Soraya derrota a Cospedal y se hace con el control del PP en Andalucía
La vicepresidenta del Gobierno, que impuso a Moreno como líder regional, amplía su control a las provincias.
8 mayo, 2017 01:26Andalucía se ha convertido en territorio hostil para María Dolores de Cospedal. La ministra de Defensa y secretaria general del PP lleva más de un lustro librando una ardua batalla en esta comunidad por el control del partido, aunque ahora está de retirada forzosa. Sus principales aliados están cayendo como jefes provinciales, donde ganan enteros sus principales rivales: Soraya Sáenz de Santamaría y Javier Arenas.
Sevilla ha sido la última plaza donde Cospedal ha sido derrocada. En un resultado contra todo pronóstico, el presidente provincial del PP, Juan Bueno, que optaba a la reelección, ha sido derrotado por un puñado de votos: 24. Su verdugo ha sido la portavoz popular en la Diputación, Virginia Pérez, que en todo este proceso previo al congreso provincial del 21 de mayo ha sido apoyada por Arenas, vicesecretario del partido y líder histórico del PP andaluz.
Juan Bueno es hombre de la máxima confianza del ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido, fiel a Cospedal. De hecho, ésta comenzó a extender sus tentáculos por Andalucía en 2012, cuando Arenas dejó la presidencia del PP y aupó a Zoido -entonces alcalde de Sevilla- como máximo líder del PP andaluz. Desde entonces, la hoy ministra de Defensa se ha empeñado en mantener el dominio territorial, aunque sin mucho éxito.
La caída de Bueno como presidente del PP de Sevilla ha sido el revés definitivo para que Cospedal pierda el poder en Andalucía, ya que a sus otros escuderos en la región, los secretarios de Estado José Antonio Nieto y José Enrique Fernández de Moya, los estatutos les han impedido presentarse a la reelección como presidentes en Córdoba y Jaén, respectivamente, por incompatibilidad de cargos.
Balón de oxígeno para Moreno
La salida de ambos presidentes provinciales supone un balón de oxígeno para el líder del PP andaluz, Juanma Moreno, que llegó al cargo en febrero de 2014 con el apoyo de Sáenz de Santamaría, y hasta el pasado marzo, cuando por fin reafirmó su liderazgo en el congreso regional, no había podido comenzar a renovar el partido.
La aplicación de la incompatibilidad entre cargos del Gobierno y presidentes provinciales que establecen los nuevos estatutos aprobados por el PP se interpretó como un golpe de mano del propio Moreno, al no ser Nieto y Fernández de la Moya personas de su confianza. Aunque fue la dirección nacional la que incorporó la resolución sobre incompatibilidades, lo cierto es que ésta se hizo púbica sólo dos semanas después de que el presidente del PP andaluz fuera reelegido como tal.
La imposición de la norma no es lo único que ha molestado a los leales a Cospedal, sino también que no se aplique a todos los dirigentes populares por igual. Por ejemplo, el delegado del Gobierno en Andalucía, presidente del PP de Cádiz y persona de la máxima confianza de Arenas, Antonio Sanz, no se ha visto afectado, ya que, según la dirección nacional, no es miembro del Gobierno como tal y trabaja en Andalucía, a diferencia de los secretarios de Estado y los consejeros.
'Sorayistas' y 'Arenistas' controlan el PP-A
Aunque ha sido en las últimas semanas cuando Cospedal ha visto caer a sus tres presidentes provinciales afines en Andalucía, su primera derrota en la comunidad se remonta a 2014 con la designación del sucesor de Zoido al frente de la presidencia del PP en la región. Cospedal y Zoido maniobraron para imponer a José Luis Sanz, alcalde de Tomares, pero la operación quedó desactivada por Sáenz de Santamaría que, con la complicidad de Arenas y la bendición de Mariano Rajoy, impuso al malagueño Juanma Moreno.
La actual radiografía del PP andaluz es un varapalo para Cospedal: sorayistas y arenistas se han hecho con el control del partido. La influencia de Arenas se deja sentir aún en Sevilla, Almería y Cádiz; mientras que el PP malagueño y el presidente del partido regional son leales a la vicepresidenta del Gobierno. A Cospedal sólo le queda despejar la incógnita de Córdoba y Jaén, donde sus afines derrocados intentan mantener el control en la sombra.