Mucho tiempo antes del 17 de agosto de este mismo año, Patrick Nogueira Gouveia y Marvin Henriques Correia se iban juntos de fiesta por Joao Pessoa, cerca del mar. Fue así como se conocieron. Desde entonces se convirtieron en amigos inseparables. Patrick iba a menudo a su casa y Marvin a la suya. “Era un chico educado y atento aunque también callado. Me costaba mucho esfuerzo hacerle reír”, explica Percival Henriques, padre de Marvin, desde Brasil en una conversación telefónica con EL ESPAÑOL. No imaginaba que meses después de marchar a España, de lanzarse a la aventura en el mundo del fútbol, el mejor amigo de su hijo se iba a convertir en un asesino.
“Yo lo veía como un chico de 19 años. Ya estaba en la facultad de Derecho, en un instituto estatal, sin vicios. Nada reprobable cuando yo lo conocí”, describe Henriques. Eran tiempos tranquilos para ambos jóvenes. Hablaban de las chicas que les gustaban, de los coches que querían conducir, de las carreras que querían estudiar. Dos chicos tranquilos con una vida apacible. “Patrick quería aprender a cocinar para su chica. Le enseñé. Hicimos risotto, camarones y otros platos que incluso colgué en mi Instagram”, recuerda.
Según su padre, Marvin era un chico tranquilo, familiar, amoroso. Le gustaba hacer amigos, era un chico popular. “Siempre ayudaba, desde pequeño. Amaba los animales, los cachorros, sobre todo los gatos”, añade. Un dato que contrasta con el perfil de Facebook del joven antes de cerrarlo. En su muro se podían leer publicaciones de contenido escabroso: maltrato animal, palizas… Los tiempos han cambiado mucho desde entonces. Ambos amigos se encuentran ahora en la cárcel, unidos como siempre, pero esta vez con un crimen de por medio.
¿Por qué no llamó a la policía la noche del crimen?
Durante la noche del crimen, Marvin y Patrick intercambiaron mensajes en tiempo real, la mayoría de ellos después de que Patrick asesinase a su tía Janaína y a sus sobrinos de uno y tres años. También después de que asesinase a su tío Marcos. Un hecho llama la atención, y es que en ningún momento su cómplice mostró disposición de avisar a las autoridades. Ni antes, ni durante ni después del crimen. ¿Por qué fue así? El padre del joven atribuye esta actitud al miedo, a la tensión del momento y, en parte, a la lealtad hacia su amigo. “Creo que más de la mitad de la población tendría dificultad para llamar a la policía y hablar acerca de un crimen en el cual estuviese envuelto una persona próxima. Marvin es un joven inmaduro, que acaba de cumplir los 18 años”.
Henriques habla también del miedo. El temor creció en el interior de su hijo. Si lo contaba, y el asesino se enteraba de todo, no solo habría traicionado a su amigo, sino que seguramente su vida correría peligro. “Está también el miedo de que el amigo le molestase después si lo contaba. Son sentimientos que coexisten en un momento como ese va desde no creer lo que está sucediendo hasta la repugnancia y el distanciamiento de la realidad. El mensaje que publicó en Twitter tras los hechos revela un poco ese dilema entre denunciar o no denunciar al amigo".
Creo que más de la mitad de la población tendría dificultad para llamar a la policía y hablar acerca de un crimen en el cual estuviese envuelto una persona próxima.
Marvin se guardó el secreto para él mismo. Días después de lo ocurrido, el joven y supuesto cómplice estuvo varios días sin ir al colegio. Sus notas bajaron. Su padre le notaba más cariñoso, "como si estuviese falto de cariño”.
¿Es Marvin culpable?
“No falles, buena suerte”; “sal por la mañana, por delante, como si fueras a dar un paseo”. Estas son dos de las frases que Marvin le escribió a Patrick el día 17 de agosto cuando estaba en la escena del crimen. En aquel momento, dice su padre, la confusión se apropió de su mente. Quizá fue eso, intuye su padre, lo que le llevó a callar durante más de un mes. “Mi hijo falló, cometió un error, el de tener curiosidad de preguntar cómo fue. El de no tener la madurez suficiente para saber que aquello era algo bárbaro. El de no haberme contado a mí o a la policía. Falló desde el punto de vista moral. Tenía miedo del asesino”.
Sin embargo, el padre del joven cómplice insiste a lo largo de la conversación con este periódico en un detalle, en que su hijo no es el asesino. “Su conducta no puede ser en ningún momento igualada a la de Patrick. Él fue inconsecuente, no el criminal. Ese barullo que se ha generado en torno a la conducta de Marvin está creando una cortina de humo para quitar del foco al verdadero criminal”.
Mi hijo falló, cometió un error, el de tener curiosidad de preguntar cómo fue. El de no tener la madurez suficiente para saber que aquello era algo bárbaro.
El ánimo de Percival no es el mejor en estos días aciagos para su familia. Durante la última semana, distintos miembros de la familia de los asesinado le escriben mensajes en su muro de Facebook para recordarle el acto en el que su hijo estuvo implicado. Y eso le hace sentir el peso de la responsabilidad. “Como padre me siento obligado, aunque siempre creí en la autonomía de nuestros hijos”.
Marvin sigue en la cárcel
Al contrario de lo que se dijo hace unos días, Marvin sigue en la cárcel PB1 de Joao Pessoa, un centro de máxima seguridad en el que se encuentra aislado bajo una férrea vigilancia. Se encuentra confuso, avergonzado y arrepentido. “Pero también muestra esperanza en salir y retomar su vida porque sabe que no es el asesino”, defiende su padre.
A lo largo de la hora y media de conversación, Percival Henriques no ceja en su empeño de defender a su hijo. “Si usted lee el diálogo, observa que Marvin intentaba imaginar a su amigo en el papel del asesino, como si todavía no creyese que las fotos que veía fuesen reales. Imagine que una persona que usted conoce, de una hora para otra aparece en el papel de un personaje como Hannibal o Jack el Destripador. La reacción puede ser cualquiera”.
¿Tiene dudas?
Me sigo preguntando dónde fallé, en qué momento mi hijo perdió la noción del límite entre el mundo virtual y el real. En qué momento esa deshumanización que asola la sociedad de la información llegó hasta mi casa”, detalla Percival.
¿Qué le espera ahora a su hijo?
Mi hijo necesita corregir su conducta, pero la prisión no es el camino. No puedo dejar que las organizaciones criminales lo ‘orienten’ dentro de un presidio. El camino es la educación.
Percival ve la historia que ha envuelto a su familia como una secuencia de “infelicidades, de desgracias”. Ya nada se puede cambiar, el reloj echó a andar y no se puede detener. Solo les queda el perdón. “Lo lamento todo. Sobre todo por las muertes. Lamento por los familiares. Lamento que mi familia esté de alguna forma próxima a esta atrocidad. Pido disculpas a todos”.
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