La historia de los que se fueron durante la crisis: “Nos han robado a nuestros hijos”
'Volveremos' reúne en forma de libro los testimonios de once jóvenes y sus familias que emigraron en busca de futuro.
3 diciembre, 2016 16:38Decía Svetlana Aleksiévich que la historia sucede en las cocinas. Frente a los grandes acontecimientos de su pueblo -la tragedia de la URSS, el poder, Lenin, Stalin- la premio Nobel se propuso narrar sus épocas desde la cocina de las casas rusas, con té y cigarrillos.
Noemí López Trujillo, periodista de EL ESPAÑOL, y Estefanía S. Vasconcellos, colaboradora de este periódico, han conseguido el ejercicio periodístico más notable: desaparecer. Su primer libro, Volveremos, ha sucedido en las cocinas de la tecnología que unen a los que se quieren pero están lejos: el Skype.
Volveremos es la memoria oral de los que se fueron durante la crisis. Las autoras se fueron y en el recorrido de su experiencia comprendieron que su situación -jóvenes, preparadas- no era única. Y Berni -hoy protagonista del libro- desde Londres tuvo el mismo pensamiento. Libros del K.O. y su editor, entonces también expatriado, comprendieron que había que dejar por escrito el testimonio de todos aquellos que se habían ido. Este sábado, un año más tarde de que la vida de éstos inmigrantes se juntase, han presentado la obra en la librería madrileña Tipos Infames. Durante una mañana soleada, amigos y desconocidos se juntaron para llorar y gritar, pero sobre todo para recordar que irse y volver no siempre van de la mano, pero que estar siempre es el verbo que lo conjuga todo.
La crisis de Jorge, María...
En 2008 cayó Lehman Brothers y, de algún modo, comenzaba a ser palpable la crisis. Desde entonces todo ha cambiado. La investigadora del CSIC Amparo González-Ferrer estimó que desde que comenzó mutación económica casi 700.000 -algo así como Zaragoza- españoles habían emigrado. El periodista Antonio Lucas afirmó durante la presentación que la crisis “precintó el futuro de dos generaciones” y aunque ahora parece que volvemos a las aguas tranquilas del desencanto, Lucas insistió en que “la crisis no ha terminado, es un presente continuo”. “Aceptamos cierta mendicidad” en nuestro nivel de vida, pero “estas voces son el altavoz de ese desamparo”.
Los testimonios que aúnan el libro son Ernesto, Soraya, Jorge, María, Cintia, Bernardo, Laura, Peter, María, Leonor y Enrique. Y sus padres y sus parejas. Desde Toronto, Montevideo, Londres, París, Colonia o Luxemburgo. Pero con la cabeza en Madrid, Valladolid, Santander, Jaca o León. Cada uno con su historia. Dos carreras brillantes en un ámbito poco competitivo para el Gobierno -la Filología-, un embarazo inesperado y un ¿qué hacemos? Un negocio familiar que quiebra, los ahorros que se esfuman y un aquí-no-hay-nada-que-hacer. Diez testimonios de aquellos que se fueron.
Irse significa tener un colchón donde estar los primeros meses, pero también la seguridad de que fracasar en plural es algo más sencillo
Más bien once. Cintia no se fue, pero quería. Su destino era Brighton, pero sigue en Elche desde que nació. Cintia es el personaje que más sorprende del libro porque ella, de momento, no va a volver. No se fue porque, bueno, el miedo a fracasar a veces es más fuerte, pero en su caso ese temor que la obligó a no moverse la salvó. Su nómina de 400 al mes en el McDonald’s evitó que su madre fuera desahuciada.
Vasconcellos afirma que “se fueron los que podían irse” y recuerda a María decirles que “si todo salía mal, nuestras madres van a abrir la puerta”. Una muestra de cómo la crisis ha dado la vuelta a las familias, irse significa tener un colchón donde estar los primeros meses, pero también la seguridad de que fracasar en plural es algo más sencillo.
Nidos de Whatsapp
Ernesto es el marido de Soraya y el papá de dos niñas gemelas. Los cuatro han hecho el nido en Toronto, el lugar donde su madre, Conchi, llegó en 1966, volvió a España con tres niños, un nuevo marido y Franco muerto. Ahora, Ernesto ha vuelto al mismo lugar donde pone en su DNI que nació. Estuvo en la presentación del libro vía Skype, contando que “volver ya no es tan sencillo, ya no sólo por la situación económica o el trabajo, sino porque ya hemos girado culturalmente”. Mientras, su madre se emociona y llora: “Cada lágrima mía y de las demás abuelas tiene un valor y algún día alguien lo va a tener que pagar”.
Pili, la madre de Soraya, durante la presentación se sonaba los moquillos mientras sus ojos se volvían vidriosos pensando en sus gemelas -sus nietas- que están acostadas. Ella, vestida, pintada y arreglada ve a su yerno en pijama, a miles de kilómetros y se enfada. En una cafetería le contó a una de las autoras que le iba a escribir una carta a Rajoy, porque “nos han robado a nuestros hijos y a nuestros nietos”. Le quiere pedir que “al igual que en algunas playas hay una estatua de una señora esperando a su amor, que ponga en el aeropuerto de Barajas una madre con los brazos abiertos”. Esperando a sus hijos.
Hablamos del fenómeno de la inmigración como si fuéramos aves que pudiéramos poner huevos en cualquier lugar. Cuando hablamos de los inmigrantes pensamos en Mariano Rajoy, en Fátima Báñez pidiéndole trabajo a la Virgen del Rocío y en Zapatero diciendo que lo que nos pasaba no era crisis, era desaceleración económica. Sin embargo, las ramitas de los nidos que construimos cada día se pegan por Whatsapp.