“Queda aprobada por….” Las palabras de la presidenta del Parlament catalán, Carme Forcadell, fueron interrumpidas por el grito de júbilo de los varios miles de independentistas que, durante horas, se han concentrado en el Paseo de Picasso de Barcelona para seguir a través de pantallas gigantes el Pleno en el que una Cámara partida en dos confirmó la ruptura entre Cataluña y España. La proclamación de independencia ha sido contestada por una sucesión de abrazos y cánticos callejeros de una multitud que en ese momento no pensaba en absoluto en la inminente intervención de la autonomía por parte del Gobierno.
A escasos 200 metros del hemiciclo autonómico, el himno de Els Segadors servía para acallar la espera obligada por la petición de los nacionalistas de votar en secreto la constitución de la república catalana. El mar de esteladas respondía con ovaciones a la lectura de algunos nombres cuando eran llamados a depositar su voto en la urna. Usando los decibelios como vara de medir, Raül Romeva, Oriol Junqueras y Puigdemont –aclamado con gritos de “president, president”- eran los más agasajados por una afición entregada.
Cada voto a favor de la independencia ha sido respondido con una reacción de alegría por la gente. Un “oooh” seguía a los votos en contra. “Tu cuenta los síes y yo los noes”, le decía una joven desconfiada a su acompañante. El resultado era previsible, más si se tiene en cuenta que casi la mitad de la Cámara estaba ya en ese momento vacía. Las banderas de España y Cataluña –la todavía senyera oficial- eran testigo de la renuncia de los diputados del PP, Ciudadanos y PSC a participar en la votación sobre la independencia.
Los aplausos se han extendido por la concentración con el mero hecho de que, desde la tribuna, algún orador se refiriese a la independencia. Se llevó aplausos hasta Germà Gordó, ex hombre de confianza de Artur Mas, imputado en el caso del 3%. Sus problemas con la Justicia le llevaron a abandonar el grupo parlamentario de Junts Pel Si y seguir en la Cámara como diputado no adscrito. Hoy nadie parecía recordarlo.
Las ovaciones desde el asfalto se tornaban repentinamente en pitos, insultos y abucheos si la señal de televisión enfocaba a alguno de los líderes no independentistas, especialmente Inés Arrimadas (Ciudadanos) y Xavier García Albiól (PP). Los mensajes de apoyo a los líderes de la ANC y Òmnium Cultural, encarcelados por un presunto delito de sedición, aunaba las mayores ovaciones así como las denuncias a las cargas policiales del 1-O. Pero más fuerte que los aplausos y celebraciones se escucharon los gritos contra las intervenciones de los dirigentes no nacionalistas.
Arrimadas era una “guarra” que estaba “borracha”, Alejandro Fernández (PP), era un “fascista”, Coscubiela (Iniciativa per Catalunya) un “cascado” que “ya ha hecho bastante el ridículo”. A García Albiol uno de los presentes le deseó “que su mujer se quede preñada de un negro”. En un momento dado, la pantalla en la que Forcadell contaba las votaciones previas se colapsó, a lo que uno de los manifestantes corrió a culpar a la Guardia Civil. Fue una broma, pero pocos se rieron. De los abucheos callejeros tampoco se salvó la portavoz de Catalunya Si Que Es Pot, quien se ha opuesto tanto a la DUI como a la aplicación del artículo 155.
Hubo petardos, muchas esteladas –por si alguien aún no la tiene, un hombre de apariencia asiática las vendía a 5 euros- y gritos de” Visca Cataluña Lluire”. También hubo lágrimas en los ojos de decenas de personas, jóvenes y adultas. “Ya no hay que gritar más independencia, ya está”. Al terminar no pasó nada. La multitud se disolvió y los bares aledaños se llenaron de gente que pedía cervezas y algo para picar.