El A400M está llamado a revolucionar el escenario en el que opera el Ejército del Aire. Airbus ha construido una aeronave multimisión, diseñada para volar distancias de hasta 8.700 kilómetros sin reportar y de albergar en su interior a todo un contingente. Estas prestaciones han sido posibles gracias a la aplicación de las últimas tecnologías y materiales, en un proceso de fabricación marcado por incidentes, accidentes y sobrecostes, por lo que se ha extendido su fama de "gafe" entre los militares.
En el diseño del A400M -conocido con el nombre de T-23 en el Ejército del Aire- han participado varios países de la Unión Europea. Tiene una longitud de 45,1 metros y una envergadura de 42,4. Su altura es equivalente a la de un edificio de cinco plantas. La aeronave se sostiene gracias a cuatro turbopropulsores y cuatro hélices de ocho palas. Alcanza una velocidad de Mach 0,76 (900 kilómetros por hora), lo que significa un despliegue rápido en prácticamente cualquier lugar del mundo en apenas unas horas.
120 soldados y un helicóptero
Lo que convierte a este avión en especialmente útil es su capacidad multimisión. En su bodega caben 120 soldados completamente equipados, un helicóptero o 37 toneladas de material. Por eso se puede emplear como transporte de carga, tropas, evacuación o repostaje en vuelo. Sus capacidades le permiten sobrevolar el terreno desde una altura de 15 pies hasta los 40.000. Además cuenta con un tren de aterrizaje de 12 ruedas con el que aterrizar en pistas poco adecuadas. A largo plazo sustituirá al C-130 Hércules, el avión de transporte más habitual con el que cuenta el Ejército.
El A400M que abandonó a principios de diciembre la factoría de Airbus Defence and Space con destino a la base de Zaragoza es el primero de los 27 que las Fuerzas Armadas han encargado a la compañía. Aunque el proyecto sea europeo, buena parte de su desarrollo tiene lugar en la planta que la compañía tiene en San Pablo (Sevilla): allí se lleva a cabo el ensamblaje, se efectúan los ensayos en vuelo y se entrena a la tripulación.
Sobrecostes y 4 fallecidos
Pero para llegar hasta este punto, Airbus ha tenido que atravesar un proceso de fabricación marcado por los accidentes. El más grave tuvo lugar el 9 de mayo de 2015, cuando una aeronave en vuelo de prueba se estrelló en La Rinconada (Sevilla), por un fallo en el software: cuatro de sus ocupantes fallecieron y los otros dos resultaron heridos de gravedad.
El accidente puso en evidencia una serie de problemas técnicos que el A400M arrastraba desde sus primeras fases de fabricación. Algunos materiales, especialmente novedosos en este tipo de aeronaves, se resquebrajaban con más facilidad de lo imaginado. También se registraron algunos problemas de sobrepeso que quedaron solventados con un rediseño de la estructura. La decisión de no recurrir a ninguna firma extranjera para la fabricación de sus motores ha derivado en algunos incidentes que no han hecho más que retrasar los plazos.
Los contratiempos también han influido en el sobrecoste del avión. España pagará más de 200 millones de euros por cada uno de los A400M que ha encargado, cuyo precio original ronda los 140: los intereses por demora influyen en el incremento del precio. Además, algunos países que apostaban por adquirir estos aparatos finalmente se han retirado de la subasta -influidos por los retrasos-, lo que ha obligado a repartir la cantidad total del proyecto entre menos participantes.
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