Micca y Mitens se refugian del calor en el rellano de la estación de Sol. Por fin, jadean a la sombra. Están a punto de hacer Historia. A su manera. Son los dos primeros perros que viajan en el metro de Madrid. Con paciencia -los flashes les persiguen- obedecen a Nacho y Cris, de la asociación Refugio, que los rescató del abandono. Y ahora, directos al estrellato. Fotografiados una y otra vez, han rebasado el torno en dos ocasiones para que todas las cámaras pudieran retratar el momento.
Desde este miércoles, todos los perros pueden utilizar el subterráneo. Eso sí, con condiciones. El dueño sólo podrá subirse al último vagón, el único que acepta mascotas. Todos los perros viajeros deberán llevar bozal y estarán bien atados. La correa tiene que ser de cincuenta centímetros. También deberán contar con microchip -algo ya habitual- lo que les identifica en un registro de la Comunidad de Madrid. Micca y Mitens han bajado por las escaleras. También podrían haber cogido el ascensor, pero no los peldaños mecánicos. Está prohibido.
Los dueños con más de un perro tendrán que buscar acompañante. Sólo podrá portarse una mascota por persona. En relación al billete, no habrá variaciones. El coste será cero. A no ser que se comentan infracciones. Las multas por excrementos, no llevar bozal o utilizar una correa no reglamentaria podrán llegar hasta los 200 euros.
"Lo hemos conseguido"
"Hemos dado un paso adelante en cuanto a convivencia", dice Nacho Paunero, de El Refugio. "La vida va a ser mucho más fácil. Ayer no se podía y hoy, sí. Hemos superado los problemas administrativos". ¿Le convence el modo? "Bueno, lo hemos conseguido. Que quede clara una cosa: no hemos inventado nada. En París y Berlín funciona. ¿Por qué va a fallar aquí?", dice justo antes de montarse en el vagón acompañado de Cris, Micca y Mitens para ir hasta Callao.
Perdone que le moleste, ¿a usted le parece bien que los perros viajen en metro? "Es una cagada", sentencia sin pararse. "Estos vagones no son para ellos". "Cada sitio es para una cosa -se anima otro-. En el caso de los ciegos me parece bien, pero en el resto, no".
Las opiniones son tan distintas como gente coge el metro a las once de la mañana. "No es ni bueno ni malo. Es lo normal. Si alguien tiene una mascota, tiene que poder llevarla consigo", añade una señora. "A mí me parece muy bien", apunta otro.
La opinión de los trabajadores del metro
Dos trabajadores del metro, ya sin uniforme, miran cómo Cristina Cifuentes inaugura en esta misma parada el plan de accesibilidad. Escépticos ante el cambio, resumen las sensaciones de sus compañeros: "Siempre que hay una norma nueva, supone un trabajo extra de comprensión y revisión. Es la reacción lógica", explica uno. "La reticencia no es a la norma en sí, sino a un nuevo modo de trabajar, pero esto es como todo, nos iremos acostumbrando y luego no supondrá ningún inconveniente", narra el otro.
"En líneas generales, todo depende del dueño, y no del perro. Si están bien educados, no habrá problema. Suponemos que los olores, al principio, quizá puedan molestar, pero muchos ya están acostumbrados por los perros guía de las personas invidentes", coinciden.