Hay acciones que resultan tan antiestéticas que anulan toda razón. La presentación de dimisiones de miembros de la dirección federal del PSOE en bloque para provocar la caída de su secretario general y su correspondiente puesta en escena no puede tener peor aspecto. El hecho y la imagen revisten un acto de fuerza, de derribo, desprendido de toda sutileza. Es como si los propietarios de un inmueble decidieran finalmente aplicar el desahucio con presencia de la gendarmería.
Ante tanta sobreactuación el porqué del hecho importa menos que el cómo y el para qué. Y uno se pregunta si la situación era tan preocupante, tan urgente, como para priorizar la eliminación política de una persona por encima de todo debate político. ¿Tan desesperada era la situación cómo para despreciar el impacto público de tal escenografía?
Con su renuncia, los dimisionarios tratan de impedir el debate sereno que venían reclamando
En las últimas semanas veníamos escuchando por parte de algunos de los dimisionarios la necesidad de abrir una reflexión y un debate sereno sobre la posición del PSOE en torno a la gobernabilidad de España. Y sin embargo, con esta actuación lo que se trata de evitar es justamente ese espacio de debate que estaba convocado para el próximo sábado, el Comité Federal del partido integrado por casi 300 dirigentes que es su máximo órgano entre Congresos. ¿Dónde, pues, se pretendía llevar a cabo el debate deseado? ¿Cuántos debían participar de ese debate cuatro personas, seis, ocho quizás?
Ahora, algunos dimisionarios, para justificar su actuación, recurren a argumentos de relación personal que en la vida privada pueden entenderse pero que en el ámbito público deberían evitarse por mero pudor. No nos hablábamos, no me llamaba, me desautorizó, me engañó… ¿Son razones políticas que justifiquen el escándalo que estamos viviendo estos días? ¿Acaso el resentimiento, el engaño, el despecho o la decepción personal pueden constituir elementos de relevancia pública? ¿Y en todo caso, pueden reflejar los valores exigibles a cualquier responsable político y servidor público?
No se explica que 17 personas puedan revocar la elección hecha por más de 60.000 personas.
La estética no lo resiste. Como no se explica, que más allá de la norma, 17 personas puedan revocar, sin más requisito que su propia voluntad, la elección hecha por más de 60.000 personas. Un responsable político maduro ha de saber que las motivaciones de los actos poco importan frente a sus consecuencias, y muy especialmente frente a los beneficiarios de esos actos. Importa, pues, saber a quién beneficia en última instancia esta maniobra. Al PSOE, no. A la izquierda, tampoco.
Y por último, qué se pretende con esta maniobra cuyo fin perseguía el desahucio de Pedro Sánchez y la implantación de una gestora como dirección del partido y la consiguiente implantación del estado de excepción en la organización. No hace falta ser adivino. Si te aburre el "No es No, detestas la posibilidad de un "gobierno Frankestein" y no quieres terceras elecciones, la ecuación da por resultado facilitar un gobierno de Rajoy o, como máximo, uno del PP.
Se ve que el tiempo transcurría y los nervios aumentaban. Lo demás son milongas.
*** José Luis Ábalos es portavoz adjunto del grupo parlamentario socialista en el Congreso.