientes tratan de ocultar patrimonio.
Un contrato privado es el único documento que identifica al verdadero dueño de la sociedad. Y acceder a esa información es complicado. Hace falta una orden judicial, una entrada y registro policial o una filtración masiva de información, como en Mossack Fonseca. Así es como sabemos que Leticia Montoya está en la junta de 3.000 sociedades.
Los 150 euros de Urdangarin
En 2012, el diario El Mundo identificó a Gustavo Alberto Newton Herrera, panameño de 50 años, como el testaferro de Iñaki Urdangarin y su socio Diego Torres en Belice. Newton Herrera cobraba 150 euros al mes simplemente por figurar en el entramado que gravitaba en torno a De Goes Center for Stakeholder Management, la tapadera de Nóos para colocar sus ganancias en Belice.
La justicia no es capaz de vincular estos testaferros con las tramas que investigan, entre otras cosas porque no las conocen. Las cantidades que cobran, en teoría modestas, pueden ser una fortuna para ellos y sus familias.
Se han dados casos de vagabundos utilizados como testaferros. En 2014, la Fundación Arrels de atención a personas sin hogar en Barcelona denunció ante la Fiscalía 12 casos de estafas a indigentes. Un abogado les ofreció firmar unos papeles a cambio de 200 euros. Alguno de ellos se convirtió de repente en administrador de hasta siete empresas con deudas millonarias con Hacienda. Estas 12 víctimas vivieron un infierno de reclamaciones y citaciones en los juzgados. La Fundación evitó que entrasen en la cárcel.