El madrileño antiyihadista: "No sé a cuántos islamistas maté, pero no me dan ninguna pena"
Un joven de 22 años será juzgado por viajar a Siria a combatir al Estado Islámico junto a los kurdos.
12 febrero, 2017 01:32Álvaro pide que se le identifique con el seudónimo de camarada Martos, su nombre de guerra. Lo tomó del primer “mártir”, dice, que tuvo el Partido Marxista Leninista (PML), facción de la que se consideran herederos en su grupo, Reconstrucción Comunista. La Audiencia Nacional lo juzgará próximamente por formar parte de "una estructura criminal" con vocación de "permanencia delictiva" que apoya en España "la actividad considerada terrorista del Partido de los Trabajadores del Kurdistán".
Apenas tiene 22 años, dos más que cuando decidió marcharse a Siria a matar yihadistas “en primera línea de combate” junto a las YPG (Unidades de Protección Popular) kurdas. A sus padres les dijo que iba a hacer labores humanitarias y se marchó un día de Navidad de 2015. Parte del dinero para el viaje se lo prestó su madre, y su padre fue quien le llevó al aeropuerto.
Estuvo en el frente durante seis meses. Advierte de que acepta esta entrevista para que se conozca la causa del pueblo kurdo. Elige para la conversación un restaurante de kebabs a pocos metros de su casa. El dueño es un ciudadano kurdo que le saluda con un abrazo y le pregunta “¿qué tal con el juez?”. Este veinteañero madrileño viene de la Audiencia Nacional donde ha declarado por última vez ante el magistrado Eloy Velasco. Lo siguiente será el banquillo de los acusados.
¿Sabes a cuánta gente has matado?
“No lo sé, pero no me da ninguna pena. Ellos (Estado Islámico) a los niños les cortan los pies y les dejan desangrarse, cogían cubos de hojalata y le cortaban la cabeza a la gente con eso, le pegan fuego a la gente viva, les crucifican. Cuando ves que están haciendo eso, si llega un avión y les vuela en mil pedazos no me da ninguna pena. Ninguna”.
Sin haber usado antes nunca un arma de fuego, tras recibir instrucción militar durante varios días se le asignó un kalashnikov. Asegura que es un arma muy sencilla de utilizar. “Si hay niños de 12 años en Ruanda que saben usarla... el mecanismo es muy fácil, de verdad”.
Estuvo realizando “labores defensivas”, principalmente en la región de Rojava, en el Kurdistán sirio. Consistía en “esperar para aguantar un territorio”, repeler ataques del Estado Islámico. “Hubo muchos tiroteos, me han disparado muchas veces, pero he tenido suerte. Compañeros míos sí han muerto o he tenido que ir a verles al hospital. Un mortero que cayó justo al lado sí ha matado a amigos míos”.
¿Crees que sirvió de algo tu presencia allí?
“Yo no soy Rambo a pesar de lo que piensa la Audiencia Nacional. Por una persona que vaya no va a debilitar al Estado islámico entero. Yo iba con la misión de participar en la primera línea, a lo que venga, con todas las consecuencias, pero sobre todo para que se visibilice el conflicto y se entienda lo que es el pueblo kurdo”.
¿Entonces tu motivación era la causa del Kurdistán o luchar contra el Daesh?
“Están a la par. Yo no he ido ahí a matar moros, yo fui a apoyar al pueblo kurdo y a las YPG en la lucha democrática que están llevando a cabo como pueblo y a luchar contra un enemigo de toda la humanidad como es el Estado Islámico”.
Álvaro, o el camarada Martos, aparenta más edad de la que la que marca su DNI. Tiene la cabeza rapada y lleva barba. Pide que no se fotografíe su rostro porque cerca de su casa hay una mezquita y dice haber sufrido seguimientos. De hecho, esa mañana ha presentado una denuncia ante la Policía.
Culpa directamente al juez de su situación por haber difundido el auto de procesamiento a la prensa donde figura su nombre y el de sus compañeros, incluso las direcciones de algunos domicilios. Afirma que Estado Islámico ofrece 125.000 dólares por la vida de cualquier extranjero que haya ido a luchar contra su pretendido califato. Desde que volvió de Siria, este joven dejó su trabajo de portero en una discoteca y ha sido sorprendido por la Policía en varias ocasiones portando armas blancas. Alega que es por su seguridad personal.
¿Tienes miedo?
“Lo llevo (el arma blanca) como autodefensa. Miedo no tengo. No voy a dejar de salir a la calle. Si alguna vez me vienen, voy a defenderme. Mira lo que pasó en Londres, que entraron con cuchillos a un autobús y empezaron a matar gente. Lógicamente no voy a dejar que pase eso aquí, no ya por mí, sino por el resto de gente que va a vivir aquí y que va a vivir con miedo”.
¿Te consideras una persona violenta?
“No. Yo sé en todo momento dónde estoy, y lo que no voy a hacer tampoco es ser un tonto y dejarme hacer. Yo no salto a las primeras de cambio ni reviento un vaso contra la pared, pero no voy a dejarme robar ni me voy a quedar quieto. Eso no pasa. Yo no estoy en contra de los musulmanes, estoy en contra de los musulmanes radicales como estaría en contra de un cristiano radical de los que ponen bombas en clínicas abortivas. En España no se estila mucho, pero en Estados Unidos hay a patadas”.
Al inicio de la calle donde vive, en un barrio obrero del sur de Madrid, hay una pintada de grandes dimensiones que reza lo siguiente: “PML (RC) absolución ya”. Son las siglas de su partido. El mensaje lo completan una hoz y un martillo comunistas. Unos metros más adelante, en otra calle, hay otro grafiti que avisa: “La lucha sigue”.
Álvaro rechaza las imputaciones contra él. Niega pertenecer al PKK kurdo (considerado terrorista por los organismos internacionales) y critica que el juez instructor piense que ese grupo es lo mismo que las YPG. Niega que haya escondido explosivos, ya que el material que le atribuyen eran unos petardos que ni siquiera pertenecían a su grupo. Y niega que alguien le enviara a Siria: "Fui porque quise".
A juicio del juez, Reconstrucción Comunista cumple "los parámetros legales para ser considerada un grupo criminal". En su investigación, destaca la financiación de "actividades clandestinas filoterroristas" y el reclutamiento de brigadistas.
¿Cuánto te costó el viaje?
“No me acuerdo ahora mismo, han pasado dos años. Costó carillo. Para mí, más de 500 euros ya es dinero, pero era algo que tenía que hacer y no me importa”.
¿Cómo se llega hasta el frente?
“Gente de las YPG te recogen en Erbil (Irak), pero el viaje no está orquestado, el vuelo me lo saqué por internet. Tú te puedes meter en una web de las YPG sin que te ayuden a viajar desde aquí. En Facebook están esas páginas”.
La Audiencia Nacional sostiene que fue enviado a Siria y para ello salió de Madrid junto a otro compañero en dirección a Düsseldorf. De ahí fueron a Alemania, primero a Colonia y después a Múnich, y desde la capital bávara tomaron otro avión a Erbil.
¿Y tus padres?
“(Se ríe) Se enteraron por televisión de que me había ido a combatir, por los vídeos que empezaron a salir. Vieron que era yo y así se enteraron de que no había ido de ayuda humanitaria. Están contentos por mi vuelta, pero porque ellos tampoco consideran, y nadie considera, que lo que he ido a hacer es algo malo. Yo no he ido a por inocentes o a sacar lucro para mí, he ido a apoyar una causa que debería apoyar todo el mundo”.
¿Si te hubiese secuestrado el Estado Islámico, que crees que debería haber hecho el Gobierno español?
“De primeras, te aseguro que no me hubiese dejado coger porque me pego un tiro antes o cojo una granada, espero a que entren y a tomar por culo todo”.
Imagina que te cazan durmiendo. ¿Te parecería bien que el Gobierno negociara por tu liberación?
“No, ¿para qué ? Yo he tomado mi decisión, sé lo que estoy sufriendo. No iba a recurrir al comodín del Gobierno español para que me salvase y luego cagarme en su puta madre otra vez cuando veniera aquí”.
Sentado en la última mesa al fondo del restaurante, el camarada Martos bebe un Aquarius que le ha servido su amigo kurdo. Viste una sudadera azul oscuro con las letras Frontoviks en el pecho. “Es el nombre de una unidad de las tropas de choque de la Unión Soviética que estaban dispuestas a morir por lo que estaban luchando”, explica.
Se ha subido las mangas, lo que permite ver sus brazos tatuados. Solo eso ya le hubiese costado un severo castigo por parte de los yihadistas, contrarios a la tinta en la piel. En el antebrazo izquierdo lleva un corazón con el nombre de su madre. También una serpiente enrollada en torno a un puñal “que no tiene nada que ver con ETA” y el nombre del primer álbum que escuchó de Metallica: “Kill ‘em all” ("Mátalos a todos).
En el lado derecho, entre otras cosas, se tatuó él mismo un paquete de Marlboro con la leyenda “la vida mata”. La muerte es una constante. Los tatuajes llegan hasta las manos, donde lleva unas iniciales O.F.C. ”Organización, Formación y Combate. Es el lema del partido”, zanja.
¿Dónde conociste a tus compañeros?
"A Roberto (presunto líder del grupo Reconstrucción Comunista) le conozco de mi barrio. Entrenaba aquí, me puse yo a entrenar también. Hacíamos artes marciales, el krav magá, es lo que usa el Ejército israelí como defensa personal, una técnica efectiva que no hace falta saber mucho. Me gusta mucho hacer deporte y no me gustan los típicos deportes. Quería algo más movido, liberar energía".
Cuando se le pregunta por el último libro que ha leído, asegura que está con “un manual de marxismo leninismo”. Para él, Fidel Castro es “lo más alejado del socialismo” por entregarle la revolución cubana a Kruschev, y dice que hasta la Unión Soviética se convirtió en una potencia imperialista tras la muerte de Stalin. Ya en España, tilda a Podemos como “una tapadera para que no empiece a haber de verdad un movimiento más gordo”.
¿Entonces, la muerte de Stalin fue el principio del fin?
Sí, empezó el cambio a un capitalismo de Estado. Mucha gente arribista pasa a tomar el control del partido, a asesinar a mucha gente.
¿Stalin no mataba disidentes? ¿Las purgas, los pogromos?
La cuestión con los judíos no es cierto; es más, dentro de la Unión Soviética se creó el primer Estado judío, tal como existe Israel. Se les dio un Estado propio dentro de Rusia. Eso sí que es de verdad y está documentado. Tendrás que mirar dónde estaba porque no es algo extendido, pero es verdad que no tenía ningún problema con los judíos. El gulag no es que estén en Siberia picando piedra solamente, era un sistema penitenciario entero, donde había unas clases de vivir en sociedad, donde te reeducaban de verdad para ser apto para vivir en sociedad, no como ahora la cárcel.
¿Preferirías un 'gulag' que la cárcel de Soto del Real?
“Me gustaría que estuviera aquí Roberto para que te explique cómo funciona Soto del Real [se refiere de nuevo a Roberto Vaquero, líder del partido]. Ahora mismo le verías tirándose de los pelos por los dos meses que estuvo allí en aislamiento. No le dieron la ropa hasta una semana después, las celdas se la cambiaban porque una no tenía luz, otra no tenía agua. Ahí te anulan”.