Ada Colau (Barcelona, 1974) era el principal apoyo que Carles Puigdemont necesitaba para catapultar su desafío al Estado. Pero la alcaldesa de Barcelona no está dispuesta a que ceder espacios municipales al independentismo entierre su trayectoria política. Tras el requerimiento del president sobre si podían contar con su Ayuntamiento para el 1 de octubre, Colau respondió pidiéndole garantías para los funcionarios municipales. Una respuesta que no gustó nada a los independentistas.
La primera alcaldesa indignada de Barcelona ofreció hace unos meses su apoyo a la consulta pero puso una condición: el referéndum debía contar con las garantías legales y democráticas que permitieran su validación internacional. Con esta jugada maestra, la activista que se hizo famosa por su lucha frenética en favor del derecho a una vivienda digna, está a punto de desahuciar el 1-O dejándolo a la intemperie.
Los ciudadanos le pusieron cara y voz cuando accedió a la dirección de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), pero Ada Colau se estrenó muy joven en el activismo social. La hemeroteca data en 1990 la primera vez que participó en una marcha contra la primera guerra del Golfo. A aquella primera marcha sucedieron muchas otras: contra la guerra de Irak y campañas contra la globalización hasta que llegó el activismo por una vivienda digna.
Sigue viviendo de alquiler
A aquellas movilizaciones en la calle le debe haber conocido a su pareja y padre de sus dos hijos, Adrià Alemany, con quien sigue viviendo de alquiler cerca de la Sagrada Familia. Desde el trampolín de la defensora de los desahuciados, Colau forjó una imagen a favor del ciudadano más débil cuando la burbuja inmobiliaria reventó y se llevó todo por delante.
Su popularidad se disparó en febrero de 2013, cuando compareció en el Congreso de los Diputados para defender una Iniciativa Legislativa Popular (ILP) sobre la dación en pago. Allí llamó "criminal" al presidente de la Asociación Española de la Banca, Javier Rodríguez Pellitero. Era la época en la que por entonces delegada del Gobierno, Cristina Cifuentes, calificó de "grupos filoetarras" a la PAH y la 'número dos' del PP, María Dolores de Cospedal, llamó "nazismo puro" los escraches de los desahuciados en casa de los políticos.
Su entorno reconoció más tarde que si el PP no hubiera bloqueado la ILP de la PAH que Colau presentó en Madrid, probablemente nunca se hubiera presentado a las elecciones municipales. En realidad nunca confesó que quería dedicarse a la política a pesar de que partidos como la CUP o ICV intentaron ficharla. La ahora alcaldesa decidió encabezar un movimiento cívico (Barcelona en Comú) ante las elecciones de mayo de 2015. Su condición de líder de la PAH le dotó de un enorme capital que fue reconocido por una parte muy significativa de la sociedad y que todavía hoy mantiene prácticamente intacto.
El 24-M, la conquista
El 24-M, por primera vez una candidatura formada por personas procedentes del civismo social se hacía con el bastión municipal de Barcelona, la segunda ciudad más poblada de España. Colau arrancó su mandato como alcaldesa anunciando que había personalmente un desahucio.
Más tarde acudió al Parlament para fotografiarse junto a miembros de la PAH que celebraban la aprobación de la nueva ley de vivienda de Cataluña. Sin embargo, a finales de 2015 la PAH rompió definitivamente con su promotora convertida en política. Sus compañeros le recriminan públicamente que la alcaldesa continúa sin realojar a desahuciados porque el Ayuntamiento no dispone de viviendas suficientes para acogerlos.
En los dos años que lleva al frente del Consistorio barcelonés, el Ayuntamiento 'del cambio' ha conseguido sentar las bases para transformar la ciudad, aunque el ritmo será más lento del que les gustaría. Con Colau al frente, se han abordado cambios estructurales, sobre todo en vivienda y turismo, para implantar su sello personal. Sin embargo, el propio Ejecutivo local ha reconocido que algunos de los cambios que prometieron en campaña necesitan de más años para ejecutarse. No obstante, el gobierno ha reservado 332 millones de euros del presupuesto para 2017 para áreas sociales frente a los 221 millones que se invirtieron durante el último año del mandato anterior.
La tercera vía
A pesar de la ruptura con la PAH, desde que Ada Colau se convirtió en primer edil su credibilidad no se ha visto mermada. La alcaldesa de Barcelona apuesta por el derecho a decidir, una reivindicación que el independentismo ha abandonado. La alcaldesa de Barcelona ha intentado tejer complicidades con el Govern de Puigdemont para hacer frente común contra el PP. Sin embargo, juega a conjugar equilibrios para no traicionar a nadie y evitar que su carrera se trunque drásticamente.
El bloque independentista soñaba con el apoyo de Ada Colau a su causa en estos momentos de máxima tensión con el Estado. Consciente de que su partido es una alternativa clara al independentismo de cara a unas nuevas elecciones, la alcaldesa juega ahora al despiste para no entrar en el juego de los independentistas y presentarse en un futuro como la tercera vía entre los constitucionalistas y los secesionistas.
¿Presidenta de la Generalitat?
El independentismo y Colau viven una relación de amor-odio. Por un lado, los promotores del 1-O desean con todas sus fuerzas que la alcaldesa de Barcelona se sume a su causa porque la unión hace la fuerza. Sin embargo, son conscientes de que se ha convertido en su rival más fuerte a combatir en unas futuras elecciones autonómicas donde nadie descarta que la propia Ada Colau se presente para convertirse en la futura presidenta de la Generalitat.
La alcaldesa encarna una figura que, lejos de quemarse tras más de dos años gobernando, emerge con una proyección política que algunos sitúan incluso a escala nacional.