La invasión del turismo ha llegado al centro de la ciudad. Una protesta capitalina ha cristalizado lo ya ocurrido en Barcelona o Baleares. Las viviendas que funcionan a través de plataformas de alquiler online han proliferado aprovechando la falta de la regulación hasta el punto de empujar a los vecinos a la calle. Sube la demanda, con ella los precios, también los alquileres... Y el inquilino habitual termina huyendo para dejar paso al turista.
Los manifestantes dejan claro que no gritan contra el turismo, sino contra esa vivienda que, de forma irregular, echa a los vecinos de ese "Madrid de toda la vida" para dar cobijo a la especulación, a un negocio poco humano.
Información contra el vacío legal
Al caer la tarde, una mesa informativa acoge a curiosos y manifestantes, a esos que se acercan conscientes de la reivindicación, pero también a aquellos que celebran las pancartas contra la "invasión" porque hasta entonces no habían visto palpitar las aceras por un problema que les consume a diario.
La ley actual obliga a todo aquel que quiera utilizar su apartamento como vivienda turística a poner una placa identificativa en la puerta y a quedar inscrito en un registro. Los datos manejados por las plataformas que denuncian el abuso mencionan un total de 17.000 ilegales sobre un total de 20.000.
La solución prometida por Cifuentes
El Ayuntamiento presionó a la Comunidad de Madrid, autoridad competente, para que moviera ficha. Y lo han hecho. Cifuentes anunció este mes que todos los apartamentos que quieran tornarse de uso turístico deberán pasar una inspección. Además, ofrecerá a las comunidades de vecinos vetar en asamblea este tipo de alojamientos. De momento, continúa el vacío legal y con él las protestas, que como este jueves por la tarde visten el centro de la ciudad.
Mercedes se ha quedado sola. En su edificio, salvo ella y el propietario de un local, todo es vivienda turística. "Creo que no hay ni uno solo legal. Total, qué importa, ¡no se puede investigar! Esto es insostenible". Varios inversores se hicieron con la construcción al completo y ya han puesto en funcionamiento un negocio terciario. "Llevo aquí 35 años y de repente todos desaparecieron. No quiero estar a malas con nadie, ni mucho menos, pero esto se ha desatado, hay que ponerle freno". Lo cuenta en la plaza de Matute, en el epicentro del barrio de los escritores, a la orilla de una mesa informativa que ofrece panfletos también en inglés y francés.
Los datos que manejan los organizadores arrojan la realidad que agobia a Mercedes y también a su amiga Teresa, que asiente a su lado. En este barrio de 10.000 habitantes, más de 30 edificios ya están dedicados al turismo en exclusiva. Si se le da la vuelta al dato, más de lo mismo: el 90% de los portales cuentan con al menos una vivienda de este tipo.
"¿Por qué voy a tener que sacarles la basura?"
En casa de Teresa, los inquilinos ocasionales "no se han portado mal", pero su presencia, radicalmente incontrolada, le genera "intranquilidad". "Se les da la llave de un portal a gente que no pasa ningún tipo de registro. Se pueden hacer copias. Aquí nadie pide un DNI cuando entran. Creo que se genera un ambiente de inseguridad". En cuanto a lo práctico, no sacan la basura y eso le exaspera: "¿Por qué voy a tener que hacerlo yo?".
A Esther le ocurre algo parecido. Vive a unos metros del Paseo del Prado, la zona "perfecta" para la vivienda turística. Ya son tres los apartamentos de este rango en su edificio. Allí el ruido es "insoportable". "Entran de madrugada, el trajín de las maletas por el portal es terrible. Se equivocan de timbre y despiertan a la gente". Y como en tantas otras comunidades vecinales, los verdaderos propietarios no aparecen. "Claro, no les interesa, hacen mutis por el foro".
Otra vecina, que coincide, dice haber ido al Ayuntamiento. Allí tomaron nota, pero les derivaron a la Comunidad, que es quien tiene la competencia. "¿Y al final quién nos ayuda? ¡Nadie!".