La lucha contra la radicalización violenta en España es uno de los ejes sobre el que el Gobierno pretende incidir tras los atentados de Barcelona y Cambrils. El Ministerio del Interior, a través del Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado (CITCO), lleva trabajando desde hace más de dos años en una estrategia para prevenir las radicalizaciones y fortalecer la convivencia de las distintas comunidades en España. ¿Cómo? A través de un enfoque social: los radicales islámicos son tratados como víctimas hasta que suponen un peligro para la seguridad.
"Sólo cuando no se consigue desactivar el radicalismo entran las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado", apuntan a EL ESPAÑOL fuentes del CITCO. El porqué es sencillo: en los últimos casos, como en la célula que atentó en Cataluña, los yihadistas eran de aquí, nacidos o criados. La integración se torna clave para luchar contra este problema desde dentro. Antes no eran más que chavales abducidos, atraídos, manipulados.
"Debemos tener herramientas adecuadas para poder intervenir a tiempo y adelantarnos a ese terrorismo silencioso de las redes sociales, de internet", cuenta a este diario Chema Gil, codirector del Observatorio de Seguridad Internacional. "No tiene nada que ver ser radical con el terrorismo y la lucha antiterrorista, por eso no se va a reforzar el plan actual", afirman desde el CITCO.
En España ser radical -religioso, político, deportivo- no es un delito. Ni siquiera es punible. "El problema es que se legitime o se haga uso de la violencia. No todos los radicales son perseguibles. Sólo cuando validen la violencia", indican las fuentes del CITCO.
Para valorar cuándo se ha cruzado esa frontera, un triunvirato formado por Interior, la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP) y la Fundación Pluralismo y Convivencia designó al Ayuntamiento de Málaga la creación de un plan local que fuera exportable a todos los consistorios españoles. De hecho, el proyecto resultante, integrado por especialistas, utiliza una licencia Creative Commons.
Málaga, laboratorio pionero
El concejal malagueño de Derechos Sociales, Julio Andrade, relata a este periódico que el Plan Transversal por la Convivencia y contra la Radicalización Violenta busca "sembrar en tolerancia". Las líneas maestras del proyecto son dos: la formación en valores a todos los sectores de la sociedad -administración, comunidad educativa- y la promoción de eventos y actividades que integren a los colectivos susceptibles de radicalizarse.
"El abordaje de cada caso es individual: buscamos el apoyo en la familia del implicado, en su comunidad. También nos apoyamos en estructuras sociales existentes, como las de violencia de género o de menores, que nos permite trabajar de manera integral cada caso, cuando alguien recurre a nosotros pidiendo ayuda", explica Andrade.
En el tiempo de vida del programa han encontrado relación entre los malos tratos y la radicalización. "Se empiezan a ver cada vez más casos: tanto de mujeres que han sufrido violencia de género y coquetean con el radicalismo como un camino de huida de una situación límite, como de hombres radicales que después deriven también en malatratadores", afirma el concejal.
La importancia del respaldo ciudadano
Este viernes, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ya indicó que durante estos días, y desde un primer momento, el Centro de Coordinación e Información sobre Radicalización, dependiente del CITCO, estuvo operativo para facilitar la colaboración ciudadana en las investigaciones y recoger información sobre posibles casos de radicalización.
"Mientras antes lleguemos, antes solucionaremos. El trabajo es cortar vínculos con el radical que los estaba envenenando", cree Andrade, quien asegura que aunque sea un proceso lento, siempre hay síntomas. "Estoy seguro de que, en el caso de la célula de Barcelona, alguien del entorno sabía lo que estaba sucediendo. Que nadie hubiera visto nada es sospechoso. Quizás no han querido. Alguien podría haber pedido ayuda y puede que no viera las herramientas disponibles. La comunidad islámica de Ripoll debería saberlo y denunciarlo".
Al final, el objetivo es que no se den casos de xenofobia y racismo. "Si empoderamos a la comunidad, ellos son los primeros que quieren la desconexión de sus miembros de la deriva radical", mantiene el concejal malagueño. Es algo en lo que coincide el experto del Observatorio de Seguridad Internacional: "Si no somos capaces de generar iniciativas desde lo público, compartidas por todos, para evitar la captación, nunca vamos a acabar con este enemigo".
Las fases de la radicalización
"No se puede establecer un perfil del radical porque influyen muchas variables", indican a este diario desde el CITCO. Pese a ello, sí que se ha podido distinguir entre cuatro fases de la radicalización, en base a la experiencia adquirida en Málaga, que se trabajan de manera diferenciada.
-Primera: una persona que esté empezando a interesarse, como quien coquetea con las drogas. "Aquí trabajaríamos un abordaje psicosocial, reforzando valores", según Andrade.
-Segunda: el sujeto comienza a separarse de su entorno, tiene problemas de identidad. "Emplearíamos tácticas del ámbito social".
-Tercera: comienza a financiarse, a esconderse, "se engancha, para seguir con el símil de las drogas". En esta etapa ya se informaría a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, porque "podría estar cometiéndose un delito".
-Cuarta: en este paso la persona ya sería considerada alguien radicalizado. "Nos remitimos a los expertos, a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado".