EL ESPAÑOL se ha hecho eco de que el vicesecretario de acción sectorial del PP, Javier Maroto, fue a Estocolmo a disfrutar del Festival de Eurovisión en una información en la que aparece en una discoteca con amigos a altas horas de la madrugada. Como él mismo ha explicado, estando en Suecia supo que había sido condenado por el Tribunal de Cuentas, junto al ministro Alfonso Alonso, a pagar 393.862 euros por la contratación en 2007 de un alquiler desorbitado cuando ambos gobernaban el Ayuntamiento de Vitoria.
El viaje del dirigente popular, al calor de la sentencia del Tribunal de Cuentas por dilapidar dinero público, incendió Twitter y el vicesecretario del PP ha querido subrayar que conoció el fallo cuando ya estaba de viaje y que, en todo caso, se trata de su "vida privada".
No tiene sentido que Maroto apele a su intimidad respecto a algo que sucedió en una discoteca rodeado de periodistas. Y menos aún que exhiba su vida privada como eximente cuando lo sorprendente es que permaneciera de fiesta como si nada después de saber que había sido condenado por derrochar. Lo que debería haber hecho Maroto es haber regresado de Estocolmo nada más conocer la sentencia a dar explicaciones por el quebranto económico que produjo como concejal de Vitoria, en lugar de salir a las 72 horas apelando a su privacidad.
Nadie puede juzgar a Maroto por lo que haga en sus horas de ocio, pero él es un personaje público y estaba en un lugar público. Lo más indicativo del valor que le merece la gestión del dinero de todos es que aún le quedaran ganas de seguir de fiesta tras el varapalo de los tribunales a su gestión.