El primer recuerdo de José Miguel Cedillo se remonta a sus tres años, cuando dos hombres entraron en su casa a darle la noticia a su madre, Dolores García: su marido y padre de José Miguel, el policía Antonio Cedillo, había sido asesinado por ETA. "No recuerdo la cara de mi padre, pero sí que me acuerdo del sufrimiento de mi madre aquel día", cuenta. También conserva en su mente la imagen de los cuatro ataúdes de los cuatro policías que murieron el 14 de septiembre de 1982 cerca de Oyarzun (Guipúzcoa), cuando los terroristas comenzaron a tirotear los dos coches en los que viajaban; solo sobrevivió uno. Recuerda un ruido muy fuerte junto a los cuatro ataúdes, fue producido por el tiro que se pegó un compañero policía en la cabeza. Y se acuerda de cómo viajó en un Hércules de las Fuerzas Armadas desde San Sebastián a Sevilla, su tierra, mientras observaba el ataúd de su padre, colocado a su derecha.
Lo que José Miguel no recuerda es que nadie le explicara nunca qué había ocurrido con su padre, por qué no estaba con ellos. "Mi madre me contó que, como era policía, había sido asesinado por unos ladrones en el atraco a una peletería, y eso es lo que contaba siempre a mis amigos", apunta. Hasta que comenzó a hacerse preguntas.
34 años después del asesinato, José Miguel se concentra junto con su madre, que está superando un cáncer, y otra viuda de uno de los policías asesinados. Lo hacen frente al Ministerio del Interior. Quieren que el ministro, Jorge Fernández Díaz, les reciba. "Un atestado plagado de imprecisiones y de errores fue el origen de una especie de pacto de silencio que sigue sin esclarecerse, ni se ha perseguido ni se ha enjuiciado a los terroristas que mataron a mi padre", asegura José Miguel.
"El Estado no persiguió a los autores"
La madre de José Miguel, Dolores, pidió información al Ministerio del Interior en 2003 sobre la autoría del atentado que acabó con la vida de su marido cuando ella solo tenía 24 años. Le contestaron que en 1984, dos años después del atentado, se había dictado auto de procesamiento contra cuatro etarras: José María Zabarte (el carnicero de Mondragón), Félix Manzanos, Manuel Urionabarrechea y Juan Antonio Oyarbide.
En aquella carta se explicaba que Urionabarrechea y Oyarbide habían muerto en un enfrentamiento a tiros con la Guardia Civil en Irún en 1989. Al carnicero de Mondragón le juzgaron como cómplice del asesinato. Además, se aseguraba que Manzanos permanecía en paradero desconocido sin que hasta la fecha se le hubiera localizado "ni dentro ni fuera de España". Sin embargo, José Miguel asegura que con una búsqueda rápida en internet se puede ver que Manzanos está en Portugal. Su caso prescribió.
Hace cuatro años, cuando se cumplieron 30 del asesinato de su padre, José Miguel decidió que quería saber con certeza qué pasó el día del atentado y quiénes han pagado por ello. Acudió a la Oficina de Atención a Víctimas, pensando que ellos tendrían todas las respuestas, pero se dio cuenta de que "nadie" se había "preocupado por su caso". "No han sido capaces de dar respuestas sino más bien de lanzar balones fuera", explica.
El peor atentado es el que comete el Estado contra todos nosotros
Concentrado frente al Ministerio del Interior mientras espera a que Fernández Díaz le conceda una charla, José Miguel pide que el Estado sea el que asuma "la responsabilidad" de perseguir a los terroristas, que le den explicaciones a lo hecho en estos 34 años y que las víctimas de segunda generación tengan la cobertura que les permita "desarrollar una vida digna". "El peor atentado es el que comete el Estado contra todos nosotros", asegura. Y añade: "No persiguió a los terroristas identificados como autores, hasta tal punto que ha permitido que prescriba el asesinato".
El recibimiento del subsecretario
El pasado 14 de septiembre, en el 34 aniversario del asesinato, José Miguel y su madre también acudieron, desde Sevilla, al Ministerio del Interior. Les atendió el subsecretario, que les aseguró que "se estudiará" el caso. Les dijeron que el ministro contactaría con ellos esa misma semana. No fue así.
José Miguel y Dolores, aún convaleciente de sus operaciones, volvieron a Sevilla para descansar. Pero ahora están de nuevo en Madrid para exigir respuestas. "Solo queremos que Fernández Díaz nos reciba y nos escuche", asegura Dolores.