Cristina Losada: de trotskista a camarada del compañero Albert Rivera
La escritora y periodista es la candidata de C's a las elecciones gallegas. El objetivo es difícil: entrar en el Parlamento Gallego.
15 agosto, 2016 03:02Noticias relacionadas
Como todo buen gallego que se precie, Cristina Losada (Vigo, 1954) hizo las maletas y se marchó a recorrer mundo no bien asomaba la Transición por el horizonte de los años 80. Huyó sin ropa, sin dinero y sin saber quién era. Desaparecía el humo rancio del franquismo y debajo asomó un país que acogía nuevos tiempos, nuevos políticos y una nueva Constitución, que no terminó de satisfacer a todos. Ella estaba entre los inconformistas.
Losada observa casi cuarenta años después los ardores de una juventud en la que se entregó a la lucha contra el Franquismo. Su particular trinchera era la Liga Comunista Revolucionaria, un reducto trotskista desde el cual alzar la voz contra los abusos de la dictadura. Ha pasado mucho tiempo de todo aquello, y la vida ha querido que transitase por un camino diferente al de entonces: periodista en el diario Pueblo, columnista de Libertad Digital, tertuliana en esRadio y ahora candidata de Ciudadanos a las elecciones de la Xunta de Galicia.
Hace décadas, la escritora y periodista asumía en sus viajes su condición de española con reticencias. Ahora se convierte en la elección de Albert Rivera, al que conoció en 2012, para emprender la complicada tarea de arrebatar un puñado de votos a un PP cuyo arraigo en la comunidad gallega ha sido siempre incontestable entre los votantes de la derecha. Quienes la conocen resaltan una virtud: “Es una intelectual”. Cristina no esconde su aversión a los nacionalismos; tampoco su decepción ante las nuevas fuerzas de una izquierda de la cual proviene.
En la trinchera revolucionaria
Su interés por el comunismo la abordó al participar en las asambleas de estudiantes. A principios de los 70, Cristina se entregó al estudio de las Ciencias Políticas en la Complutense. Fue entonces, finales de enero de 1972, cuando se cruzó en su camino Antonio López Pacheco, más conocido en aquellos años como Billy El Niño. “Estábamos en una asamblea en la facultad cuando llegó la policía. Dos chicos y yo salimos de allí corriendo campus abajo. Pero nos estaban esperando”.
Ya detenidos, cuando los subieron al coche supieron que era Billy El Niño quien estaba dirigiendo la operación. “Nos llevaron a los calabozos de la Dirección General de Seguridad. Y él fue uno de los que me interrogó. Era un hombre temido, por razones fundamentadas. Pero al revés que mis compañeros, a mí no me golpearon. Fui negando todo aquello de lo que se me acusaba”, explica Losada a El Español. A las 72 horas, fue puesta en libertad, al lado de la Puerta del Sol. “Entonces experimenté la verdadera sensación de la libertad”.
La ardua tarea gallega
Ciudadanos lo tiene muy difícil en Galicia. El espectro político de la centralidad, si alguna vez existió en la comunidad gallega, estuvo y está ocupado por el Partido Popular, cuya hegemonía electoral no entiende de escándalos de corrupción ni de crisis económicas, ni tampoco de la salida a la luz de fotos con narcotraficantes. Galicia es una región en la que, tradicionalmente, han surgido dirigentes del PP y en la que se ha votado en masa al PP.
Losada es consciente de ello, pero critica la gestión de Feijóo en los últimos años: “Ha estado ocho años gobernando y podía haber producido una serie de reformas económicas mucho más serias. La economía gallega está instalada sobre unas bases débiles, y es preciso hacer cambios para que no se vuelva a derrumbar”. Además, apunta a la corrupción como la principal lacra del PP en Galicia: “Estos años afloraron muchos casos en la comunidad para los cuales el PP podía haber hecho reformas serias”, advierte.
En las elecciones del 26-J, el partido de Rivera obtuvo 133.758 votos en la comunidad gallega. No alcanzaron ningun parlamentario
Ciudadanos no tiene ningún arraigo en la comunidad gallega. Es una comunidad en la que queda bastante trabajo por hacer. El pasado mes de mayo, antes de las elecciones del 26-J, la dirección estatal del partido prescindió del único diputado que obtuvieron por Galicia en las elecciones del 20 de diciembre, Antonio Rodríguez. En esos días, previos a la fecha electoral, dimitieron ocho miembros de las juntas directivas de la formación en A Coruña. En total, en los últimos comicios el partido de Rivera obtuvo 133.758 votos en la comunidad gallega, una cifra con la que no le fue posible alcanzar un solo diputado para el Congreso.
El objetivo de Ciudadanos es, por lo pronto, entrar en el Parlamento Gallego, un ojetivo nada fácil según las encuestas. Los primeros sondeos sobre los comicios gallegos los dejaban fuera de "El Hórreo". Sin duda, Losada que vuelve ahora a la tierra que de la que se marchó hace muchos años, tiene por delante un arduo trabajo que asumir.
Doble desengaño: la Transición y el comunismo
Cristina revisa estos días su pasado, y revive en su último libro 'Un sombrero cargado de nieve' (Stella Maris, 2016) aquella huida hacia su interior, en un periplo que la llevó a recorrer durante siete años los países que llevaban toda una vida esperándola. La escritura, que ahora compagina con la política, es su principal pasión.
Llegó a Francia en busca de ese París de intelectuales, de “Truffauts” y “Godards” mezclando el humo del cigarro con el sabor del café en Shakespeare&Co, buscando la inspiración en las gárgolas de Nôtre Dame. Con cierta ironía, en la crónica de su estancia en París explica cómo el mito de la ciudad se le cayó en cuanto puso un pie en Montparnasse. En las terrazas de los cafés ya no debatían los intelectuales. Nadie mojaba en el té la Magdalena de Proust. El halo literario no existía. Paseando por las riberas del Sena Cristina se percató de que hacía años que todo aquello se había esfumado. Franco le había hecho perder el tren.
Otro de los muros que se resquebrajó en el pensamiento de Cristina fue el del marxismo soviético. Poco a poco, nuevas lecturas le dieron otra perspectiva. “Descubrí que el comunismo no era una opción defendible, que no era una ideología buena”. Así, la nueva lideresa gallega del partido naranja ha pasado en 40 años de Trotski al camarada Rivera.
Entretanto, España mutaba de piel. La Transición fue un tiempo histórico convulso, en el que lo nuevo no acababa de nacer y lo viejo no terminaba de morir. Amanecía España tras una larga noche de cuarenta años, y al punto ella escribía sus primeras impresiones, que no alumbraban sino nuevos desengaños: “Las aventuras políticas de los últimos años del franquismo y de la Transición habían acabado. El enemigo había desaparecido y, con él, aquel mundo de certezas, de emociones y de acción en el que habíamos vivido. España salía con decepcionante normalidad de una época en la que todo nos había parecido posible, hasta que iba a surgir de las cenizas de una dictadura el torbellino de una auténtica y magnífica revolución. Nuestra derrota era la normalidad”.