Entonces Chance va a la tele. Es difícil explicar cómo ha acabado allí. El caso es que ahí está, entrevistado sobre las políticas del presidente de los Estados Unidos en horario de máxima audiencia. El pobre Chauncey no tiene ni pajolera idea de economía. Ni de nada. El azar lo llevó primero a casa de un rico empresario y después a la televisión. Él solamente sabe de plantas, y de plantas habla. Chance mira a la cámara como una vaca mira al tren. Luego dice que un jardín requiere amor y cuidados. Y que tras el invierno siempre llega la primavera.
El conductor del programa toma sus palabras como metáforas de un sabio zen. Las políticas de estímulo serán abono y los recortes, una necesaria poda. ¿Es usted un buen jardinero?, le pregunta al final, con cómplice retranca. Soy un jardinero muy serio, responde Chance, con franca seriedad. Aplauso cerrado. Chauncey podría llegar a la Casa Blanca.
Bienvenido Mr. Chance es solo una película, pero a veces las películas se parecen un poco a la realidad. Ayer, el Partido Popular lanzó un vídeo del presidente en funciones que debería estudiarse en todos los masters de Comunicación Política. En él, Rajoy miraba a la cámara. No puede decirse que mirara como una vaca al tren, desde luego. Y, si lo hacía, se trataba de una vaca que sabe leer un telepronter. El caso es que miraba como queriendo hablarnos a nosotros, los españoles. El presidente soltó, mientras intentábamos sin éxito seguir el movimiento de sus pupilas, una colección de obviedades que remató así: “Nuestra democracia, con todas sus imperfecciones, es un éxito colectivo que debemos seguir cultivando”.
La democracia, al cabo, es como la economía, un inmenso jardín. Cuando uno escucha la comparación lo asaltan inmediatamente dos pulsiones. La primera: ¿cómo diablos ha llegado este tipo a presidente? Y la segunda: Rajoy habla entre líneas como Voltaire en 'Cándido', qué agudo y ocurrente. A nadie le gusta pensar que un señor más tonto que uno mismo ha llegado a La Moncloa, así que enseguida desdeña la primera opción. Y hace muy bien.
Porque si cometiéramos la torpeza de pensar que Rajoy es un simple, estaríamos incurriendo en el mismo error que llevó a Gallardón a pasarse de frenada y acabar fuera de la carrera política. Y a Esperanza Aguirre. Y a Migue Ángel Rodríguez. Y a Acebes. Y a Zaplana. Rajoy es un superviviente. Recogió el mando de un partido hecho añicos tras el 11-M. Con gallega discreción fue apartando a los hostiles, que eran muchos, y promocionando a los leales, que eran pocos. Un día ganó las elecciones y ya nadie le contestó más. Dejó a la oposición en andrajos y tuvo más poder del que había tenido nunca Aznar.
El pasado 20 de diciembre fue el candidato más votado. Sobrevivió a la quiebra del sistema tradicional de partidos y, mientras unos y otros se desgastaban tratando de rozar el gobierno, él hizo lo que mejor sabe hacer: sentarse a esperar. Todos le dieron por amortizado y muerto mil y una veces. Pero a la repetición electoral llega de nuevo en lo más alto de las encuestas. Su estrategia es la de siempre, la parsimonia. Por la tranquilidad de sus movimientos, por su forma de dilatar la toma de decisiones, pero también por lo que en ciencias se llama el principio de parsimonia, esto es, por considerar que la respuesta correcta a un dilema suele ser la más sencilla.
Por eso el video del PP debería estudiarse en comunicación política. Es breve. Es simple. No utiliza oraciones subordinadas. Y solo contiene una idea: o nosotros, o el caos. Rajoy se ofrece como la opción sensata y moderada frente a “la incertidumbre, la inestabilidad y la inseguridad” que encarna la alternativa del “extremismo”. Muchos encontrarán el vídeo espantoso. Seguramente no son su target. Muchos pensarán que una calabaza con ojos tiene más carisma que el presidente. Y hay algo de cierto. Concedamos que Rajoy no es Obama. Pero es que nunca le ha hecho falta. Su estrategia es revalidar su electorado del 20 de diciembre. No pretende enamorarnos. Los votantes del PP no demandan un nuevo Kennedy. Votan una marca que se asocia al PP de estabilidad, moderación y previsibilidad.
En realidad, Rajoy es exactamente lo opuesto a Chance. Chance es un tipo que dice tonterías que la gente interpreta como verdades sapienciales, en parte porque rellena los huecos de su discurso con asunciones de brillantez, en parte porque no puede imaginar que sea tan memo. Rajoy, al contrario, se mueve siempre en una indefinición calculada y deliberada. Juega con la ventaja de saberse más listo de lo que parece y, al revés que Chance, no ha llegado a lo más alto por error. Está exactamente donde quiere estar.
Esto tampoco quiere decir que el presidente en funciones sea un genio, simplemente hace lo que puede con las cartas que le ha tocado jugar, que tampoco son muy buenas. Dice Rajoy al final del vídeo que las elecciones del 26 de junio serán una votación “muy seria”. Después aparece el eslogan de campaña del PP, casi idéntico al del 20 de diciembre, porque, ya se sabe, mejor no arriesgar: “Ahora más que nunca, España en serio”. En esto Rajoy sí que se parece un poco a Chance. No podemos decir que sea un gran jardinero, pero hay que admitir que es muy serio.