A vista de pájaro, desde el mirador del Palacio de Cibeles, Madrid palpita con fuerza. Un río de miles de personas baja desde Atocha hasta la plaza de Colón. A brocha gorda: banderas arcoíris y pancartas con letreros ilegibles. A pie de calle, la ciudad es una paleta de mil rostros, cada uno con su peculiaridad. Disfraces, mensajes y relatos, muchos de ellos de superación. El abrazo de haber llegado hasta aquí tras un sendero con demasiadas espinas.
"Las canciones del verano no hablan de nuestros hijos"
De esas "espinas", de los golpes injustificados, hablan Pepa y Lola, que se han apostado tras la cabecera de la manifestación una hora antes del pistoletazo de salida. Engrosan la asociación de padres y madres de gays y lesbianas. Se dicen "orgullosas de estar aquí" porque "donde menos se ha avanzado es en el ámbito familiar".
"Nuestros hijos todavía no pueden bailar tranquilos en las fiestas de los pueblos, las canciones del verano no hablan de sus amores, se sienten desplazados en lo cotidiano", apuntan. "Cuando un bebé nace hay una presunción de heterosexualidad, por eso se margina a tanta gente". Sus familias "han cambiado", después de tanto tiempo, su "escucha es más empática". Se despiden con un grito a los padres de gays y lesbianas que no se atreven a dar el paso: "¡Cuando nuestros hijos salen del armario no debemos meternos nosotros dentro!".
"Mi varita puede convertir en gay a cualquiera"
Gender Parisi es histriónico, se gusta cuando habla. Ha llegado desde Roma para el Madrid World Pride. Allí es una figura habitual de los cabarets travestidos. Su nombre honra la lucha por los derechos LGTB. Viste un tutú rosa y una varita mágica. "Con esto puedo convertir en gay a cualquiera", se ríe.
Sus superpoderes, que nadie cree, desatan carcajadas. Él, ingenioso, responde: "Pues en Italia sí que piensan que son de verdad".
"¡Viva la vida!"
Carlos también lleva el torso y las piernas desnudas, barba de varios días. Ha aterrizado en el Paseo del Prado después de un viaje mucho más largo. "Soy de Sao Paulo", chapurrea un castellano difícil de comprender.
Cuando se enerva ante su falta de vocabulario, responde con un contundente: "¡Viva la vida!". Deja claro, eso sí, que ha volado a España "sólo para esto".
"Este día no debería existir"
Isabel es una de las protagonistas más reclamadas. Se desplaza en una silla de ruedas eléctrica, sorteando los furgones policiales. Una máquina de aire cuelga a su espalda. Está intubada de forma permanente. Vive en Coslada, a media hora de la ciudad.
Cuenta que es una habitual en el Orgullo: "Este día no debería existir, eso significaría que la tolerancia ya estaría conseguida". Cuando la llaman "valiente", dice que "igual que el resto". El aire que el tubo introduce en su nariz funciona a través de un dispositivo: "¡El problema es que mis ganas de marcha son mucho mayores que la batería que tengo!". Para terminar, un ruego: "El transporte público nos lo pone difícil, a Madrid le queda camino por recorrer para convertirse en una ciudad plenamente accesible".
"You're not my president, Trump"
Alper es un gladiador que salió de Nueva York para no faltar a su cita con el World Pride. Un guerrero en calzoncillos, con casco de cresta roja. Es su segunda visita a España. Repite el adjetivo "amazing" un par de veces.
Se le cae la sonrisa cuando escucha un nombre: "Donald Trump". Si lo tuviera delante ahora mismo, le diría: "You're not my president". Describe la relación del colectivo LGTB con el presidente norteamericano como un "choque de fuerzas". Para Trump tiene más: "Es un cáncer, destruye el sistema".
"¡Aquí está la resistencia trans!"
Gustavo marcha tras la bandera rosa y azul de los transexuales. Rugen: "¡¡¡Aquí está la resistencia trans!!!". Hace un tiempo hizo la "transición" de mujer a hombre. Va en calzoncillos, con el pecho, todavía femenino, al descubierto.
"Estamos muy invisibilizados incluso dentro del mundo LGTB. Hay mucha ignorancia. Incluso esta tarde he sufrido varias veces missgendering, que la gente confunda mi sexo. Me gritan guapa, pero soy un chico".
Los ángeles negros
Ciprian y Jelle también han viajado desde Roma. Son los ángeles negros del Orgullo. Dicen representar "lo bueno y lo malo" al mismo tiempo con su disfraz. "Lo mejor es que estamos todos juntos, y lo peor la discriminación".
Las alas negras, llenas de plumas, causan furor. Son objeto de deseo, de selfie y fotografías de grupo.
¿Las Supremas de Móstoles?
Rosa, Antonia, Ángeles y María tienen algo de las Supremas de Móstoles. Son cuatro mujeres vestidas igual, con un aro que encierra el traje de flores. Sólo un matiz: cada una luce un color del arcoíris. Cuando juntan las espaldas cristaliza su defensa del Orgullo.
Viven en Palma de Mallorca, son enfermeras del mismo hospital. Llevan tres años viniendo, dejando a sus maridos en casa. "Esta noche dormiremos mal y poco. Queremos igualdad para todos, amor y respeto", se despiden cuando la Policía pide que el público se pliegue hacia fuera y deje espacio para la marcha.
"Llevo aquí desde los ochenta"
Lois, como los pantalones, es un veterano, uno de esos que se manifestaba cuando el Orgullo eran "cuatro gatos con más miedo que vergüenza". Calza una barba frondosa, gris Hemingway, y un vestido de clown, repositorio de pulseras incluido.
"Sí que se ha notado que esta es la edición mundial. Creo que mi primera vez fue en los ochenta. Seguiré viniendo mientras haya países en los que nos sigan matando. Antes nos han contado unos rusos las amenazas que sufren allí. Hoy están con nosotros".