La "traidora" más incómoda de ETA: 30 años sin Yoyes
La ex etarra volvió a España de su exilio en 1985. Tres disparos acabaron con su vida delante de su hijo.
11 septiembre, 2016 01:05Yoyes escribía reflexiones en su diario. Especialmente a lo largo de los últimos años de su vida, cuando el conflicto interno que la envolvía era mayor. Su salida de ETA y posterior exilio la hicieron otra, hasta el punto de que, cuando volvió, ya no era la misma. Se cumplen treinta años de aquel asesinato en el que la banda mandó un mensaje directo a los suyos: la deserción no era una opción posible. Esta máxima ha estado presente entre los miembros de la banda hasta el día de hoy.
González Catarain había vuelto a España un año antes, tras años de exilio en México. En 1979 salió de la banda terrorista, en la que se había convertido en una importante dirigente. Las discrepancias y las dudas surgieron en su mente y quedaron plasmados en los pensamientos que aquellos días fue vertiendo en su diario. “Mientras siga reprimida, ahogada, escondida, no puede haber sociedad que cambie a bien, porque se está ahogando el ser humano”. La idea de que el terrorismo -"la lucha armada", según ETA y su entorno- no tenía sentido comenzaba a rondarle la cabeza.
El día de su muerte
La Gudari Etorbidea es una avenida de menos de un kilómetro situada en el centro de Ordizia. Una plazoleta remata uno de sus extremos y en su centro una estatua de Andrés Urdanete se alza en el bronce negro característico de la escultura vasca. A sus pies murió Yoyes.
Eran las fiestas del pueblo. María Dolores González Cataráin tenía 32 años y paseaba con su hijo Akaitz, de tres años y medio, por la plaza nueva de Ordizia, deteniéndose en los chiringuitos y en los puestos de maquinaria agrícola expuestos aquí y allá. El 10 de septiembre de 1986 el tiempo se detuvo para ella a las seis menos diez de la tarde. El etarra Antonio López Ruiz, alias Kubati, se bajaba de un Renault-5 a pocos metros de la mujer y su niño. En el coche esperaba su cómplice, José Miguel Latasa Guetaria, quien apuntaba con la pistola al hombre al que habían abordado y cuyo vehículo actuaba a modo de camuflaje. Al conductor le obligaron a continuar hasta la estatua monumento del centro de la plaza. Kubati se bajó del coche y se acercó a Yoyes por la espalda.
-¿Tú eres Yoyes?
-Sí.
-¿Sabes quién soy yo?
-No.
-Soy un miembro de ETA y vengo a ejecutarte.
Yoyes se abalanzó sobre él, pero no pudo evitar recibir dos disparos, uno en el muslo y otro en el tórax. La mujer se desplomó en el suelo, indefensa. Kubati realizó un tercer disparo, esta vez en la cabeza, provocándole la muerte al instante.
Después volvió al vehículo, e hizo descender al conductor. Él y Getaria partieron en dirección a Zaldivia. El vehículo aparecería después en la estación de ferrocarril de Beasain con una trampa bomba activada. Los artificieros de la Guardia Civil la explosionaron y el coche ocasionó daños en diversos locales. Tardarían meses en localizar a los asesinos.
Yoyes escribía en su diario: “Mientras siga reprimida, ahogada, escondida, no puede haber sociedad que cambie a bien..."
Cerca del cuerpo de Yoyes aparecieron los casquillos de bala de la pistola que acabó con su vida: una FN Browning GP-35. Era la misma que llevaba el propio Kubati el día que fue detenido, dos meses y quince días después, el 25 de noviembre del año 1986. Al poco tiempo de su muerte, ETA emitió un comunicado en el que detallaban las razones que les habían conducido a quitarle la vida a aquella mujer. Se la acusaba de «colaboradora en los planes represivos del Estado opresor español y traidora del proceso de liberación que el pueblo trabajador vasco lleva a cabo».
En realidad, todo se había gestado meses antes. El periodista Florencio Domínguez, una de las principales autoridades en la investigación sobre la banda terrorista, habla en "Dentro de Eta" del sentimiento que se generó en la banda con la vuelta de Yoyes de su exilio. "Su vuelta ocasionó una notable conmoción interna en el seno de ETA, de forma especial en el colectivo de presos, que celebraron asambleas para estudiar el caso y acordaron el asesinato de su excompañera. Uno de los que intervino en el asesinato de la etarra, José Miguel Latasaa Getaria, miembro del comando Goierri en 1986 y expulsado en 1994, explicaba que fue en las asambleas de las cárceles donde se acordó el asesinato: "En esas batzarras se decidió y se decidió fuertemente la muerte de Yoyes".
Su historia en ETA
Yoyes ingresó en ETA en 1971, con tan solo 17 años. Con el paso de los años se convertiría en una allegada de José Miguel Beñarán Ordeñana, conocido en la banda como Argala, asesinado en 1978 por el Batallón Vasco Español. Entonces Yoyes quedó al frente de la dirección política del aparato militar de ETA. Tiempo después sus relaciones con la cúpula, sobre todo con el núcleo duro, empeoraron. Antxon, también conocido como Eugenio Echeveste, se enfrentó con ella y eso fue ya irreversible. Sus dudas acerca de lo que significaba ETA le empujaran a marcharse. Abandonó la organización criminal en silencio, sin alzar la voz ni hacer ruido. Y desapareció del país, rumbo a Latinoamérica.
México sería su destino, y después París, dos de las ciudades de las que habla en sus diarios. Años después regresaría a Euskadi, a su tierra a Ordizia, en busca de la paz y la tranquilidad. Pero allí no la olvidaban. Las pintadas iban surgiendo en las paredes. “Traidora”, “Yoyes traidora”. Era el preludio de su muerte en el año 86.
Qué fue de sus verdugos
La sentencia del juicio contra Getaria y Kubati data del día de la Nochebuena de 1990. Habían pasado cuatro años del asesinato, pero las circunstancias eran claras. Kubati fue condenado a 47 años y dos meses de prisión. Latasa Getaria, a 26 años y ocho meses de cárcel.
El destino de ambos etarras fue muy incierto desde aquel entonces. Latasa Getaria colaboró con la justicia en los años posteriores. En el año 1995 obtuvo el tercer grado y en 1998 la libertad condicional tras su ruptura con ETA. Su colaboración desde la prisión alavesa de Nanclares resultó definitiva para su futuro. Tanto fue así que ETA nunca lo olvidó y sus miembros lo consideran un vendido, un chivato. La persona que señaló a Yoyes para que Kubati la matara, también acabó repudiado por la banda por desertor. En los últimos años pocas noticias se han tenido de él. La más sonada y dramática trascendió el 7 de octubre de 2014.
No pudo evitar recibir dos disparos, uno en el muslo y otro en el tórax. La mujer se desplomó en el suelo, indefensa. Kubati realizó un tercer disparo, esta vez en la cabeza
A las 7.05 de la mañana una mujer iba a recoger su coche cerca de la casa del exconvicto. Al pasar por el garaje vio una intensa humareda que provenía del interior de uno de los coches aparcados. Llamó a los agentes y a los servicios de emergencias. Llegaron los policías y comprobaron qué era lo que estaba sucediendo. Dentro del coche había una persona: Latasa Getaria.
Había conectado el tubo de escape a una goma introducida en el coche. Quería acabar con su vida inhalando dióxido de carbono y con las pastillas tranquilizantes que se había ingerido antes cerrar la puerta del vehículo, iba directo a la muerte.
Kubati, Akaitz y el diario de Yoyes
Kubati salió de la cárcel el 15 de noviembre de 2013. El hombre que apretó el gatillo que le quitó la vida a Yoyes prosigue su vida ligado al mundo abertzale. Este año se le ha visto en distintos actos, algunos secundados por el propio Arnaldo Otegi, como una manifestación a favor de los presos de ETA el pasado mes de abril. En ella acudió con otros reconocidos exmiembros de la banda. Allí estaba, entre otros, Josu Zabarte, el carnicero de Mondragón.
Akaitz fue uno de los testigos que vio cómo su madre era asesinada a tiros por Kubati en el centro de Ordizia. Su vida le ha llevado muy lejos de aquí, concretamente a Miami. Hace tres años, coincidiendo con la excarcelación del asesino de su madre, el diario El Mundo acudió a buscarle en su centro de investigación al norte de la ciudad estadounidense. Pero se desvinculó completamente y apenas quiso hablar del asunto.
Yoyes no dejó de escribir en su diario hasta el día de su muerte. Algunas de sus anotaciones hablan de una mujer que, con la edad, maduró y cambió su forma de ver la vida. “No quería actuar en apoyo de una lucha que ha degenerado en algo terrible, dictatorial y mítico, contrario a mis valores. ¿Cómo me voy a identificar con dirigentes que lo único que saben hacer es aplaudir los atentados de ETA y pedir más muertos?”. Sin embargo, para entonces, sus antiguos compañeros ya tenían reservada una bala para ella. Su asesinato, en presencia de su hijo, supuso la demostración de que nadie estaba exento del terror de ETA.