En la barra del bar, tiene cierto predicamento pontificar sobre países lejanos y realidades desconocidas. Los gobiernos, en cambio, se muestran tibios y se agarran a las legalidades vigentes. Cataluña, la prueba del algodón. Alemania, Francia, Portugal, Polonia, Marruecos... Todos reconocen a Rajoy como único interlocutor pero... hasta ahí. No más. Que se cumpla la Constitución. Punto. Hasta que ha hablado Botsuana, que perdió su miga exótica cuando le costó al rey Juan Carlos I una fractura de cadera.
El Ejecutivo de la democracia más antigua de África, presidido por Ian Khama, no se anda con remilgos. Ha emitido un comunicado "condenando" la declaración unilateral de independencia de Puigdemont y ha escrito hasta 17 tuits contra la huida hacia delante de los separatistas. Y no desde la cuenta correspondiente al ministerio de Asuntos Exteriores, sino desde la principal.
La misiva, aireada también en Facebook, fue redactada en su capital, Gaborone, el pasado 11 de octubre. "El Gobierno de la República de Botswana lamenta la firma ilegal de una declaración unilateral de independencia por parte de la región española de Cataluña".
Exigen respeto por la Constitución española. La suya data de 1966. "Botswana desea subrayar el hecho de que la soberanía y la integridad territorial de un país deben ser respetados no sólo por otras naciones, sino también por sus regiones".
Incluso echan en cara a Puigdemont desperdiciar las competencias descentralizadas: "Cataluña ha sido parte del Estado español durante siglos, con su propio idioma y su propia cultura. Ha gozado de una amplia autonomía en virtud de la Constitución española".
¿Por qué tanto interés en Cataluña?
Pero, ¿por qué este interés en un problema tan lejano? Más de 11.000 kilómetros separan a uno y otro país. Nunca ha visitado España un presidente de Botsuana y la última visita nacional a Gaborone fue de Miquel Nadal, durante su etapa como secretario de Exteriores, en el 2000.
"Esperamos que las personas fortalezcan la unidad de sus naciones y que no participen en acciones de división basadas en la raza, la religión o el idioma", resume el comunicado de los mandatarios al frente de este país de poco más de dos millones de habitantes y mayoría cristiana. Estas palabras probablemente estén relacionadas con el éxito de pacifismo que supuso su independencia respecto a Reino Unido en los sesenta y con el objetivo de no dar alas a quienes quedaron integrados en Botsuana hace cincuenta años sin tener ese sentimiento nacional.
No sólo eso. El Gobierno africano se aventura a extrapolar el debate a una esfera global: "En vista de los desafíos que enfrenta la humanidad, es fundamental que los Estados trabajen más que nunca el espíritu de unidad en la diversidad". Después, pone como ejemplo a Alemania, aunque no especifica por qué.
Botsuana sólo reconocerá aquellas independencias negociadas, "por eso no lo hacemos con Kosovo".