El PSOE echa a Rajoy de su castillo de Soutomaior
El tradicional pistoletazo de salida del curso político del líder del PP se trasladará a un bosque de robles del norte de Pontevedra.
25 agosto, 2016 01:55Noticias relacionadas
El Castillo de Soutomaior es una enorme fortaleza de piedra gris propia del medievo gallego situada en la provincia de Pontevedra. Con sus múltiples y elevadas almenas domina a 119 metros de altura el paisaje verde, casi bucólico, del valle del río Verdugo, a solo seis kilómetros de la costa. Un lugar multiusos, de bodas, banquetes, comuniones e incluso jornadas de reflexión del PP. Allí venía encerrándose Rajoy con los suyos al inicio de cada curso político en los últimos años. El lugar actuaba como el santuario del PP en la caída del verano, un cenobio en el que dirigentes de toda Galicia se encerraban durante un fin de semana, entregados a la meditación más propia de la previa del curso político.
El PP gallego deja la fiesta a un lado, el pulpo, el verano y los percebes. La cita no se producirá en el ya emblemático lugar del marianismo. El cambio de rumbo en la provincia de Pontevedra, que pasó en las municipales del año pasado a manos del PSOE, deja las llaves del castillo en manos de Carmela Silva, la nueva presidenta de la Diputación. Un giro de tuerca que deja a Rajoy y al PP gallego en el foso de la fortaleza de Pedro Madruga, el mítico caballero medieval gallego.
El cambio cogió con el pie cambiado a todos los dirigentes del partido. El castillo venía el lugar fetiche de Rajoy desde que se convirtió en el presidente del Partido Popular en el año 2008. Al final, el pistoletazo de salida de lo que serán unas arduas y peleadas elecciones autonómicas se dará en la Carballeira de San Xusto, un pequeño bosque al norte de la provincia de Pontevedra. Feijóo y sus principales cabezas de lista estarán en lo que se prevee un multitudinario cónclave.
Un inicio atípico
Las circunstancias dotan al acto de un regusto artificial con el que los dirigentes del PP no se habían encontrado en años anteriores: ni el anterior curso político acaba de terminar (de hecho, ni la anterior legislatura) ni el nuevo acaba de empezar. Este mes de agosto el PP visita un terreno inhóspito, que nunca ha transitado en sus más de 30 años de vida.
Rajoy vuelve a Galicia dos semanas después de haber disfrutado del verano en los habituales lugares por los que suele transitar:Ribadumia, Pontevedra, O Grove… El sábado pretende llevar perfilado el acuerdo con Ciudadanos para presentarlo ante los suyos en Galicia. Dadas las diferencias entre ambos partidos, sobre todo en el ámbito económico, no está claro que vaya a ser así.
Feijóo acudirá junto a Rajoy como anfitrión, en la previa de las elecciones gallegas, claves junto a las vascas (aunque no tanto) para definir futuros pactos de investidura en Madrid. Por eso, Rajoy acudirá un año más a arropar a sus colegas gallegos.
El PSOE vuelve a jugársela una vez más a Rajoy. Hace ya un año les habían advertido de que no les iban a permitir tener más actos de ese tipo en el emblemático lugar. Los antiguos dueños del castillo lo erigieron en esa elevada posición para controlar las comunicaciones entre el norte y el sur de la zona. Lo que el PP no ha podido evitar es el asalto del PSOE, presidente de una región que estuvo años y años en manos de Rafael Louzán, el cancerbero de Rajoy en su provincia de nacimiento.
El fin del verano: un clásico del verano del PP
Los actos de inicio de campaña del PP son ya una cita señalada en el final de cada verano. Desde época de Fraga, la plana mayor del partido en Galicia entraba en éxtasis antes del inicio de cada campaña. En el Monte do Gozo, por donde pasaron Bruce Springsteen o Metallica, Fraga reunía a sus mejores hombres al inicio del curso político y les servía 25.000 raciones de pulpo con un ejército de gaiteros animando el cotarro. Baltar, Rajoy, Louzán… Todos fueron testigo de las romerías de Don Manuel.
Con el tiempo, ya en una suerte de trance monástico, Fraga se dejó de flautas y empezó a encerrar a los suyos en el monasterio de Samos, en Lugo. Allí pasaban los días trazando estrategias políticas, rodeado de sus consejeros y de la mística silenciosa del paisaje medieval. En realidad era una vuelta a sus orígenes. Al fin y al cabo, estuvo a punto de entrar allí de monje cuando era joven.
El convite de Rajoy es ya un clásico del verano gallego. Rajoy declama ante los suyos, pero el interés está en los pequeños círculos, en los cócteles con la prensa, en las conversaciones en los jardines. Este año, Rajoy no podrá subirse a la muralla. Tendrá que conformarse con un roble.