El exministro Jorge Fernández Díaz tuvo que acudir este miércoles al Congreso para responder durante tres horas por la supuesta cloaca policial que anidó durante su mandato. El exnúmero dos de la Policía Eugenio Pino lleva meses en el ojo del huracán, bien sea por la guerra de comisarios o por su actuación en investigaciones que han llegado a poner en riesgo sumarios judiciales. La prensa reproduce casi a diario nombres de mandos policiales que desempeñaron un papel clave en la pasada legislatura: Martín Blas, Fuentes Gago, Villarejo, Díaz Sevillano… Sin embargo, en medio de esta tormenta, el nombre de Ignacio Cosidó sigue pasando desapercibido, algo no exento de extrañeza si se tiene en cuenta que él era el director general de la Policía en cuyo seno se produjeron todas estas actividades. ¿Por qué?
Existen varias respuestas posibles a esa pregunta. Una de ellas es que Cosidó participó en las maniobras señaladas, aunque sea dejando hacer, y simplemente fue más hábil al lograr mantenerse en un segundo plano. “Al final es un político y sabe la repercusión que tiene decir ciertas cosas y que trascienda a los medios, aunque sea en privado. Él, por ejemplo, nunca podría decir que algo no se investigue”, advierte uno de sus excolaboradores. Otra posibilidad es que Pino y sus mandos de confianza actuasen sin dar excesivas explicaciones. Las fuentes consultadas ponen como ejemplo las actividades de la extinta BARC, una propuesta para investigar homicidios sin resolver al que Pino acabó encargando la revisión de casos ya juzgados como el 11M.
Según esta tesis, Cosidó no tuvo por qué enterarse de los viajes a Cataluña de algunos de sus comisarios, del origen del informe PISA sobre la financiación de Podemos, de la desaparición de un pendrive con datos de origen incierto sobre los Pujol, las reuniones con el jefe de la Oficina Antifraude de Cataluña en el despacho del ministro, las pesquisas sobre la cuenta de Xavier Trias, la filtración de un informe apócrifo de la UDEF... O no se quiso enterar. “El despacho de Eugenio Pino y el de Cosidó estaban en la misma planta, el director sabía perfectamente las visitas que recibía su ‘número dos’ y para qué eran”, replican otras fuentes.
Unica visita al Juzgado
Lo cierto es que en un Ministerio en el que han aflorado los enfrentamientos entre clanes policiales, las filtraciones o la difusión de grabaciones privadas, el nombre de Cosidó siempre se ha mantenido a salvo de escándalos. Hasta ahora, el ex jefe de la Policía sólo ha tenido que acudir a un Juzgado en una ocasión y como testigo. Fue el año pasado en la causa sobre el pequeño Nicolás en la que se investiga una supuesta grabación ilegal a varios policías y miembros del CNI en 2014. Esta es una de las causas en las que actualmente se libra desde entonces una batalla policial. El exjefe de Asuntos Internos Marcelino Martín Blas dirigió durante meses una investigación contra su compañero Jósé Villarejo. En medio de esta guerra entre subordinados, Cosidó compareció para decir que no sabe quién ordenó la grabación.
Actualmente, el miembro del PP vive en un discreto segundo plano como senador por Castilla y León. El suyo es uno de los escaños por designación autonómica que el Partido Popular le reservó durante meses mientras seguía como director en funciones de la Policía, incluyendo el año sin Gobierno. Su puesto le impedía compaginar un sitio en las listas al Congreso de los Diputados como habría sido su deseo: regresar a la Cámara Baja donde se reivindicó como azote del entonces ministro socialista Alfredo Pérez Rubalcaba a cuenta del caso Faisán, formando dupla con José María Gil Lázaro.
Fueron precisamente sus años como parlamentario incisivo y portavoz del PP en la Comisión de Interior del Congreso, así como su sintonía con Mariano Rajoy, lo que le valieron un puesto al frente de la Policía en el Gobierno surgido de las urnas en 2011. Eso a pesar de un pasado más ligado a la Guardia Civil. Durante ocho años fue jefe de gabinete del director general del Instituto Armado Santiago López Valdivielso (1996-2004). Rajoy creó un Ministerio del Interior integrando a personas de su estrecha confianza, pero sin que necesariamente existiese una relación previa entre ellos. La idea era combinar perfiles técnicos con otros más políticos y ahí entraba Cosidó. Al frente de todos, Jorge Fernández Díaz, quien no conocía el mundo de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad y por ello delegó en su director general de la Policía la responsabilidad de los primeros nombramientos.
La elección de Pino
En este momento, diciembre de 2011, se produce una decisión clave: la elección de Eugenio Pino como director Adjunto de la Policía, el máximo cargo uniformado en cuyos hombros recae la gestión operativa de la institución. Con una larga trayectoria al frente de los antidisturbios, parecía el perfil idóneo en un momento en el que la máxima preocupación era el efecto contagio de las revueltas sociales que provocaba la crisis económica mundial.
Además, Pino era uno de los comisarios que visitaba habitualmente la sede del PP en la calle Génova. Las visitas se incrementaron especialmente ante el ocaso de la era Zapatero y el inminente triunfo de Rajoy. No era el único comisario que asistía a la sede popular. Otro habitual por aquel entonces era Marcelino Martín Blas. Faltaban aún unos años para que saltasen las discrepancias. El ministro ni siquiera conocía a Pino, pero Cosidó sí por su condición de portavoz del PP en la Comisión de Interior. Pino era el responsable de la Escala Superior del sindicato SPP y tenía trato con diputados. Ahora, en privado, Cosidó no oculta su arrepentimiento por aquella elección.
A mediados de legislatura, la relación entre ambos comenzó a enfriarse y ya en la última época las diferencias eran evidentes pese a que en público nunca las exteriorizaron. Se distanciaron sin que hubiese una razón clara para ello, según las fuentes consultadas. Paralelamente, la sintonía entre Cosidó y Fernández Díaz también se deterioró. En este caso, el perfil político del director general y su excesiva exposición en los medios no tardó en incomodar al ministro del Interior. Los celos no era el único motivo de discrepancia. También hubo diferencias de criterio, por ejemplo, en algunos nombramientos a lo largo de la legislatura.
El aislamiento de Cosidó
El ministro despachaba las cuestiones de la Policía directamente con Pino saltándose a Cosidó, reconocen desde la calle Miguel Ángel donde se ubica la sede de la Dirección General de la Policía. Otras fuentes lo enmarcan en el deseo del ministro de seguir de cerca los temas ya que también llamaba al director adjunto de la Guardia Civil, pero no niegan la falta de sintonía con Cosidó. El aislamiento del director general de la Policía le restó fuerza a la hora de plantar cara a Pino, cada vez más próximo al ministro.
Prueba de la relación directa entre el número dos de la Policía y el ministro fue la organización de los polémicos encuentros con el ex director de la Oficina Antifraude de Cataluña Daniel de Alfonso cuya charla acabó en los medios de comunicación. Según reconoció Fernández Díaz en su comparecencia del miércoles, aquella cita se la propuso Pino. Minutos antes, el propio De Alfonso declaró ante la misma comisión que a él se la ofreció el inspector jefe José Ángel Fuentes Gago, una persona de la máxima confianza de Pino. En las más de cinco horas que duró la comisión de investigación en el Congreso sobre las grabaciones, apenas se citó a Cosidó.
“Pino hizo del día a día en la Policía su coto privado, mientras que Cosidó se refugió en otras facetas como la Policía 2.0, acercar el Cuerpo a los ciudadanos, campañas en Facebook y Twitter... Pasaba mucho tiempo fuera de la Dirección General visitando comisarías de toda España y reuniéndose con mandos, era como si huyese del edificio”, comentan las fuentes consultadas. Otras remarcan que aquello fue una decisión personal suya y que nunca en Interior se le ordenó que se apartarse ¿Por qué no dimitió?
Su entorno próximo apuntan a una cuestión de lealtad, no tanto con Fernández Díaz, sino con Rajoy. También apuntan a su respeto por la jerarquía, pero lo cierto es que mientras Cosidó desplegaba en sus discursos llamamientos al Código Ético o a una policía despolitizada, en los medios se acumulaban evidencias que invitaban cuanto menos a dudar de esa pretendida imagen. Y el origen estaba sólo a unos metros, en el despacho de al lado.