Hoy es uno de esos días en el que los componentes de uno de los tres grupos de lobos que integran la Unidad de Seguridad Ciudadana (USECIC) de Madrid (incluido el jefe) se han tenido que levantar a las tres y media de la madrugada. Van a realizar uno de sus habituales operativos, que les han otorgado el récord. En lo que va de año llevan más de 100 entradas y registro de domicilios. Dan apoyo a las unidades más famosas del Instituto Armado para entrar de la forma más rápida y segura en los escondites de aluniceros, narcos, yihadistas y criminales de todo tipo. EL ESPAÑOL ha pasado 24 horas pegado a ellos y ha comprobado en primera persona por qué se ha labrado su medio centenar de hombres una reputación inigualable.
“En la Unidad no son los vehículos los únicos todoterreno. Procuramos estar preparados cada uno en su especialidad lo mejor que puede. Es raro llegar a un domicilio y tener que dar más de dos golpes de ariete. Mira la corpulencia de los que se encargan de esa función y además es que entrenan siempre que tienen ocasión. Si hay que quitarse horas de descanso, se las quitan. Las detenciones se ensayan miles de veces para que los detenidos y los agentes estén seguros. Los de defensa policial son cada día mejores, por lo mismo: Las horas que le echan”. Es lo que asegura con orgullo el teniente José Luis López Mocholí, jefe de la USECIC de la Comandancia de Madrid.
Las detenciones se ensayan miles de veces para que los detenidos y los agentes estén seguros
“Hemos crecido mucho en estos años porque nos hemos preocupado de mejorar cada día. Yo vivo esto con pasión y eso mi gente lo nota y me sigue. Si hay que meter la cabeza en una vivienda sin luz... pues la primera que asoma es la mía”. No tienen reconocida la especialidad, pero ellos se comportan como una unidad de élite.
Los puestos de toda la Comunidad de Madrid, las Comandancias de toda España, la Unidad de Policía Judicial, las de Información, la famosa UCO (Unidad Central Operativa) saben que la colaboración de la USECIC de Madrid es un seguro a la hora de entrar, detener y registrar.
Cuando regresan a la base tras una entrada y registro no acaba ahí la jornada. Patrullar, montar controles sorpresa de seguridad, preparar los próximos operativos...
De día hay que pensar muy bien el lugar y hora en el que desplegar un operativo de control. No se puede colapsar una vía, pero al mismo tiempo hay que asegurar el fin último de estos controles que es el de encontrar armas, drogas o delincuentes.
Todo preparado en cuestión de segundos
Nos desplazamos al puesto de Rivas Vaciamadrid donde tiene lugar la última reunión del grupo para cambiar el emplazamiento del control debido a un accidente junto a la planta de tratamiento de residuos de Valdemingómez. Aprovechan para repasar la forma de actuar. El sargento Rivero ofrece los detalles del lugar elegido para el control diurno, el orden de llegada y posición de los vehículos y a continuación salimos hacia el punto de actuación.
En cuestión de segundos todo está preparado. Dos agentes se sitúan en primer término: uno dará el alto y hará las preguntas de control a los conductores; y el otro, colocado a la derecha con un arma larga, asegura a todo el grupo. Tres guardias más se encargan de la zona de identificación y registro en ese punto; otro con arma larga completa la cobertura de seguridad de todos sus compañeros. En último término, el agente de la cadena de pinchos y el vehículo de persecución.
Esa cadena les ha servido para dar caza a los pocos que han intentado huir para eludir algún control. “Un alunicero con un BMW de alta gama si te pilla te mata porque para ellos el coche es su arma. Se dio a la fuga y con las ruedas rajadas por los pinchos tuvimos que seguirlo durante diez kilómetros por la M50”. Acabó detenido, por supuesto. Una conductora más nerviosa de lo normal y otro que no recuerda el nombre de la propietaria del vehículo a pesar de que asegura que es su novia son los primeros en pasar a la zona de identificación y registro.
El control no se ha montado al azar. La rotonda elegida es paso obligado para los que quieren entrar o salir de la conocida Cañada Real de Madrid. Una vez finalizado el control, el dispositivo se desmonta a toda velocidad y los vehículos se separan para comenzar a patrullar. Unos se dirigen hacia la zona de Rivas y otros atravesarán la Cañada entera desde Rivas hasta la zona de Getafe.
Los agentes de la USECIC son reconocidos por los delincuentes a kilómetros de distancia: “¡Los picos de la boina verde!”, les llaman. Los “lobos” conocen a la perfección los sectores y casas de la Cañada Real: “Aquí hice yo mi primera entrada... allí detrás de la casa verde, habían sustraído varias toneladas de cobre” comenta el agente D.F. La Cañada Real no solo es un polígono al por mayor de venta droga, sino también una ciudad repleta de vida, actividades diversas dentro y fuera de la ley (talleres, “ultramarinos”, bares, iglesias, huertos). “En esa casa de la derecha vive la familia del Rafita. Esa en la que acaban de cerrar la puerta de golpe”, nos aclara el guardia. Se refiere, sin necesidad de que nos dé más detalles, a los parientes de Rafael García Fernández, el asesino de la joven Sandra Palo a la que él y sus compinches atropellaron y quemaron hace ya más de una década.
Concluye la ruta de patrulla pasadas las dos de la tarde y es hora de regresar a base, la Comandancia de Madrid en Tres Cantos. Después de comer, algunos agentes entrenan en un polideportivo municipal cercano las técnicas de defensa policial que luego les harán actuar con más efectividad y limpieza. Otros acuden a la galería de tiro de las dependencias de Valdemoro para sus prácticas de tiro. Mientras tanto, el tercer grupo de “lobos” ya lleva un rato patrullando por distintas zonas de Madrid.
Pasadas las cuatro de la tarde, el centro operativo envía una señal a todas las unidades: una empresa de alarmas de seguridad alerta del asalto a un chalé de la zona este. Calculan que pueden llegar en menos de cuatro minutos gracias a sus potentes todoterreno. Cuando están a solo unos segundos del lugar les avisan de que es una falsa alarma.
“Estamos para esto y mucho más: alarmas, reyertas, grandes espectáculos... Hicimos la cobertura de Madrid Río. Había miles de personas y nosotros estábamos en primera línea. Salió bien”. El tráfico de drogas , la tenencia ilícita de armas... Todo lo que pasa en la calle pasa por la USECIC. “Todos los puestos de la Comunidad de Madrid saben que pueden contar con nosotros las veinticuatro horas. Si hay que estar a las dos de la mañana, a las dos de la mañana estamos”, dice con convicción el teniente López Mocholí.
Medidas adicionales de seguridad
Esa misma noche EL ESPAÑOL comprobó que están a las dos, a las tres y hasta las seis de la mañana en puntos calientes. A las 23 horas, los todoterreno de los "lobos" se citan con dos patrullas de Tráfico en un punto estratégico: una gasolinera entre Madrid y Toledo, cerrada solo unos minutos antes. Una de las patrullas es un furgón de Atestados dotado con material para prueba de alcoholemia. En la oscuridad de la noche y el lugar repasan con sus compañeros los detalles del dispositivo nocturno: van a filtrar el tráfico en dos grandes vías, la A-4 (avenida de Andalucía) y la A-42 (autovía de Toledo) en cuanto estén preparados. Llega el agente del SECIR (Servicio Cinológico) con su compañera canina, toda una experta en detección de drogas y la caravana se pone en marcha.
A las 00.10 horas cortan la carretera de Toledo. La noche exige medidas adicionales de seguridad: los últimos del convoy son los dos vehículos de Tráfico, los primeros que se encontrarán los conductores y que les obligarán a reducir su velocidad. En cuestión de segundos, montan de nuevo el dispositivo, más complejo que el diurno porque hay que añadir la iluminación del control y trazar un zigzag con amplitud suficiente para que puedan maniobrar los camiones pero a la vez con la dificultad necesaria para que ningún vehículo se pueda dar a la fuga. En el primer minuto, un coche no supera las preguntas de control. Tenemos el primer positivo. Toca ir a la zona de identificación y registro.
El caso es absolutamente inusual y los agentes se miran con perplejidad. Un Volvo y tres jóvenes. El conductor, que tiene 25 años, exhibe una manoseada partida de nacimiento cuando le piden el carné. “No tengo DNI. Nunca lo he necesitado”. “¿De dónde es usted?”, le pregunta el funcionario que no sale de su asombro revisando el documento. “Soy portugués, nacido en Madrid”. “Caballero, si nació en Madrid es usted nacional”, le aclara sin variar el tono. “No, no. Nacional no. Soy gitano, pero portugués”. Nadie se explica cómo ha podido moverse 25 años sin un DNI, pero lo ha hecho. No tenerlo no le libra de ser detenido por un delito contra la seguridad vial. Porque ni tiene DNI ni por supuesto permiso de conducir.
Su padre, a quien llaman por teléfono, se presenta poco después para hacerse cargo del coche, que es suyo. Nuevo problema. Ha venido hasta el control de carretera por la autovía circulando sin carné: está junto a su pasaporte portugués en el coche interceptado que es suyo, y no de su hijo.
Nos damos cuenta en menos de dos horas de la cantidad de conductores que circulan sin carné, si la muestra es representativa. Los segundos que desfilan por la zona de control son dos jóvenes tranquilos y bien parecidos a los que un ojo menos acostumbrado que el de estos agentes tal vez no habría dado el alto. El que va al volante carece de permiso y el copiloto que sí lo lleva en regla, despierta la curiosidad de la perra del SECIR que acierta en su sospecha pues el joven porta una bolsita con cocaína. Tampoco se libran. Propuesta de sanción para uno y delito contra la seguridad del tráfico para el otro.
La noche sigue arrojando historias junto a la carretera de Toledo, historias pequeñas comparadas con las que están acostumbrados a ver estos guardias civiles.
Los minutos avanzan y se acerca el tiempo límite para mantener el embudo en una vía tan concurrida. Toca levantar el dispositivo a toda velocidad y buscar una calle apartada en la que preparar el siguiente control, esta vez en la A-4.
"Los camiones advierten al malo"
Filtrar los vehículos que traten de acceder a la capital por la autovía de Andalucía presenta un inconveniente, y es que a casi cualquier hora de la noche los camiones son mayoría y eso provoca una retención casi inmediata.
“¿Qué sucede con los camiones? Que advierten al malo de que debe de salir de la carretera porque lo más probable es que estemos nosotros. Algunos incluso dan marcha atrás hasta la salida más próxima si la han rebasado. Lo bueno es que la mayoría de veces el coche que está de cierre u oculto en las cercanías les ve y se acaba rápido el intento de fuga”.
La noche transcurre sin más sobresaltos y al filo de las cuatro de la madrugada se levanta el control una vez más. Un nuevo punto de reunión antes de separarse en patrullas y unos minutos de charla tras la tensión de la noche.
“Cuando montas un control nunca sabes realmente cómo puede terminar la cosa. Madrid tiene una peculiaridad sobre otros destinos y es que gran parte de los delitos que se cometen acaban pasando por esta Comunidad. Los que no empiezan aquí... terminan aquí”.
El teniente López Mocholí se despide de nosotros mientras él y los otros miembros de la manada de lobos de la USECIC se separan para asegurar los caminos más oscuros de Madrid.